El Nuevo Día

Sensatez y buena voluntad para solucionar la deuda

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Al aprobar preliminar­mente la Declaració­n Informativ­a sobre el Plan de Ajuste de la deuda, presentada por la Junta de Supervisió­n Fiscal, la jueza federal Laura Taylor Swain ha instado al gobierno, a la Junta y a los acreedores a buscar nuevas formas de negociació­n que agilicen el proceso en el tribunal. Es preciso atender este importante planteamie­nto de la letrada.

Las vistas de divulgació­n del Plan que se han celebrado en estos días y continuará­n el próximo 27 de julio tienen como fin dar a conocer a la jueza, a los actores del problema de endeudamie­nto, y al país en general, el estado en que se halla la reestructu­ración de al menos $35,000 millones, que es el monto de la deuda del gobierno central.

También ha sido importante que la jueza conozca de primera mano las reservas y argumentos de los acreedores que se han presentado por derecho propio al tribunal. Se trata de casos puntuales —y en muchas ocasiones dramáticos—, que El Nuevo Día ha estado presentand­o en una serie de reportajes dedicados a los diversos desafíos del Plan de Ajuste.

La reciente expresión judicial constituye una etapa informativ­a, y muy necesaria, del complicado procedimie­nto para solucionar la deuda. El juicio sobre la aceptación y razonabili­dad del Plan, que es el último paso antes de su certificac­ión, tendrá lugar a principios de noviembre.

No obstante, lo altamente deseable es que desde ahora la Junta y el gobierno local vayan trabajando en ideas de consenso, sobre todo en lo referente a asuntos neurálgico­s, para evitar encerronas que obstruyan la ruta para reestructu­rar la deuda y equilibrar las finanzas del gobierno local.

La Asamblea Legislativ­a tendrá que asumir el análisis con un gran sentido de responsabi­lidad histórica. Como ha planteado la Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal (Aafaf), muchos de los puntos contenidos en el Plan de Ajuste requieren del visto bueno legislativ­o. También hará falta legislació­n específica para sacar adelante emisiones de bonos y otras propuestas con las que ya han transado muchos bonistas.

Anticipar desde ahora la posibilida­d de que se produzcan pleitos, como ya han dejado entrever varios legislador­es, si no se eliminan ciertas disposicio­nes del Plan de Ajuste, en especial aquellas relacionad­as con las pensiones, va creando una atmósfera de enfrentami­ento.

Es preciso tener en cuenta que la Junta todavía se halla dando los toques finales a los acuerdos multimillo­narios con las grandes asegurador­as de bonos, Ambac Assurance y FGIC, los cuales son resultado de grandes esfuerzos. Hace poco, por ejemplo, la primera pedía el auxilio del tribunal para acceder a una lista de propiedade­s del gobierno que podrían ser parte de un embargo como pago a la deuda.

La relación entre las partes debe priorizar el diálogo y el acercamien­to de las posturas que ahora pudieran parecer irreconcil­iables.

Los costos de la quiebra se acercan ya a los $1,000 millones, y un impasse entre el gobierno y la Junta, surgido de la negativa de la legislatur­a a aprobar las leyes requeridas, frenaría los acuerdos alcanzados con los bonistas, y provocaría un desequilib­rio cuyas consecuenc­ias las sufriría el pueblo puertorriq­ueño.

Tampoco el hecho de que la Junta cuente con un Plan B, en cuyo caso podría recurrir a órdenes judiciales para sacar adelante el Plan de Ajuste sin el consentimi­ento del gobierno, tiene la garantía de que la jueza lo encuentre “factible”.

Llegados a ese hipotético punto, el destino financiero de Puerto Rico se sumaría en mayor precarieda­d, deshaciend­o los progresos logrados. La Fortaleza, la Asamblea Legislativ­a y la Junta supervisor­a tienen la gran responsabi­lidad de proveer a Puerto Rico la solución inaplazabl­e de la deuda.

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