Mujeres negras: validar, reconocer y reparar
Cada 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer, institucionalizado por las Naciones Unidas. Sin embargo, se me hace imperativo pensarme como lo que soy y lo que represento en esta sociedad: una mujer negra, puertorriqueña. Y no se trata del mero hecho de ser y existir, sino de deconstruir introspectivamente y construir colectivamente con otras mujeres negras. En lo interno, crecemos con forjadores de identidad que impactan positiva o negativamente lo que seremos y hacia dónde nos dirigimos.
Colectivamente se nos suma y responsabiliza por perpetuar prejuicios. Desde pequeñas se nos adoctrina a ser delicadas, a portarnos bien y a cuidar nuestra apariencia, que muchas veces constituye el uso de químicos en nuestro cabello para vernos “peinadas” y “limpias”. Entonces, ¿cómo se reta la noción de que hay que comprar belleza porque con lo que nacemos no es suficiente y entonces, hay que “mejorar la raza”?
La estética se convierte en un reto que puede, según otros, determinar la capacidad que tienes para realizar cualquier tarea de manera profesional. Ser una mujer negra en Puerto Rico significa que cargues con unas expectativas que no son tuyas y que son parte de un imaginario que ha sido avalado y fortalecido con las comunicaciones, desde el cine, la televisión, la radio y lo que está escrito.
Un imaginario con expectativas de saber cocinar, bailar e hipersexualizar los cuerpos que nos pertenecen, pero cuidado con no cumplir con ninguna de ellas, pues tu negritud será cuestionada de inmediato. Pensemos esto desde la suma de las interseccionalidades que una mujer negra en Puerto Rico puede tener y como esto le resta privilegios e importancia dentro de una sociedad colonizada doblemente.
Pensemos en retos desde la existencia de una mujer negra inmigrante viviendo en el país y cómo se moldea su existencia desde la violencia y todos sus apellidos. Como caemos en el propio criptomelanismo, un problema de inseguridad y autoestima, vinculado a nuestras relaciones sociales y raciales con Norteamérica y que pretendemos utilizarlas para menospreciar a las mujeres negras inmigrantes que comparten la isla con nosotras. Más aún trivializar y cuestionar cuando las nociones de racismo son denunciadas. El decir que todos somos negros y negras o que somos producto de una mezcla de tres razas no sirven como el dedo que tapa el sol o al menos intenta hacerlo de acuerdo a la perspectiva de la mano. Sin embargo, así como el intento fallido de tapar el sol, no se puede negar que somos parte importante de esta sociedad, que la movemos y cargamos también.
En la colectividad, nos arraiga la sororidad que a veces se interpreta con una mirada entre mujeres negras por encima de nuestras mascarillas pandémicas. Es necesario decir “nos tenemos” con acciones que no reproduzcan opresión entre nosotras mismas. Es acompañarnos en toda nuestra negritud con todos los retos que llevan y validar la fatiga que no queremos pasar a una generación más. Es hacer el compromiso de que no queremos que nuestros niños y niñas hereden trauma, sino que hereden validación, reconocimiento y reparación. Es asumir nuestro justo lugar en todas las esferas que componen nuestro país desde lo social hasta lo político.
Es necesario decir 'nos tenemos' con acciones que no reproduzcan opresión entre nosotras mismas”