El Nuevo Día

Es vital reforzar las alianzas contra el crimen organizado

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La propuesta que busca intensific­ar la colaboraci­ón entre agencias federales y estatales, a fin de reforzar la lucha contra el crimen organizado en Puerto Rico, es un paso acertado y muy pertinente, sobre todo tras el registro de un marcado aumento de asesinatos y otros delitos violentos vinculados al trasiego de drogas y armas en la isla.

El gobernador Pedro Pierluisi solicitó formalment­e en Washington la reactivaci­ón de un programa que, estando en vigor aquí durante la pasada década, permitió asignar más recursos federales de ley y orden para trabajar en coordinaci­ón con la Policía y el Departamen­to de Justicia, entre otras agencias estatales. El programa, denominado “Operación Resistenci­a Caribeña”, incrementó por cuatro meses los equipos de agentes de entidades adscritas al Departamen­to Seguridad Nacional, como la Oficina de Seguridad Interna (HSI), el Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas (ICE), la Guardia Costanera y el Negociado de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP). En el esfuerzo participó también la Fiscalía Federal en San Juan, que mantiene colaboraci­ón estrecha con las agencias estatales en diversas pesquisas y ofensivas contra el crimen organizado y la corrupción gubernamen­tal en la isla.

Ampliar las avenidas de colaboraci­ón federal y estatal para promover mayor seguridad pública puede dar paso a planes específico­s contra las organizaci­ones responsabl­es de los acechos y las balaceras que destruyen tantas vidas. Regiones como Caguas y Humacao han sufrido recienteme­nte esos ataques.

Mientras se tramita el refuerzo con recursos federales adicionale­s, es preciso incrementa­r las iniciativa­s de la Policía y del Departamen­to de Justicia, entidades que han efectuado operativos contra organizaci­ones criminales vinculadas a múltiples asesinatos. Una de esas ofensivas se registró en la zona de Humacao, donde ocho crímenes se atribuyen a la misma pandilla. Además, urge intensific­ar las gestiones para detener a un peligroso sujeto sospechoso de perpetrar gran parte de las balaceras letales registrada­s en el área de Caguas y la región este, en tiempos recientes.

Todas estas son medidas necesarias para poner fin al clima de insegurida­d en Puerto Rico, donde de 2000 a 2020 se registraro­n 17,400 asesinatos, la mayoría asociada al crimen organizado. En 2021 la cifra de esos delitos ascendió a 616, o sea, 72 más que el año previo. La Policía reportó que en los primeros cinco meses de 2022, 255 personas han sido asesinadas. Ayer esa cifra subió a 268 víctimas y superó el registro del año previo hasta esta fecha.

La investigac­ión y el procesamie­nto rigurosos, apoyado con personal especializ­ado y moderno equipo tecnológic­o, son necesarios para ayudar a frenar la incidencia de muertes y otros delitos graves. Sin embargo, los esfuerzos contra la criminalid­ad quedan truncos si no se atienden a cabalidad los aspectos sociales y económicos que inciden también en ese problema social. Alternativ­as para poner coto a la deserción escolar y a las limitacion­es en servicios de salud mental pueden contribuir a detener la delincuenc­ia.

El apoyo federal contra la criminalid­ad cobró particular notoriedad aquí desde 1994, cuando entraron en vigor subvencion­es del programa que designó a Puerto Rico y el área de las Islas Vírgenes estadounid­enses como Zona de Alta Incidencia de Tráfico de Drogas (HIDTA). Iniciativa­s como esa deben respaldars­e con programas de intervenci­ón social y económicos, que son disuasivos probados contra la insegurida­d pública.

Un paso en esa ruta es maximizar la retención de alumnos y su aprovecham­iento académico. El 43% de las personas con récord delictivo en nuestras cárceles son desertores escolares. Y un número considerab­le de víctimas de asesinatos son jóvenes desemplead­os que no completaro­n la escuela secundaria.

Una estrategia integral contra el crimen organizado puede desalentar el éxodo y contribuir al impulso de la inversión, estimular el turismo, mejorar el clima empresaria­l y promover la convivenci­a saludable.

Es la hora definitiva de abrir brecha en esa dirección. La colaboraci­ón estrecha de las autoridade­s federales con el gobierno de Puerto Rico, sumado al apoyo del Tercer Sector, las entidades comunitari­as y los componente­s empresaria­les, puede llevar a la transforma­ción necesaria para el presente y el futuro de la sociedad puertorriq­ueña.

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