MAYRA MONTERO: El ajuste de la deuda y el confeti de Pierluisi
Ante la precariedad multidimensional que viven hoy nuestros hermanos cubanos, el patrón de detenciones, censura y persecución contra los críticos del Estado comunista confirma que un problema central en la mayor de las Antillas es la ausencia de democracia, que estrangula libertades y otros derechos de su gente. El silencio selectivo ante tal atropello se hace cómplice.
Es claro que la revolución cubana y sus beneficios están obsoletos ante las realidades del presente. Pretender sostener estructuras inservibles, y a costa de la libertad, es un precio muy alto para el pueblo cubano. Al mismo tiempo, es evidente que Estados Unidos tiene que poner fin al embargo económico que por décadas ha impuesto contra Cuba, en detrimento de la gente. El embargo es tan injusto y atropellador como el régimen cubano, y su único logro es alimentar la propaganda que se le inculca a un pueblo que debe seguir sufriendo.
La Declaración de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas expone que la libertad deriva del reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de toda persona. El documento, que es faro mundial de justicia y paz, define las diversas libertades correspondientes a cada persona, independientemente de su opinión política: derecho a la vida, la libertad y la seguridad, a asociarse libremente, a elegir el trabajo y a contar con un nivel de vida adecuado.
El derecho a disfrutar esas libertades le ha sido negado al pueblo cubano desde que el castrismo se instaló en el poder en 1959. Por más de seis décadas, el Estado ha dictado sobre la vida, pertenencias y movimientos de los ciudadanos. Esa ausencia de libertades está consignada en la nueva Constitución cubana, con un lenguaje que pretende perpetuar las estructuras autoritarias comunistas y el absolutismo partidista.
En pleno siglo 21, cuando movimientos en el mundo levantan la bandera de las libertades civiles y hacen colapsar tiranías, Cuba perdió la oportunidad de desligarse de un sistema que ha despojado a familias de seres queridos y bienes, causando mucho sufrimiento.
Demasiadas veces ese sistema ha sido idealizado, pese a que ha probado su falencia y desgaste. De espaldas al futuro, la nueva Constitución cubana, aprobada en 2019, mantiene al Partido Comunista de Cuba como “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del
Estado”, que concibe a los ciudadanos como subordinados sin voluntad.
Desde el domingo pasado, el mundo ha sido testigo de cómo esa letra constitucional se manifiesta en represión contra un pueblo que por décadas ha sufrido carencias que impiden su desarrollo y limitan los abastos para la sobrevivencia.
El régimen ha hecho alarde de sus avances en salud y educación, sin que alcancen a todos por igual. Perdidos los subsidios que sostuvieron al sistema como apéndice de la antigua Unión Soviética, la economía cubana no ha podido ofrecerle empleos, salarios ni alimentación suficientes y dignos a la gente.
Aún bajo la relativa estabilidad artificial que le proveyó la ayuda soviética, el malestar con el régimen en Cuba y la desesperación de los cubanos se hizo visible con el éxodo masivo por el puerto de Mariel, hace 41 años. El gobierno tuvo que cambiar el tono ante la alzada de ciudadanos que exigían asilo político en la embajada de Perú en La Habana y permitir que más de 125,000 vidas navegaran hacia oportunidades en las llamadas flotillas de la libertad.
Nuevamente, la esencia autoritaria del régimen ha quedado desenmascarada esta semana con la muerte de al menos un manifestante, la detención de más de un centenar de personas, incluidos periodistas, y el corte de los servicios de internet y datos móviles, en respuesta a las manifestaciones de un pueblo que rehúsa continuar sumiso y en precariedad.
La valentía de los manifestantes y el derecho del pueblo cubano a la libertad merecen recibir del mundo un resonante pronunciamiento solidario de indignación contra la dictadura.
Desde cada rincón del planeta, incluido Puerto Rico, independientemente de ideologías, reconózcase con honestidad el abuso que sufre el pueblo cubano y su derecho a disfrutar de libertad y democracia. Unamos voces a la denuncia y demostremos al pueblo oprimido que lucha desde las entrañas de Cuba que no está solo.