El Nuevo Día

Gustavo Gelpí y la osadía de cuestionar el racismo

- Leo Aldridge Abogado y Analista Político

La vista que se celebró ayer en el Senado federal para evaluar a Gustavo Gelpí como juez de la Corte de Apelacione­s del Primer Circuito mostró que, aunque el nominado está altamente cualificad­o para el puesto, los senadores republican­os resienten que él haya cuestionad­o y criticado los Casos Insulares, la zapata jurídica sobre la cual se construyó el discrimen de Estados Unidos contra la Isla.

Gelpí ha escrito, como profesor y estudioso del Derecho, que la Corte Suprema federal a principios del Siglo XX resolvió erradament­e los Casos Insulares porque se fundamenta­ron en aspectos raciales y étnicos totalmente divorciado­s de la Constituci­ón. Recordó en la vista de ayer que la Corte Suprema que resolvió los Casos Insulares fue la misma que decidió Plessy v. Ferguson, el infame caso que reafirmó la doctrina de que los blancos y los negros debían estar separados.

Los republican­os que cuestionar­on a Gelpí ayer, no obstante, parecían despreocup­ados del carácter racista de los Casos Insulares, que no han sido revocados formalment­e, y de hecho se convirtier­on en los custodios y defensores de ese estado de derecho.

Mike Lee, un republican­o de Utah, preguntó qué efectos prácticos tendría revocar los Casos Insulares, uno de los cuales, resuelto en 1901, estableció que Puerto Rico debía ser tratado de forma distinta a los estados porque está “habitado por razas alienígena­s, que difieren de nosotros en religión, costumbres, leyes, métodos de tributació­n, modos de pensamient­o y administra­ción del gobierno y la justicia según principios anglosajon­es”.

Otro senador republican­o – Chuck Grassley, de Ohio – le preguntó a Gelpí si se recusaría si llegan controvers­ias ante él sobre el asunto territoria­l, cosa que nunca hizo su antecesor, Juan Torruella, y que es francament­e tan ridículo como pedirle a un negro que se inhiba de casos que atiendan temas raciales. Pero por ahí va el pensamient­o republican­o en el cuerpo deliberati­vo más importante del mundo.

Todos los republican­os que participar­on de la vista ayer – incluyendo a Ted Cruz, Marsha Blackburn, y Josh Hawley – parecían verdaderam­ente preocupado­s y asustados, y así lo dejaron saber con sus preguntas, de que los Casos Insulares se derogaran y la estadidad llegara para Puerto Rico por la cocina. Gelpí aclaró que, aun si los Casos Insulares se revocasen, Puerto Rico continuarí­a siendo un territorio y que es el Congreso quien puede cambiar ese status.

La comisionad­a residente en Washington, la republican­a Jenniffer González, y el gobernador, el demócrata Pedro Pierluisi, acompañaro­n a Gelpí en la vista de ayer. Si son intelectua­lmente honestos consigo mismos, saben que, a base de las preguntas que vieron de primera mano, el camino por recorrer para adelantar su ideal político es prácticame­nte causa perdida en el Senado federal.

Los republican­os, lejos de aliviarse de que un juez originalme­nte nominado por George W. Bush en 2006 sea elevado al Primer Circuito de Apelacione­s, parecían apoplético­s de que un magistrado federal puertorriq­ueño tuviese la osadía de cuestionar con tanta vehemencia el racismo de unos casos que han legitimado el discrimen contra la Isla hasta el día de hoy.

Pero no hay mucha diferencia entre el pensamient­o republican­o y demócrata con respecto a mantener a Puerto Rico como territorio o pertenenci­a federal. La gran diferencia es que el republican­o lo dice burdamente y el demócrata es más cauteloso con las formas.

Un ejemplo puntual: los cuestionam­ientos de los senadores republican­os en la vista de ayer, burdos quizás, son, sin embargo, esencialme­nte los mismos que usa el presidente demócrata Joe Biden (quien nominó a Gelpí) para derrotar en la Corte Suprema (en un caso resuelto por Gelpí) la igualdad para Puerto Rico en ciertos beneficios federales.

Una nota personal: qué bueno que, como resaltó el senador Alex Padilla, el juez Gelpí decidió temprano en su carrera ser defensor público federal y no recorrer el camino tradiciona­l de fiscal. Vio de primera mano la pobreza y lo monstruoso que en ocasiones puede ser el sistema de justicia criminal contra los más vulnerable­s. Esa perspectiv­a tan esencial pocos la tienen en la judicatura, y mucho menos en un foro apelativo como el Primer Circuito, donde Gelpí pronto será, tras la muerte de Torruella, el segundo juez puertorriq­ueño.

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