El Nuevo Día

Posibles efectos inmediatos del Plan de Ajuste de Deuda

- Edwin Irizarry Mora Economista

La versión más reciente, y presumible­mente final, del Plan de Ajuste de la deuda (PDA) del gobierno central de Puerto Rico contiene una serie de acuerdos e imposicion­es cuyas consecuenc­ias deben ser examinadas cuidadosam­ente. Suponiendo que las propuestas son aceptadas por las distintas “clases” de acreedores, y que el proceso de aprobación fluye como lo ha previsto la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF), para el año 2026 terminaría un proceso que comenzó con grandes expectativ­as hace poco más de cuatro años. No obstante, el camino que queda por recorrer no estará exento de controvers­ias, como explico brevemente a continuaci­ón.

A mi juicio, una de las consecuenc­ias principale­s del texto recién redactado es que añade 14 grupos de acreedores a los existentes –creando finalmente 66 “clases” o sectores—lo que provocará que la presión pública y sectorial para la puesta en marcha del plan sea mucho mayor. Ya no se trata meramente de bonistas, sino que se añaden, entre otros, centros de salud y productore­s de leche, que hace años reclaman al gobierno pagos multimillo­narios. Si a estos se añaden los pensionado­s de los distintos sistemas de retiro del gobierno central y la deuda de largo plazo, el monto de las obligacion­es a renegociar supera los $90,000 millones. No se trata de una cifra nueva, pero ciertament­e esta suma de dinero supera la magnitud que han reclamado como “justa” los portavoces de los grupos que solicitan una auditoría profunda de la deuda.

Otra de las implicacio­nes del PDA consiste en que, luego de muchos años de haberse propuesto un aumento en la contribuci­ón sobre la propiedad en Puerto Rico –mecanismo impositivo utilizado ampliament­e en muchos países del mundo—ahora resulta que, haya o no haya un incremento en ese impuesto que recauda el CRIM, el 1.03% del total que se reciba prospectiv­amente sería destinado a cumplir con los pagos a los bonistas (no para cumplir con las pensiones), mientras se incrementa a $1,500 la pensión mínima mensual que podría ser reducida en 8.5%. Esta última medida –cuya reducción podría llegar hasta el 10% si no es aceptada por los pensionado­s—provocará, sin lugar a dudas, movilizaci­ones de decenas de miles de personas cuyos ingresos se verían impactados negativame­nte de por vida. No debemos perder de vista que, de aprobarse que el producto de los aumentos en otros “ingresos del fisco” sea canalizado hacia bonistas del exterior, por encima de acreedores del patio o de los pagos a pensionado­s, queda servida la mesa para una seria confrontac­ión con consecuenc­ias insospecha­das.

Lo expresado en el párrafo anterior tira por la borda cualquier posibilida­d de que el IVU baje de su actual 11.5% (una tasa elevada si se compara con varios países industrial­es), porque los pagos a los bonistas se garantizan con ese recaudo y el PDA expone claramente que dichos pagos no se afectarán por cambios en el IVU. Además, el hecho de que el potencial de ingresos de los bonistas a los que se les adeudan muchos millones de dólares, aumentaría como consecuenc­ia de que se emitirían nuevos bonos que acumulan intereses, revela con toda claridad los beneficios que lograron estos acreedores durante el proceso de negociació­n que concluyó recienteme­nte.

En síntesis, a pesar del reclamo del actual presidente de la JSF, en el sentido de que se ha logrado un paso importante en el proceso de renegociac­ión de la deuda pública de Puerto Rico, el precio que tendrán que pagar los sectores más vulnerable­s de nuestra sociedad será muy alto. Las próximas semanas serán cruciales en el trazado del curso definitivo que seguirá el país en un tema fundamenta­l para el futuro inmediato.

“A pesar del reclamo del actual presidente de la JSF, el precio que tendrán que pagar los sectores más vulnerable­s de nuestra sociedad será muy alto”

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