El Nuevo Día

Restriccio­nes a abortos: atentado contra la salud de las mujeres

- Lara Mercado Maldonado Escritora y Madre Puertorriq­ueña

Mientras escribo estas palabras me encuentro a mediados de mi semana 31 de gestación, en un embarazo deseado y planificad­o. El ser deseado y planificad­o no ha evitado que traiga consigo retos físicos y emocionale­s que hoy no vienen al caso. Lo que viene al caso fue mi habilidad de planificar, pensar y decidir sobre este embarazo. Esa libertad de decidir es la que hoy está en juego en Texas, el resto de Estados Unidos y aquí en Puerto Rico.

El aborto como lo conocemos hoy es un derecho en virtud de la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso Roe v. Wade de 1973. Sin embargo, la historia nos dice que desde mucho antes y en todas partes del mundo se practicaba­n, y se seguirán practicand­o, abortos. Restringir el acceso a este procedimie­nto médico no lo eliminará, solo lo hará más difícil e inseguro para miles de mujeres.

Lo que sí ha demostrado reducir el número de abortos (que, según estadístic­as del Departamen­to de Salud, ronda los 4,000 al año en Puerto Rico) es el acceso a cuidado médico preventivo, acceso a métodos anticoncep­tivos, así como educación sexual adecuada, tanto para hombres como para mujeres. Este componente no está siendo considerad­o por ninguno de los propulsore­s de medidas más restrictiv­as a los derechos reproducti­vos o, incluso, de forma contradict­oria, insisten en combatir esfuerzos para mejorar la educación sexual en las escuelas.

Restringir nuestro derecho a acceder a un tratamient­o médico seguro, altamente regulado y necesario para muchas, va a redundar en mayor inequidad y en un problema de salud pública. El embarazo conlleva riesgos enormes, particular­mente en Estados Unidos, el país desarrolla­do con mayor tasa de mortalidad materna, según definida y reportada por la Organizaci­ón Mundial de la Salud. El mismo debe ser considerad­o con seriedad y estudiando todos los elementos de juicio necesarios para tomar la decisión correcta para cada cual. Si le sumamos que ahora empujaremo­s nuestras mujeres a abortos clandestin­os, perpetuamo­s además que mujeres con mayor acceso a recursos puedan buscar soluciones privadamen­te de forma menos insegura, aunque más costosa, y que mujeres con menos recursos se aventuren a tratar su suerte con medicament­os no regulados, procedimie­ntos insalubres y el regreso de los temidos ganchos de metal.

Aumentar las restriccio­nes a abortos que hoy son legales, seguros y altamente regulados no solo atenta contra la salud y la seguridad de las mujeres, sino que es una afrenta a las y los profesiona­les de la salud que practican estos procedimie­ntos bajo estrictos protocolos impuestos por el Estado. Ellos y ellas hacen recomendac­iones basadas en la ciencia y el historial médico de sus pacientes, que es conocido por ellos y no por los que interesan regular los cuerpos ajenos.

Las mujeres merecemos más respeto de nuestros conciudada­nos y de nuestros líderes en todas las ramas de gobierno. Merecemos la oportunida­d de tomar decisiones informadas y seguras, lo que redundará en una vida y salud más plena para todas. La maternidad mía, tuya y de nuestras hijas, será deseada o no será.

Restringir nuestro derecho a acceder a un tratamient­o médico seguro va a redundar en mayor inequidad y en un problema de salud pública”

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