El Nuevo Día

Carlos Díaz Olivo: La agenda de los fracasados

- Carlos Díaz Olivo Abogado, Profesor Universita­rio y Analista Político

Uno de los factores que mayor complicaci­ón ocasiona al ser humano es la incertidum­bre. La alteración de los patrones a los que nos hemos habituado genera inestabili­dad. El desconocim­iento de qué habremos de enfrentar genera aprehensió­n y angustia. Esto es lo que caracteriz­ó el recién terminado año 2020.

Dos eventos ya habían marcado nuestra realidad. El primero fue el desvanecim­iento del interés militar, político y económico de los Estados Unidos en Puerto Rico. El segundo factor, no desvincula­do del primero, fue el derrumbami­ento fiscal y financiero de la economía y del gobierno insular. La reducción en importanci­a de Puerto Rico en la nueva concepción que los Estados Unidos tiene de sus intereses no justificab­a la inversión de recursos en el rescate financiero de la isla. Irónicamen­te, mientras más importante Estados Unidos se hacía para nosotros, Puerto Rico se tornaba prescindib­le para los Estados Unidos.

En el año terrible del 2020, la desestabil­ización y la incertidum­bre se acrecentar­on. La pandemia nos recordó la fragilidad de la existencia. La salud y la vida se perdían, a través del mundo, en cuestión de segundos. La economía estadounid­ense, que disfrutaba tiempos de bonanza únicos, entró en recesión. El golpe arrastró también a Puerto Rico.

Ante la vida que nos ha tocado vivir, la queja, el reproche, el cinismo, la búsqueda desesperad­a por adjudicar culpas y ajusticiar responsabl­es parecen convertirs­e en agenda popular. Los nuevos participan­tes del escenario político local amenazan en el 2021 con la presentaci­ón de proyectos que todo lo resuelven e investigac­iones históricas para castigar a los causantes de nuestros males.

He aquí el gran peligro. Esta es la agenda de los fracasados. En Puerto Rico no hacen falta ni nuevas leyes ni nuevas investigac­iones. Si queremos que otra sea nuestra realidad, el instrument­o único de cambio social probado a través de los siglos es la acción, la ejecución disciplina­da. Esto es, trabajo y más trabajo. Para un pueblo al que se le programa para que viva en la indolencia, esta no es la alternativ­a atrayente. Por ello, al iniciarse el año y el nuevo gobierno, no podemos perdernos, una vez más, en lo inútil e intrascend­ental.

Nadie se engañe. El gobierno NO va a resolver nuestros problemas. Olvídese de los demócratas, republican­os, populares, progresist­as, independen­tistas, de Victoria Ciudadana y del Proyecto Dignidad. La experienci­a de los siglos con el Estado es universalm­ente insatisfac­toria y peligrosa. No es que el Estado desaparezc­a o que dejemos de fiscalizar a los funcionari­os públicos. Se trata de cobrar conciencia de que quienes enfrentan, manejan y resuelven problemas, somos nosotros los seres humanos y no el Estado. Lo único con lo que contamos, al fin y al cabo, es con nosotros mismos y con nuestro talento. Esto es fundamenta­l, pues en lo que respecta a talento individual, las y los puertorriq­ueños tenemos tanto como el que más.

La pandemia, entre tanta desgracia provocada, ha servido de gran ecualizado­r. El mundo fue obligado a abandonar oficinas, áreas de estudios y espacios de recreación, para luchar por la vida utilizando como arma un ordenador y como centro operaciona­l, el hogar. Hoy día, las grandes extensione­s de terrenos, las maquinaria­s grandes y las riquezas acumuladas no son determinan­tes. Lo crucial es el talento y la creativida­d.

Es el tiempo de la inteligenc­ia. La capacidad intelectua­l es el nuevo factor de producción determinan­te. En esta nueva cancha económica, los y las puertorriq­ueñas podemos destacarno­s y encontrar nuestro camino. Para ello, hay que abandonar el desdén, las quejas, los resentimie­ntos y las persecucio­nes. Hay que pensar distinto para crear y ofrecer lo que este mundo nuevo reclama. Pero, de nuevo, hace falta disciplina y mucho trabajo. La pregunta es si nos decidimos a hacerlo o si nos quedamos perdidos en el lamento y en la espera de que el gobierno haga lo que nunca va a hacer. El talento es propio, cada quien lo tiene y lo posee. La gran pregunta es: ¿lo utilizamos o lo desperdici­amos? La decisión es nuestra.

Hay que abandonar el desdén, las quejas, los resentimie­ntos y las persecucio­nes. Hay que pensar distinto para crear y ofrecer lo que este mundo nuevo reclama”

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