Desafío salubrista en New Orleans: el huracán se suma al COVID
Mi nombre es Dr. Willy J. Borroto Bechara y soy médico residente de Anestesiología en New Orleans. En este pasado mes, he estado entrenando en la Sala de Intensivo del University Medical Center en la ciudad de New Orleans y quería compartir mi experiencia ante el reto de cuidar a pacientes de COVID durante un huracán.
Los huracanes no son nada raro para mí, pues pasé el huracán María en Puerto Rico mientras era estudiante de Medicina. En aquel tiempo el reto fue poder continuar mis estudios sin electricidad e internet para prepararme para ser un buen médico en el futuro. Hoy, cuatro años después, me encuentro en medio de otro huracán mayor, esta vez como médico parte del “Hurricane Call Team”, poniendo en práctica todo aquello que estudié durante mi tiempo como estudiante. Preparé un bulto con ropa para una semana, cepillo de dientes y “snacks” y me reporté nuevamente a mi turno de Sala de Intensivo con el plan de pasar el huracán y varios días más ayudando a los pacientes.
Los huracanes tampoco son extraños a la ciudad de New Orleans, pues en el 2005 pasó por uno de los peores ciclones en la historia de Estados Unidos, el huracán Katrina. Desde entonces, todos los hospitales han sido restructurados y fortalecidos para poder enfrentar otro huracán. El hospital donde trabajo tiene planta eléctrica lo suficientemente grande para dar energía a todos los servicios por un mes entero. Nos recibieron con colchón inflable, comida y un lugar establecido para dormir, y comenzamos la guardia del huracán Ida.
La Sala de Intensivo donde trabajo está en el estado que más casos de COVID per cápita ha tenido en todos los Estados Unidos, y no está demás recalcar el gran reto que ha sido. Personalmente, lo que más difícil se me ha hecho ha sido comunicarme con los familiares que no pueden visitar a sus seres queridos por el COVID y, más veces que no, darles malas noticias.
Hemos tenido a varios pacientes latinos con COVID en estado crítico y, siendo el único médico bilingüe, me ha tocado hablar todos los días con estos familiares. Sabiendo lo frustrante que debe ser no poder visitar a sus queridos, los he llamado por videoconferencia para que tengan la oportunidad de verlos. He abrazado a los pacientes a petición de los familiares, les he sobado la frente, les he hablado y rezado con ellos para intentar disminuir el sentimiento de frustración ante la distancia. Conversaciones difíciles con familiares que a los médicos les toman años de experiencia poder perfeccionar, me ha tocado realizarlas en tan solo mi segundo mes de residencia. La última vez que hablé con una de estas familias fue antes del huracán, para darles paz y que sepan que sus seres queridos estarán protegidos y que el cuidado médico de alta calidad no les faltará.
Al momento de escribir esta experiencia, son las 4:00 de la madrugada. Me encuentro entre las habitaciones de mis pacientes, escuchando la lluvia y los vientos poderosos del huracán Ida, con la esperanza de que no se vaya la luz. Sabiendo que hay muchos pacientes con COVID que están entubados y “conectados” a ventiladores, una falla eléctrica en medio de un huracán puede tener consecuencias mortales. Con el favor de Dios mañana será un día nuevo y podré nuevamente darle esa paz mental los familiares de que sus queridos están bien protegidos.
Pongo en mis oraciones a todos los pacientes y sus familiares, quienes, además del reto y el dolor de enfrentar el COVID, hoy enfrentan los daños catastróficos causados por el huracán Ida. No pierdo las esperanzas de que los servicios esenciales de electricidad y agua puedan ser restaurados pronto para que los residentes de New Orleans puedan comenzar el tan difícil proceso de restauración en sus vidas y hogares.