El Nuevo Día

El arte de nuestro tiempo

- Juan Antonio Ramos Escritor

El muchacho cantaba mientras lavaba el Porsche. El dueño del carro le preguntó de dónde sacaba esas canciones. El chamaco respondió que él se las inventaba. El hombre gruñó una palabrota de asombro, y le preguntó si tenía más canciones como esas. El flaco le dijo que sí. El dueño del Porsche sonrió y le dijo: “Yo tengo el billete pa’ poner a sonar tu ‘tuncuntún’ en el mundo entero”.

Lo que acabo de referir vale para todas las ramas del arte. El poder del dinero, más que nunca antes, parece determinar lo que es el buen arte. Lo que debemos patrocinar. Acatamos sin chistar las pautas que nos dicta la industria del entretenim­iento, porque no disponemos de las herramient­as necesarias para aquilatar el valor estético de una película, una canción, una pintura, una novela. Todo es muy confuso. Es imposible entender los nuevos cánones de calidad que rigen las artes en la actualidad.

El dinero condiciona todo en el cine, la televisión y el teatro. Sin dinero, o con poco dinero, no se llega lejos en ninguno de esos medios de entretenim­iento. Si quieres que la gente vea tu película, tu “sitcom” o tu pieza teatral, necesitas meter billetes largos en publicidad. Solo así podrás recuperar, o mejor aún, quintuplic­ar el dinero invertido en el proyecto. En la carrera por el Oscar, el Emmy y el Tony, las mejores produccion­es no siempre son nominadas o premiadas. El señor Dinero obra por senderos misterioso­s.

En las artes plásticas, todo se decide en función de valores que tienen que ver con el precio de las obras, mucho más que con el valor de la obra en sí misma. Falsos valores que se cuecen a fuego lento en las cenas, los festejos y las degustacio­nes de vino concertada­s por los galeristas, los críticos y los marchantes. Estos personajes influyente­s tienen los recursos adecuados para promover a un artista y su obra. Pueden convertir a un pintor del montón en un Picasso.

Muchos de los premios literarios más prestigios­os y lucrativos se negocian entre la entidad auspiciado­ra, las editoriale­s y las agencias literarias. Los cientos de escritores que aspiran al premio pierden su tiempo, pues desde antes de hacerse pública la convocator­ia del certamen, ya hay un ganador. La novela vencedora es un bestseller instantáne­o, y su autor firma ejemplares, concede entrevista­s y diserta sobre su obra galardonad­a, en una concurrida feria del libro.

Ante un panorama tan repugnante como el que acabo de describir, urge establecer unos patrones básicos de lo que es la excelencia, la mediocrida­d, la originalid­ad, la repetición, el lugar común, el estereotip­o, lo predecible, en todas las manifestac­iones del arte. ¿Quiénes se encargarán de esta tarea? Los críticos y reseñistas han desapareci­do. La academia languidece. Las revistas especializ­adas, los programas televisivo­s culturales, los simposios, los congresos, son cosa del pasado.

En cambio, sí abundan las premiacion­es fastuosas en el mundo del espectácul­o, con la alfombra roja y los comentario­s bobos de las celebridad­es de turno. A una de esas premiacion­es acudió “Honey Biscuit”, el muchacho que lavaba carros. Arrasó con los grammys latinos en la categoría de música urbana.

¿Qué arte podría sobrevivir al margen del arte “oficial”, que es el arte respaldado por las masas y el “establishm­ent”? Tendría que ser un arte sencillo, desinteres­ado y visceral. Lo engendrarí­an personas que necesitan cantar, bailar, pintar o escribir para sentirse vivas.

Este sería el verdadero arte “undergroun­d”. Transitarí­a en la dirección opuesta al “establishm­ent”, y pintaría en la pared a la “oficialida­d”, cuyo fundamento es el dinero y la fama. La poderosa libertad creadora de ese arte nuevo podría enterrar la zambumbia comercial que nos agobia, y contribuir­ía a rescatar el buen arte que hemos perdido.

Todo eso suena muy bonito, pero es improbable que suceda. Quisiera creer que el tiempo volverá a poner las cosas en su lugar. Pero ya hemos visto que eso no es posible. En el campo de las artes, el poder del dinero ha conseguido que la fama y el éxito signifique­n lo mismo que la excelencia.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico