El paso de Ida por Luisiana es lección para Puerto Rico
Hoy empieza septiembre, el mes más activo para Puerto Rico en lo referente a la formación de tormentas y huracanes en el Océano Atlántico, justamente tras el azote del ciclón Ida en Luisiana.
La experiencia de Luisiana con Ida, unida al hecho de que en la isla vivimos un período intenso de contagios y muertes por COVID, obliga a las autoridades a extremar las medidas en dos direcciones: intensificar la estrategia contra el virus, y prepararse mejor ante la posibilidad de un evento atmosférico. Miremos el ejemplo de Luisiana, en especial Nueva Orleans. Aun con lo catastrófico que ha sido el paso del huracán Ida, uno de los cinco huracanes más poderosos en la historia de los Estados Unidos, en seguida se ha visto que no ha tenido un impacto comparable al de Katrina, el monstruoso ciclón que golpeó a esa ciudad 16 años atrás.
Ese huracán causó en los primeros momentos al menos 1,800 muertes (la mayoría ahogada), provocando posteriormente el éxodo de más de un millón de personas en la costa del golfo de México.
Ahora, tras el paso de Ida, Nueva Orleans está totalmente a oscuras porque los poderosos vientos del huracán destruyeron el sistema eléctrico. El gobernador de Luisiana, John Bel Edwards, admitió que “hay más preguntas que respuestas” y que ni siquiera puede dar una fecha aproximada de cuándo se restablecerá el servicio eléctrico.
Montañas de escombros cubren las zonas afectadas y, como lo demuestra la terrible experiencia que tuvimos nosotros con el huracán María, el paso de las horas pudiera ser fatal para cientos de seres humanos, debido a infecciones, accidentes, imposibilidad de llegar a los centros hospitalarios, o la falta de electricidad para aquellos que viven atados a un respirador o cualquier otro tipo de asistencia mecánica en su hogar.
Con todo, es obvio que la ciudad de Nueva Orleans supo sacar provecho de la experiencia de Katrina: estará sin luz, algo prácticamente inevitable cuando un huracán de la categoría de Ida se abalanza sobre sectores urbanizados, pero no está bajo agua.
En estos 16 años transcurridos desde el paso de Katrina, se localizaron los puntos débiles de los diques que protegen la ciudad, ya que muchas zonas se encuentran por debajo del nivel del mar y el impacto de las marejadas, con la fuerza brutal de un huracán mayor, puede provocar que el agua suba hasta seis metros, como ocurrió en el pasado.
En lo que a Puerto Rico respecta, el agravante de la pandemia altera el ritmo de los preparativos en los refugios. Ante el hipotético caso de que se acercara una tormenta, ninguna persona puede quedar desamparada por no tener las vacunas al día. Sin embargo, tampoco se puede poner en peligro la vida de los vacunados que viven en zonas inundables y acuden a los refugios en compañía de niños y ancianos. Hemos llegado a un punto en que es importante que se vaya pensando en soluciones prácticas para mantener distanciadas a personas vacunadas de las no vacunadas en los refugios.
No hay que esperar tampoco a última hora para que cada municipio revise el estado de las estructuras abandonadas, e identificar las comunidades que incluso con un huracán menor, o una fuerte tormenta, podrían quedar aisladas.
El huracán María nos tomó por sorpresa, no contamos con su intensidad asesina. Hemos tenido tiempo para superarnos en la preparación y la respuesta, y entrando en la fase más activa de la temporada, aun con las dificultades que plantea la pandemia, debemos demostrarlo.