Sergio Ramírez, luchador por la libertad y la dignidad
Parece una maldición ancestral lo que le ocurre a ciertas revoluciones una vez los revolucionarios llegan al poder. Honoré de Balzac, en su “Comedia Humana”, describe algunos personajes que lucharon en la Revolución Francesa y luego al gobernar pasaron a hacer lo mismo que habían criticado.
La de Cuba la conoce el mundo entero y ahora le tocó el turno a la de Nicaragua. Daniel Ortega, presidente, y su mujer, Rosario Murillo, vicepresidente, ya han superado la crueldad del dictador que había sido derrotado por la Revolución Sandinista, Anastasio Somoza (Tachito), de quien el sacerdote-poeta nicaragüense, Ernesto Cardenal, escribió un poema corto que dice: “Oh ingrata, más cruel que Tachito”.
El escritor Sergio Ramírez, premio Cervantes 2017, que había participado activamente en la revolución y ocupó la vicepresidencia de Nicaragua con Ortega como presidente, y que se había desencantado por el sesgo antidemocrático que había asumido la revolución, acaba de recibir una orden de arresto mientras recibía atención médica en EE.UU., lo que lo mantiene en un exilio forzado en Costa Rica. su último libro, “Tongolele no sabía bailar”, en que relata las protestas públicas de 2018 en ese país, ha sido retenido en las aduanas de su país por el gobierno.
Resulta irónico que dicho escritor, que estuvo en Puerto Rico en octubre de 2014 —a diferencia de Gabriel García Márquez,
que solo soñó con estar— y que la editorial de la UPR le publicó un libro titulado “El señor de los tristes”, esté perseguido por la maldad de una revolución tergiversada, al igual que el Quijote idealista lo estuvo por la incomprensión de una sociedad vulgar y materialista.
“Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia”, había dicho en su discurso al recibir el premio. Palabras que aún siguen vigentes.
En Costa Rica, su exilio forzado y con 80 años, no se deja amedrentar y tampoco renuncia a su derecho de regresar a su país, al que le ha dado su gloria literaria y una vida dedicada a demostrar que las revoluciones tienen que ser consistentes con la libertad y buscando la armonía de los diversos sectores que componen un país.
Por suerte, será Sergio Ramírez el escritor y no Ortega el aprendiz de dictador, quien ha de alcanzar el reconocimiento de las personas que comprenden la importancia de luchar por la libertad y la dignidad a pesar de que esa lucha los lleve hasta el exilio. Y su novela, como todo libro prohibido, será cada día más atractiva porque en palabras de Sergio: “Una novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas”.
Gabriel García Maya
Cabo Rojo