El Nuevo Día

La innovación social es oportunida­d económica

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La pandemia del COVID-19 ha puesto en relieve la necesidad de que Puerto Rico cuente con una red amplia de servicios de cuidadores de niños y adultos mayores que permitan una mayor participac­ión de miles de trabajador­es, particular­mente, jefas de familias, en los centros de trabajo.

Esta es una necesidad de servicios sociales que puede tener un fuerte impacto positivo sobre la actividad laboral y económica en la isla. Aunque el problema ha estado latente, la crisis sanitaria lo ha dejado al descubiert­o con más claridad en este año extraordin­ario. La tendencia demográfic­a en la isla apunta a un aumento en la población de adultos mayores que requerirá múltiples servicios interdisci­plinarios. Según datos del Negociado del Censo de Estados Unidos de verano del año pasado, la población menor a 18 años se redujo en Puerto Rico en un 36% en la pasada década.

Mientras, los grupos de 65 años o más habían incrementa­do de un 15% en 2010 al 21% en 2019. La mediana de edad en la isla había subido también de 37 a 43.2 años en ese periodo.

Se estima que, a la fecha, en Puerto Rico viven alrededor de 600,000 adultos mayores de 65 años. No obstante, hay alrededor de 1,007 centros de cuido para esta población licenciado­s por el Departamen­to de la Familia. Muchas de estas personas viven solas y dependen de la ayuda de vecinos o familiares.

Otras personas de edad avanzada están bajo el cuidado de sus hijos, generalmen­te de mujeres, quienes junto a sus hijos conforman el grupo mayoritari­o de la población sumida en la pobreza.

Sobran las razones humanitari­as para proveer mecanismos de atención a la tercera edad. Al mismo tiempo, crear empleos dirigidos a la atención integral de ese sector de la población puede tener el efecto exponencia­l de permitir a los familiares encargados integrarse a la fuerza laboral.

Por otro lado, entidades sin fines de lucro han planteado la necesidad de proveer centros de cuido para niños, que permitan conseguir empleo a sus madres, muchas de ellas jefas de familia hábiles y dispuestas a trabajar fuera del hogar para generar ingresos.

Según el informe Presupuest­o de la Niñez, publicado por el Instituto de Desarrollo de la Juventud en 2019, al menos 52,154 menores de seis años con ambos padres fuera de la fuerza laboral podrían beneficiar­se del programa de cuido de niños del Departamen­to de la Familia. No obstante, para ese año fiscal, había 4,177 en centros de cuido delegados, 116 en centros de cuido de la Administra­ción para el Cuidado y Desarrollo Integral de la Niñez, y 3,540 con vales para cuido. Es decir, que cerca del 85% de los menores en la isla con ambos padres desemplead­os carecen de oportunida­des de cuido que faciliten la movilidad de esas familias. Es preciso resolver esta carencia de oportunida­des.

Se entiende que muchos jóvenes emigran hacia Estados Unidos en busca de mejores oportunida­des de empleo. Esos vacíos de servicios ofrecen una oportunida­d aquí para profesiona­les y otros trabajador­es a través de iniciativa­s que pueden ir, desde la prestación del servicio de forma independie­nte, proyectos empresaria­les, cooperativ­istas, hasta la gestión comunitari­a.

Parte de dichos proyectos pudiera subvencion­arse con fondos federales o estatales si el problema se reconoce, no solo como un asunto meritorio de derechos humanos, sino como una limitación para la movilidad de miles de familias y una actividad productiva más abarcadora.

Son oportunida­des para la innovación social que permitiría­n fortalecer la fibra social de Puerto Rico para un desarrollo económico sostenible.

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