Meghan y Harry: palabras reales
La entrevista televisiva de Oprah Winfrey a los príncipes ingleses Harry Windsor y Meghan Markel acapara los titulares de prensa de una manera tan irracional como fascinante. En medio de la peor pandemia de nuestro tiempo, y con la correspondiente debacle económica que la acompaña, las vicisitudes de una joven pareja privilegiada, vinculada a la principal monarquía del mundo detuvieron los relojes por dos horas como si de un asunto vital se tratara. La explicación de esta fascinación da para escribir muchas páginas, pero a mí me provoca por el entrecruzamiento entre la historia y la ficción que en su entorno ocurre.
Jugar a la realeza es más viejo que el hambre, pero en este caso, sucede que Harry proviene de una familia real de enrevesado abolengo (imperial, belicista, esclavista), y está casado con Meghan una plebeya estadounidense de raza mestiza cuyo oficio anterior era el de actriz profesional de televisión. Como si faltaran agravantes, la madre de Harry, la princesa Diana de Gales, vivió y murió enmarcada por las denuncias de abuso emocional que sufrió de su familia política y una muerte trágica a manos de paparazis en un oscuro túnel de París.
En la combinación de estas vidas amplificadas por la globalización se conjuga el poder, la fama y la tragedia, entre otros ingredientes. Tanto así que por estos días sobresale en nuestros televisores (o dispositivo electrónico de preferencia) la serie de Netflix “The Crown”, que nos ofrece un gran trabajo dramático sobre esta familia disfuncional —valga la redundancia— cuya popularidad ha sido enorme. De manera que, al presenciar la entrevista y ponderar sus revelaciones de racismo, indiferencia y prejuicio contra la joven pareja es casi imposible evitar remitirse a lo que la serie nos ofrece de perspectiva sobre la reina Isabel, el príncipe Carlos y la fenecida princesa Diana, encarnados por actores y actrices, aunque esa “perspectiva” sea un trabajo literario informado por la historia. En este caso la historia y la ficción se mueven como una especie de tango lento, acompasado y apretado que nos hipnotiza con cada giro.
Claro que hay mucho de banalidad y farándula en que la entrevista se apodere de los medios de comunicación en el momento en que muchos nos jugamos la vida y la muerte en tiempos del COVID-19. Y la recuperación a futuro luce compleja por todos lados con consecuencias todavía imprevisibles. No obstante, hay algo muy humano en fijarnos en la vida de otros lejanos a nosotros porque nos alivia temporeramente de nuestro profundo sufrimiento. Y si esas vidas ya nos ocupaban por vía del arte, mucho mejor porque los ingredientes están disponibles para una suculenta sopa que se mueve por nuestra propia mano.
Ya veremos qué desenlace tiene la historia de Meghan y Harry en su búsqueda por labrarse un lugar en el mundo, pero una cosa es inevitable para nosotros: el palacio de Buckingham palpita para bien o para mal con los personajes de la serie que se han instalado en nuestras mentes mientras esperamos porque nos pongan la vacuna. Y por eso, la historia le apunta una deuda a la literatura.