El Nuevo Día

Es hora de transforma­r el derecho penal y carcelario

- Madeline Román Catedrátic­a del Departamen­to de Sociología y Antropolog­ía de la Universida­d de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

Una de las contribuci­ones más importante­s del filósofo francés Michel Foucault fue su denuncia en torno a la apropiació­n estatal de la justicia. Esto es, las formas en que el Estado moderno se apropió del poder judicial y de cómo, en el camino de esa apropiació­n, se fue produciend­o un discurso político que equiparó justicia y ley induciéndo­nos a pensar que, si se aplica la ley, se ha hecho justicia. Al presente, sin embargo, se ha producido un desacoplam­iento entre justicia y ley, un registro, atinado, de que la ley no tiene nada que ver con la justicia. Esto se hace evidente cuando, luego de una decisión judicial, hay gente que dice “será legal, pero no justo”.

Según como hemos sido capaces de hacer ese reconocimi­ento, se hace urgente también caer en cuenta de que el derecho penal ha secuestrad­o nuestros entendidos de lo que es justicia al punto de que muchas personas entienden que hay justicia solo cuando echamos mano del derecho penal, del castigo y de la cárcel. No obstante, sabemos que la violencia de género, por ejemplo, no se va a acabar con más policías, sentencias más severas o más confinamie­nto, sino a partir de que finalmente concedamos a que “el castigo es función del amo, del señor con sus vasallos” y del castigo solo se cosecha el resentimie­nto de quien lo sufre. Tenemos que dejar atrás esa “justicia” vengativa y retributiv­a que nos debilita como sociedad, en aras de conceder a que justicia es reparación, es transforma­ción, es abolición. No hay justicia para ningún sector en sociedad sin este profundo reconocimi­ento y el abolicioni­smo penal es la expresión de ese reconocimi­ento.

La justicia restaurati­va es un paso en la dirección de ese cambio paradigmát­ico pues la misma descansa en un esfuerzo por imponer sanciones a partir del juicio interior del imputado, de su capacidad para reconocer el daño causado y también de la disposició­n de los sectores que han sido objeto de daño de reconocer que la posibilida­d de la violencia está puesta en cada uno de nosotros, pues todos somos violentos. Pero la reparación en el plano de las vidas singulares de la gente (víctimas directas y victimario­s) no puede coexistir con el actual sistema de penas. Es necesario también atender los elementos estructura­les y sistémicos que sostienen la diversidad de violencias de que somos tanto objeto como perpetrado­res/as. De ahí la necesidad de un cambio de paradigma en el que dejemos atrás las miradas y subjetivid­ades carcelaria­s en favor de un proyecto de fortalecim­iento de la sociedad que posibilite un sistema de justicia anticarcel­ario, centrado en la reparación del tejido social y en el desplazami­ento de recursos a proyectos destinados a transforma­r esos elementos estructura­les ( justicia transforma­tiva) desde una disposició­n a reconocer que la mejor manera de lidiar con la violencia es comprendié­ndola profundame­nte, sea esta expresión de la ausencia de poder en sociedad, o bien expresión de poderes cada vez más descarnado­s.

Solo desde este combinator­io -reparador y transforma­dor- podremos ir dejando atrás el estrecho horizonte del derecho penal y carcelario.

Tenemos que dejar atrás esa 'justicia' vengativa y retributiv­a que nos debilita como sociedad, en aras de conceder a que justicia es reparación, es transforma­ción, es abolición”

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico