Retos de los cuidadores en tiempos de pandemia
¿Qué haríamos si no los tuviéramos? La ayuda que proveen los cuidadores familiares en el país equivale a $3,200 millones al año e invierten 380 millones de horas ofreciendo cuidados, según estudios de AARP. La realidad es que el 55% de estos cuidadores sufre desgaste emocional, tiene quebrantos de salud, no tienen mucha vida social y la pandemia ha profundizado este problema.
El asunto de los cuidadores familiares es un problema multigeneracional, ya que se atienden necesidades de niños, jóvenes y adultos mayores. El cuido de los mayores usualmente requiere la coordinación de servicios de salud en oficinas médicas, centros de tratamiento o estudios especializados y, también en el hogar.
Los datos demográficos recientes de Puerto Rico destacan la baja natalidad y el efecto detrimental de la emigración de puertorriqueños en edad productiva. Frecuentemente encontramos adultos mayores cuyos hijos han emigrado y dependen de otros familiares y amigos para su cuido. Hay escasez de cuidadores con paga y son muchos los que no pueden asumir los costos de cuido y permanecer en su hogar. Asimismo, los hogares residenciales para personas mayores con problemas de salud son igualmente escasos y costosos.
Durante la pandemia se disparó el número de horas dedicadas al cuido de familiares, ya que las escuelas y los centros de cuido para niños y adultos permanecían cerrados total o parcialmente. A eso se suman las dificultades para coordinar citas médicas y de laboratorios al igual que las gestiones en agencias de gobierno. Además, la noticia reciente de que a estas alturas todavía hay unos 300,000 adultos mayores sin vacunarse en Puerto Rico. La situación se complica por la falta de electricidad – con o sin huracanes- en las residencias de personas encamadas o que dependen de respiradores y refrigeración para sus medicamentos.
Los puertorriqueños somos solidarios y la mayoría está comprometida con el apoyo a padres, abuelos, nietos e hijos. Pero lo que hemos descrito complica la vida de los cuidadores, produce agotamiento y ansiedad ante las dificultades para obtener servicios y productos que escasean por la pandemia y falta de inventarios.
Como cuidadora, expreso un sentir generalizado entre los que realizamos esta labor. Necesitamos tiempo para cuidarnos a fin de evitar que de cuidadores pasemos a ser cuidados. Igualmente, sentimos una enorme angustia al no tener la certeza de que podremos darle la calidad de vida que merecen nuestros seres queridos en su momento de necesidad.
Hacemos un llamado al gobierno y todos los sectores ante la falta de un sistema de apoyo a nombre de los 490,000 cuidadores en Puerto Rico y sus familiares, porque los servicios se han debilitado más con la pandemia. Igualmente, los servicios de transportación continúan siendo un gran reto, así como las citas médicas, y hay poca oferta de asistentes en el hogar. Los cuidadores somos el eje del sistema de cuidado prolongado en Puerto Rico, pero dependemos de sistemas de apoyo inefectivos. Hay que tomar acción para prevenir una crisis y pensar seriamente: ¿Qué pasaría si no nos tuvieran?
“Los cuidadores somos el eje del sistema de cuidado prolongado en Puerto Rico, pero dependemos de sistemas de apoyo inefectivos. Hay que tomar acción para prevenir una crisis”