Filigrana de Adjuntas
Las hermanas Carmen Milagros y Alma Figueroa Pérez regresan a las ferias de artesanías para mostrar su arte de crear figuras a partir de coloridos rollitos de papel
La flexibilización de las medidas contra el COVID-19 ha permitido que reinicien las ferias de artesanía y, con ellas, también regresan artesanas como las hermanas Carmen Milagros y Alma Figueroa Pérez.
Manteniendo la distancia y tomando precauciones, el dúo oriundo de Adjuntas muestra un trabajo impecable de filigrana en papel con el que desarrollan imágenes que presentan en cuadros, picadores, platos, botellas y otras superficies, en la Ruta Artesanal de Plaza Las Américas.
Una herramienta similar a una aguja les permite enrollar pequeñas tiras de papel a colores para formar una espiral que luego moldean a su gusto, según el diseño de la figura en proceso. Van pegando los rollitos de papel uno a uno sobre una lámina o un dibujo para formar una figura al relieve. Es un trabajo que requiere concentración, delicadeza y precisión, tal como ocurre con la técnica de filigrana utilizada en la joyería.
“La gente piensa que el trabajo es todo menos papel. Preguntan si es cinta, crayola, hilo.
Nos preguntan cómo hacemos el trabajo y cuánto tardamos en hacer las piezas”, destaca Alma sobre el regreso a las ferias artesanales, luego de año y medio de distanciamiento y de su primera participación en el evento del centro comercial de San Juan.
Esta técnica “originalmente la usaban las monjas para adornar papeles”, explica Carmen, a quien sus amigos y familiares llaman “Cuca” y quien destaca que, para ella, el trabajo en filigrana de papel es una terapia.
Enfermera graduada de profesión, Carmen cuenta que, luego de graduarse, trabajó unos meses en el Hospital de Castañer para luego aceptar un puesto de enfermera escolar en el Departamento de Educación. Luego de 27 años de trabajo, se jubiló, en 1999, y ella y su hermana continuaron tomando clases de manualidades.
“Hago muchísimas cosas, como soles y calado, y he cogido todos los cursos que dan en la Escuela Artesanal de Fomento en Plaza del Caribe. Hace como ocho o nueve años, nosotras habíamos cogido unas técnicas básicas de filigrana, encontramos una señora que daba clases de filigrana en Caguas y fuimos a coger clases. Estuvimos como tres o cuatro años cogiendo clases, una vez en semana”, cuenta. Comenzaron a vender como artesanas certificadas hace cerca de siete años.
“Una vez que uno se envuelve, uno se olvida de todo, se le quita a uno la ansiedad, uno ocupa el tiempo y no está pensando en disparates”, puntualiza Carmen, de 72 años, sobre la función terapéutica del trabajo que hace.
Por su parte Alma, de 66 años, destaca que estudió psicología, pero “ante la falta
“Una vez que uno se envuelve, uno se olvida de todo, se le quita a uno la ansiedad, uno ocupa el tiempo y no está pensando en disparates”
CARMEN M. FIGUEROA PÉREZ ARTESANA
“Estoy certificada en un montón de cosas, pero esto fue lo que me llamó la atención. Es un poquito trabajoso, pero me llena. Yo veo una lámina y me desvivo”
ALMA FIGUEROA PÉREZ ARTESANA
de trabajo en ese campo tomé unos créditos de pedagogía que me faltaban y estuve 32 años enseñando en la escuela elemental en Adjuntas”.
Tras el retiro, continuó tomando clases de diversas labores, como vitral, intarsia y mosaico. “Estoy certificada en un montón de cosas, pero esto fue lo que me llamó la atención. Es un poquito trabajoso, pero me llena. Yo veo una lámina y me desvivo” por trabajarla con filigrana.
“En este arte hay más creatividad y es menos riesgoso” que cortar cristales o madera para trabajos como el mosaico o la intarsia. “Es un trabajo más cómodo que puedes hacer en cualquier sitio, hasta sentada en una oficina de un médico”, dice Alma.
“Yo he hecho dos tocados de novia en papel. Se hacen unas prendas espectaculares. Una vez hice unos adornos y los pegaba con velcro en una camisa. La filigrana es bien versátil”, agrega la educadora, quien se describe como una lectora voraz y destaca que es integrante de la directiva de la Asociación de Maestros Capítulo de Adjuntas.
A tono con su profesión y experiencia laboral, Alma, junto con Carmen, llevan cerca de cuatro años transmitiendo todos sus conocimientos de forma voluntaria a un grupo de personas en Cayey. Las reuniones se interrumpieron por la pandemia, pero previsiblemente se reanudarán en algún momento por la amistad que han desarrollado. “Nosotras no podemos salir de ellas, ni ellas de nosotras”, dice en broma Carmen.
Las hermanas también se involucran en actividades que crean conciencia y que son para beneficio de la comunidad, y hace 16 años organizan el evento Caminantes de Adjuntas por la Vida, que es un “relevito” a beneficio de la Sociedad Americana contra el Cáncer.
“En el área sur somos el grupo que más dinero recauda. Hacía dos años que no lo habíamos hecho por los temblores y por la pandemia, pero este año hicimos una actividad y recogimos algo”, revela Carmen.