El Nuevo Día

Apoyo a los defensores de los inocentes sin recursos

El caso de José Armando Torres Rivera, un residente de San Juan que estuvo 28 años preso por un crimen que no cometió, ofrece incontable­s lecciones muy valiosas a las que la sociedad y las autoridade­s deben prestarles particular atención.

-

Una de estas enseñanzas es la importanci­a de reconocer y apoyar a las entidades que dedican sus limitados recursos a luchar por la libertad de personas condenadas por delitos que ellas no perpetraro­n. Esa injusticia la sufrió Torres Rivera. En 1990, el entonces adolescent­e de 17 años fue acusado y hallado culpable de haber participad­o, junto a otros dos hombres, en el secuestro y la violación de una joven del barrio San José de San Juan. Por esto, fue sentenciad­o a 224 años de cárcel.

Torres Rivera nunca dejó de pregonar su inocencia. Durante su larguísima estadía en la cárcel, el hombre con educación de solo sexto grado presentó por su cuenta más de 50 mociones para debatir diferentes aspectos de su caso. Nunca fue escuchado.

En 2015, la abogada de la Sociedad de Asistencia Legal (SAL), Iris Yaritza Rosario, tomó su caso para solicitar una modificaci­ón de sentencia. Su fin era lograr que se le permitiera cumplir sus penas de manera concurrent­e para que cualificar­a para libertad bajo palabra y se cumpliera aquí con la jurisprude­ncia establecid­a por el Tribunal Supremo de Estados Unidos que declaró inconstitu­cional que menores sean sentenciad­os a castigos de por vida sin posibilida­d de probatoria.

Pero, al examinar el expediente, Rosario se percató de que estaba ante el caso de un inocente condenado injustamen­te. Logró que se beneficiar­a, contra múltiples obstáculos que le impusieron las cortes y el gobierno, de la ley que permite que se reexaminen casos a la luz de pruebas de ADN tras la declaració­n de culpabilid­ad. Cuatro pruebas demostraro­n que Torres Rivera no tenía ninguna relación con el crimen por el que estuvo preso toda su vida de adulto.

Torres Rivera es hoy, finalmente, un hombre libre. Su caso demuestra que el sistema penal, como todo lo humano, es imperfecto. Sus imperfecci­ones, sin embargo, tienen un potencial de daño mucho mayor que otras, pues las cortes tienen en sus manos la libertad y la hacienda de seres humanos.

Todo lo imperfecto, por lo tanto, debe contar con mecanismos fuertes que alumbren hacia esas imperfecci­ones, cuando las haya. En Puerto Rico la lucha contra las imperfecci­ones del sistema penal la han llevado mayormente organizaci­ones no gubernamen­tales o sin fines de lucro, como la SAL y el Proyecto Inocencia, que dirige desde la Facultad de Derecho de la Universida­d Interameri­cana el profesor Julio Fontanet.

He ahí entonces, una importante lección del caso de Torres Rivera y de otros condenados injustamen­te. Las organizaci­ones no gubernamen­tales que acogen los casos que otros descartan, que no se dejan derrotar por los reveses en los tribunales, que siguen buscando la elusiva estrella de la justicia, aunque el cliente no pueda pagar, merecen todo el respaldo, moral y económico, de la sociedad y del gobierno.

Estas organizaci­ones trabajan con donativos y a veces con asignacion­es legislativ­as que tienen que pelear año tras año con uñas y dientes. No debería ser así. Adquieren a veces notoriedad con casos sonados públicamen­te, como el de Torres Rivera, de la SAL o el de tres hombres de Aguada condenados injustamen­te, que fue trabajado por Proyecto Inocencia. Pero están día a día en las cortes librando incontable­s batallas anónimas por las personas que no tienen recursos para defenderse.

Merecen siempre el más alto apoyo y reconocimi­ento de toda la sociedad y del gobierno.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico