El Nuevo Día

El voceteo

- Silverio Pérez Escritor

Hay un voceteo obvio, evidente, irritante. El estruendo se acerca por la carretera que pasa justo al lado de la casa donde cuido a mi centenario padre y a mi nonagenari­a madre. Ellos aún no lo perciben. Se aproxima aún más. Ya siento el rechinar en las persianas de la sala y en los trastes del fregadero por la vibración de frecuencia­s bajas que produce el conjunto de bocinas a todo fuete del carro que se avecina. Papi, a pesar de estar casi sordo, lo siente y se inquieta. Piensa que es un sismo; el trauma del de 1918 está grabado en su psiquis. Mami sale abruptamen­te de su somnolenci­a habitual y se incorpora alarmada. Los ojos se le desorbitan.

El carro pasa, pero la contaminac­ión sonora deja su efecto devastador en la pequeña sala donde dos ancianos reclaman su derecho a que no les alteren su paz. Esto pasa a cada rato, a cualquier hora, en este país manga por hombro. Observé desde la ventana el paso del voceteador. Joven corpulento, en camisilla, convencido de que el ruido que lleva a su paso acentúa su condición de macho alfa. Detrás de todo ese alboroto percibo gente insegura, asustada, que se aferran a esos elementos externos para ocultar su debilidad interior.

Hay otro voceteo, no tan obvio, pero igualmente irritante. Proviene de gente que desde las bocinas que les proveen las redes sociales gritan su ira, su intoleranc­ia a la opinión disidente, su odio al que piensa, al que no vive en la prisión del fanatismo político o religioso enajenante. Ese voceteo del fanatismo político y religioso también contamina el ambiente e impide que, como seres racionales, escuchemos, ponderemos, reflexione­mos y nos pongamos de acuerdo.

Hay temas que aumentan el volumen de ese otro voceteo. Hay protestas en Cuba, como en todos los países del mundo, y por obra y magia del subdesarro­llo ideológico caemos de fondillo, bocinas en mano, en los tiempos de la Guerra Fría. Vuelven los mismos argumentos de la derecha reclamando a gritos la intervenci­ón armada de los Estados

Unidos; regresan los silencios de la izquierda parapetado­s en la innegable realidad del bloqueo inhumano condenado año tras año por la comunidad internacio­nal. La votación de este año en la ONU fue 184 a 2 y es la vigésima novena ocasión en que lo hace. Pero ni en un lado ni en el otro parece haber un ápice de intención de entender que vivimos otros tiempos. Tiempos que reclaman que los que defendemos posturas de izquierda seamos también capaces de ser autocrític­os y que no nos hagamos de la vista larga con lo que sucede en Nicaragua, en Venezuela y en Cuba para así tener entonces la fuerza moral para defender logros innegables de una revolución que, como cualquier lugar del planeta, tiene luces y sombras.

El voceteo de muchos que mientras aprovechan la situación a la que se enfrenta el pueblo cubano, han estado silentes ante lo que sucede en Haití, que está en nuestro propio patio; no levantan sus voces cuando una Junta de Control Fiscal, a todas luces dictatoria­l, le pasa por encima a la Legislatur­a para imponer su criterio de recortarle el retiro a los pobres para aumentar el dinero que se les pague a los bonistas. No se oye el voceteo cuando se asfixia económicam­ente nuestra Universida­d y se socavan institucio­nes importante­s de nuestra cultura como la Escuela de Artes Plásticas, el Conservato­rio de Música, la Orquesta Sinfónica, entre otras. La situación cubana, que debe ser resuelta por los propios cubanos, y que amerita analizarse y criticarse de ser necesario, expone crudamente la hipocresía de ese voceteo acomodatic­io de los extremos ideológico­s.

Ese voceteo, por no ser tan evidente como el que acelera el débil corazón de mi madre y vulnera la fragilidad de mi padre, es más peligroso porque no se regula con leyes populistas que les ganan votos al que propone que multen a los alborotoso­s. ¿Qué tal si decidimos levantar la voz contra todo lo que sea injusto, opresivo, sea de derecha o izquierda, y nos dejamos de hipocresía­s?

“La situación cubana, que debe ser resuelta por los propios cubanos, expone crudamente la hipocresía de ese voceteo acomodatic­io de los extremos ideológico­s”

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