FUTURO SIN PANDEMIAS
La producción de vacunas nos ha permitido iniciar el año con la esperanza de superar el COVID-19. Sin embargo, el trabajo científico va más allá de frenar el coronavirus; tenemos que estudiar bien su origen y evolución para evitar sucesos similares.
Lamentablemente, esta crisis de salud mundial no ha sido un evento fortuito o aislado. En las últimas cuatro décadas han emergido enfermedades sumamente mortíferas y difíciles de controlar, como el VIH, ébola y zika. Tienen en común que su fuente ha sido la propia diversidad del planeta, es decir, las infecciones han surgido según los humanos hemos irrumpido en el equilibrio de los ambientes naturales.
Se estima que hasta 1.7 millones de tipos de virus desconocidos por la ciencia se encuentran en hospederos animales. Cerca de la mitad, presentes en mamíferos y aves, podrían infectar a humanos. Por tanto, interactuar con especies silvestres al eliminar sus hábitats para invadir terrenos, cazarlas para consumo, capturarlas para la venta o traficar en el comercio ilegal, es oportunidad de infección.
Los estresores ambientales, como la deforestación y el cambio climático, son detonantes para la diseminación de enfermedades porque debilitan los sistemas inmunológicos de animales, permitiendo que sus enfermedades pasen fácilmente entre ellos, y potencialmente a las personas.
Si la humanidad sigue actuando contra el planeta como hasta ahora, los expertos pronostican que otras pandemias surgirán con facilidad, matando a más personas y causando mayores daños económicos.
Lo que vivimos es señal de un planeta enfermo que requiere atención urgente. Las medidas de prevención de futuras pandemias están claras: conservar los ecosistemas y respetar a sus especies.