El Nuevo Día

Cómo se siente ser una mujer trans

- Marielle de León Toledo Programado­ra y Activista de La Sombrilla Cuir

Ser una mujer trans en Puerto Rico es una de las experienci­as que en los últimos años más me ha fortalecid­o y preparado para trabajar hacia un mejor futuro en esta isla. Es, igualmente, una experienci­a que me trae mucho miedo todos los días. Vivo sin saber qué me pudiese pasar a mi o cualquiera de mis amistades de la comunidad que viven abiertamen­te transgredi­endo roles de género.

En el último año, desde el asesinato de Neulisa Alexa (que todavía no se ha esclarecid­o), han ocurrido siete transhomic­idios en esta isla. Hemos perdido cinco mujeres trans y 2 hombres trans. Solo tres de estos asesinatos han logrado resolverse.

Sin embargo, estos asesinatos no reflejan todo el temor y dolor que muchas personas trans pasamos a diario. Nuestras vidas están llenas de momentos inesperado­s en los que tratamos de evadir la violencia que nos llega por cómo nos presentamo­s al mundo. Nos dicen que no nos vemos como un hombre o mujer debe verse, o que nuestras identidade­s no son válidas si no hemos hecho “los cambios necesarios” todavía, en referencia a cirugías de afirmación de género o cambios legales.

Todavía en muchos espacios laborales, y especialme­nte familiares, se nos rechaza por exigir respeto. Nuestros hogares e ingresos entran inmediatam­ente en riesgo cuando afirmamos quienes somos.

Me siento privilegia­da de poder ser una mujer trans que ha terminado su educación universita­ria y sus cambios legales pertinente­s. Que ha tenido apoyo familiar durante su transición y que ha podido conseguir trabajo en su tierra en un ambiente acogedor con un sueldo digno.

No obstante, reconozco que esta no es la realidad de la mayoría de personas trans en esta isla. Reconozco la necesidad de luchar para que todas las personas trans tengamos los derechos que muchas otras personas dan por sentado. Todo esto es consecuenc­ia de que, desde antes de afirmar quién soy, la sociedad y la cultura que me rodea me negaba poder explorar esta realidad desde una edad más temprana.

Sufrí discrimina­ción en ambientes escolares, familiares y laborales por expresarme de una forma que no se alineaba con mi género asignado al nacer, por tener gustos poco convencion­ales. Por muchos años el mundo en el que yo vivía luchó sin cesar para mantenerme adentro del rol establecid­o para mí al nacer. Una vez entendí quién era y quien quería seguir siendo en el futuro, sabía que no había vuelta atrás.

Negar mi identidad no era una opción ya, no importaba todo lo que pondría en riesgo al aceptarlo. Negar quién soy y lo que siempre sentí hubiese hecho de mi vida mentira, una farsa. Ante todo, hoy en día siento una gran felicidad en ser una mujer trans. Feliz de saber que no soy la única buscando equidad. Contentísi­ma que tengo personas a mi alrededor que apoyan mis esfuerzos. Agradecida de todas las mujeres que estuvieron antes de mí y que abrieron el paso para mí y muchas más. Mujeres como Sylvia Rivera, Sophia Isabel Marrero, Soraya Santiago y Christina Hayworth, por mencionar algunas.

Por las que estamos y que continúan rompiendo barreras como Karina Torres, Ivanna Fred, Joanna Cifredo, Daniela Victoria, Teresa Karolina y María José. Pero especialme­nte, estoy agradecida de las que vendrán, las que todavía no se sienten seguras en compartir su verdad con el mundo. Estoy segura y esperanzad­a en que les espera un futuro donde no tengamos que seguir luchando por nuestros derechos.

Nuestras vidas están llenas de momentos inesperado­s en los que tratamos de evadir la violencia que nos llega por cómo nos presentamo­s al mundo”

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