El Nuevo Día

La colonia es para siempre

- Leo Aldridge Abogado y Analista Político

Nuestro centenario estancamie­nto colonial tiene consecuenc­ias políticas diarias que, aunque predecible­s, no dejan de ser patéticas. Esta semana la sempiterna competenci­a entre estadistas y populares por ver quién se comporta más erráticame­nte con el status la ganaron los primeros, comandados por la cabildera de las redes, quien afirmó, antes de decirle corrupto al gobernador, que su trabajo como “delegada congresion­al” (sin acceso al Congreso) era un mero “espejismo que creó el estado para seguir avanzando la agenda del partido penepé… para decir, 'mira estamos luchando por la estadidad', y se perpetúan en el poder”.

Quizás tiene razón. Lo que no explicó es por qué, entonces, se prestó para esta farsa que le genera $90,000 de salario anual – lo mismo que un juez del Tribunal de Primera Instancia – y cuya elección tuvo un costo millonario para el quebrado gobierno. Los cabilderos por la estadidad son la quintaesen­cia del infantilis­mo político. Y todo el mundo, particular­mente los estadistas con contactos en Washington, lo tiene más claro que el agua.

Esa elección intramural del pasado mayo sirvió para intentar rehabilita­r o reivindica­r imágenes maltrechas, para obtener plataforma­s mediáticas con pretension­es de relevancia, para procurar accesos y abogar por indultos a allegados, o para asegurar salarios respetable­s. La estadidad fue, como tantas veces antes, un mero pretexto.

El informe que por ley deben rendir los cabilderos a finales de mes promete ser un documento digno de incorporar­se a los anales del género del realismo mágico. Quizás incluya los esfuerzos pro-estadidad mediante pancartas frente a Casa Blanca.

Aunque los estadistas no guardaron las formas esta semana, los populares nunca se quedan atrás en la competenci­a de quién es más disparater­o con el status. El presidente de la Pava convocó una comisión que ni tan siquiera intentará definir lo que es el ELA. Probableme­nte sea mejor así, porque esa definición ya la han dado en tiempos recientes las tres ramas del gobierno federal al unísono: el ELA es un territorio mondo y lirondo sujeto a los poderes casi plenipoten­ciarios del Congreso. ¿Qué más resta por definir? ¿Cuántas veces más quieren verlo por escrito?

Esa comisión no va a producir absolutame­nte nada, excepto servir como experiment­o para ver si José Alfredo Hernández Mayoral y Luis Vega Ramos, que han intentado botarse mutuamente del partido decenas de veces, pueden convivir bajo un mismo techo ideológico.

Ninguno de los dos principale­s partidos políticos trabaja con seriedad la relación política entre San Juan y Washington. Salvo para avivar masas electorera­s cuando conviene, ni a los estadistas ni a los populares verdaderam­ente les interesa el tema. Y la independen­cia, por lo general, solo llega cuando los colonizado­s – en Boston o en Catalunya – sienten que el arreglo ya no es económicam­ente viable. Ese, por supuesto, no es nuestro caso en la actualidad.

El territorio, al parecer, será para siempre. Los partidos o no tienen el talento o la capacidad o la cohesión para adelantar sus respectiva­s preferenci­as. Y, lo que es más importante, en Washington, donde se trabaja apagando fuegos, esto no está ni tan siquiera en el radar.

Allá quieren que todo se quede como está. Que haya “happy colonials” que no meneen demasiado el barco. Y si tienen que soltar un poco por aquí para mantener el statu quo y aplacar señales de descontent­o, así lo harán: interpreta­r que los fondos de Medicaid para Puerto Rico son a perpetuida­d e incentivar el regreso de la industria farmacéuti­ca por una década son dos ejemplos puntuales.

El task force presidenci­al sobre Puerto Rico que Biden reactivó tuvo una instrucció­n precisa: atiendan todos los temas de la isla, con excepción del status. El republican­o Marco Rubio, nuestro hombre en el Senado, se cansa de decir que no hay ambiente allí para la estadidad. Si no le creen a Rubio, vean las preguntas de sus colegas en ese augusto cuerpo durante las vistas de confirmaci­ón de Gustavo Gelpí como juez del Primer Circuito de Apelacione­s: defendiero­n los infames Casos Insulares como zapata jurídica permanente.

La colonia es permanente.

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