Eduardo Lalo: Cuba, territorio delirante de América
Eduardo Lalo Isla en su tinta
“La Cuba prerrevolucionaria se construyó con esta inclinación apasionada a la violencia y la Revolución fue simultáneamente reacción y redirección de esta”
Hace pocos meses vi un documental sobre el escritor cubano José Lezama Lima. Este fue armado a partir de un limitado material documental y de una serie de entrevistas a críticos literarios que eran en su mayoría cubanos laborantes en universidades estadounidenses, excepto por la bienvenida y cuerda intervención de un puertorriqueño. En él se va urdiendo una versión posible de la vida del autor de Paradiso. Gran parte del filme es una recreación. Actores y actrices “dan vida” a escenas de la infancia, juventud y vejez del escritor. Así lo “vemos” de niño en los almuerzos de su familia “patricia”, en la juventud y primera madurez y, sobre todo, en el periodo revolucionario hasta su temprana muerte en 1976. En una de las entrevistas un crítico cubano afirma que Lezama es uno de los grandes poetas de la literatura universal. El aserto grandilocuente y desproporcionado, ombliguista y deformador, pronunciado desde una pretendida autoridad crítica, me ha venido a la mente más de una vez desde que el domingo pasado, en las calles de muchos pueblos y ciudades de Cuba, cientos de ciudadanos iniciaran una inesperada serie de protestas contra el gobierno de La Habana.
Antes de proseguir y con el fin de coartar en lo posible los delirantes propósitos que algunos lectores acostumbran a dirigirme, debo dejar establecido que nací en Cuba y que desde los dos años vivo en Puerto Rico. De mi lugar de nacimiento no tengo un solo recuerdo y en Puerto Rico han estado mi vida y mis afectos por los últimos 59 años. Esto le ha resultado inaceptable a ciertos ciudadanos de la Antilla mayor, propensos a los delirios del cubanocentrismo. Cuba es para mí un país extranjero, nada más.
Puerto Rico, sin embargo, es mi lugar en el mundo. Por lo tanto, no veo a los cubanos ni a lo cubano con los lentes telescópicos y microscópicos del proverbial, y para mí inaceptable y ridículo, Cuba es lo más grande.
En segundo término, quiero expresar mi solidaridad de siempre con una larga lista de escritores y artistas cubanos cuya libertad de creación y pensamiento fue coartada por las pretendidas causas mayores de la Revolución. De mi familia haber permanecido en la isla y de haber yo sido cubano, estoy seguro de que hubiera engrosado la larga lista de autores que desde José Lezama Lima y Virgilio Piñera hasta Abilio Estévez y Antonio José Ponte, se vieron obligados a confrontar las violencias de un Estado para el que la cultura no fue en muchas ocasiones más que un área de incomprensión y sospecha. En este sentido, quiero enmarcar estas líneas en el espíritu que se desprende de las declaraciones que la prensa ha recogido en estos días de tres Premios Nacionales de las Artes cubanos, el artista visual Lázaro Saavedra y los músicos Chucho Valdés y el admirado Leo Brouwer, que han censurado la represión de los manifestantes por el gobierno cubano. Igual que en Puerto Rico a lo largo de toda una vida he condenado a fuerzas del Estado cuando arremeten contra manifestantes que osan concebir situaciones y futuros mejores, asimismo censuro las grotescas imágenes de jóvenes reclutas del ejército cubano instados a repartir caña entre los manifestantes con el respaldo de un grupo de hombres en ropa de civil armados con palos. Las imágenes que se dieron en la icónica Plaza de la Revolución hablan por sí solas y resultan imposibles de justificar con cualquier recurso retórico.
Por otro lado, en el campo del exilio cubano se reporta que “llegado el momento, le pidieron al alcalde de Miami… que parara la música porque lo que querían eran acciones concretas para lograr una ‘Cuba libre’”. Las “acciones concretas” que se le exigían a un ¡alcalde! sin duda tenían que ver con un proyecto de invasión y derrocamiento del régimen cubano. Por la misma línea iban los dueños de unas decenas de pequeñas embarcaciones de motor, con las que una marina espontánea de exiliados pretende en días próximos llegar a Cuba, violando entre otras una serie de leyes estadounidenses. Además, hay quienes exigen al presidente Biden (al que los más locuaces están a punto de considerar comunista), la inmediata ubicación de globos aerostáticos para proveer con servicios de internet a los ciudadanos cubanos, que de este modo podrían transmitir en vivo su verano anticomunista. Los delirios plurales e ilimitados llevan a la industria informativa (y de entretenimiento) próxima a los exiliados de Miami a vislumbrar caídas prácticamente inmediatas del gobierno cubano. Ya se urden las explicaciones y sus villanos, ya se aprovechan la impaciencia y el dolor de tantos, imaginando que los deseos de cambio en la Antilla mayor se frustran por la pusilanimidad de Biden y las tramas ocultas y paranoicas de imaginarias redes izquierdistas. Esta semana un exembajador de Nicaragua consideró que lo que sucede en su país y en Venezuela y Cuba se debe a la eliminación de la oposición y “la influencia de Moscú”. El agua corriente en Miami debe tener peyote.
Como millones de personas vi las protestas. ¿Qué contenían esas imágenes? Muchas decenas de cubanos caminando por calles sin árboles, con el sol cayendo a pico, por calzadas mal asfaltadas y llenas de huecos, bordeando edificios desvencijados y en ruinas. Iban a pie, en scooters, en viejas bicicletas y muchos llevaban en la mano celulares con los que grababan su perspectiva de la manifestación.
Eran una multitud harta de que se justifique todas las insuficiencias con el cadáver podrido de la Guerra Fría o con las esperanzas puestas en una Revolución cuyo proyecto dejó de existir hace por lo menos tres décadas. Pero hay además otras imágenes: las de los exiliados que sueñan con una invasión inmediata, con rápidas venganzas, con el vislumbre de lo que rendirán los dólares en una Cuba “liberada”.
Los cubanos nunca han confrontado la violencia fundamental que forma sus pesadillas históricas. La Cuba prerrevolucionaria se construyó con esta inclinación apasionada a la violencia y la Revolución fue simultáneamente reacción y redirección de esta. El discurso de Miami machacado ya por varias generaciones vibra aún porque se imaginan nuevos paredones.
Un crítico cubano exiliado afirma que se puede hacer una lista: Homero, Shakespeare, Lezama Lima. Un dueño de un pequeño bote con un motor fuera de borda usado para paseos dominicales bien irrigados con cerveza sirve para una nueva Bahía de Cochinos. Por cosas como éstas es por lo que una Revolución agotada puede parecer eterna en Cuba, territorio delirante de América.