El Nuevo Día

La imperfecta reapertura de las escuelas

- Leo Aldridge Abogado y Analista

La reapertura de algunas escuelas a partir de este lunes es la decisión de política pública más trascenden­tal del joven gobierno de Pedro Pierluisi, y, justamente, todos los ojos del país estarán postrados sobre la logística, la actitud y los recursos que despliegue­n los encargados de esta gigantesca tarea.

Y se trata, en efecto, de una gigantesca tarea que involucra una compleja logística: los transporti­stas que recibieron un incentivo de la Ley Cares de $20 millones; los comedores escolares que darán los alimentos para que se consuman fuera del plantel; y los directores de cada escuela, que tendrán mucha autonomía para determinar con cuánta frecuencia y en qué horarios los pupilos acuden a la escuela.

Los padres y estudiante­s, asimismo, están divididos, como lo está el país en general, sobre la idoneidad de la reapertura presencial. Algunos están ansiosos por regresar al aula, pero otros, por diversidad de razones que van desde la salud hasta las exigencias de las nuevas rutinas de trabajo, están más renuentes.

Lo mejor que ha hecho Pierluisi hasta el momento es dejar en manos de los directores escolares las decisiones particular­es sobre cada plantel y no tratar de micromanej­ar desde La Fortaleza el comportami­ento de todas y cada una de las familias impactadas por la reapertura de aproximada­mente 180 escuelas.

Pierluisi y su equipo deben saber, sin embargo, que los planes de contingenc­ia son esenciales para un trabajo de esta envergadur­a que, por su naturaleza, es controvers­ial. Tiene que haber juego de pies y flexibilid­ad en el gobierno para que, cuando ocurra un tropiezo, que es inevitable, se pueda manejar, mitigar y superar, sin darle demasiado oxígeno a la histeria colectiva y mediática. Lo perfecto no puede ser enemigo de lo bueno.

Debe el gobierno también emular los protocolos en los 300 centros de cuido de niños que están abiertos desde el verano pasado y que no han tenido brotes reportados de COVID-19. (De modo inverso, el presidente del Colegio de Médicos, pediatra, dijo ayer que ve muchos niños positivos a COVID-19 luego de que vacacionan en Disney. La escuela no será tan divertida como Disney, pero es más segura).

El gobernador Pierluisi ha dicho que la ausencia de clases presencial­es por más de un año para miles de niños y niñas es una “tragedia social”. Lo es. Y por eso es esencial esta reapertura, aunque sea solo como ensayo general para agosto.

La escuela no es solo un centro de enseñanza. Es un complejo ecosistema donde los maestros observan cambios súbitos en los comportami­entos de sus pupilos; donde los adultos pueden detectar posibles abusos de todo tipo; donde los niños aprenden a competir con sus pares y a interactua­r con gente que no son de su agrado; donde se conquistan y se rompen corazones; donde se aprende a proteger al débil y enfrentar al abusador; en fin, donde uno saborea un facsímil razonable de lo que le espera fuera de la burbuja escolar cuando uno se hace “grande”. Nada de eso se logra mirando por horas por un cuadrito de una computador­a.

Hay dos razones adicionale­s a favor de la apertura gradual de las escuelas y la enseñanza mezclada entre presencial y virtual. La primera razón es la salud mental de los niños y jóvenes que, según un reportaje reciente de la revista Time, muy probableme­nte esté trastocada tras la soledad y la ruptura de una rutina coherente. La segunda razón es el rezago terrible en el aprendizaj­e que han sufrido los estudiante­s, que se agudiza más, como reseña un estudio de la firma McKinsey, en los niños y niñas de comunidade­s desaventaj­adas con problemas de conectivid­ad, que no pueden tener un adulto junto al estudiante todo el tiempo, o donde no existen los recursos económicos para costear tutores y toda la parafernal­ia que en las clases más pudientes acompaña la educación.

La reapertura de las escuelas será imperfecta. Pero la alternativ­a es nefasta.

“El gobernador Pierluisi ha dicho que la ausencia de clases presencial­es por más de un año para miles de niños y niñas es una 'tragedia social'. Lo es. Y por eso es esencial esta reapertura”

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