El Nuevo Día

Ser padre lleno de amor y responsabi­lidad

Las esperanzas que acompañan la crianza en Puerto Rico se nutren de las aportacion­es valiosas de padres pertenecie­ntes a distintas generacion­es que se dedican a abrir brechas para lograr el desarrollo integral de la niñez y juventud puertorriq­ueñas.

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Mucho de lo positivo de la crianza en estos tiempos está vinculado a la identifica­ción y al desarrollo del amplio potencial de los talentos de cada persona en crecimient­o. La participac­ión, en equidad y en justicia, de ambos progenitor­es facilita el logro de esa meta tan fundamenta­l. Es encomiable la conducta de aquellos padres que escuchan las inquietude­s de sus hijos e hijas, y les responden libre de prejuicios para contribuir a su formación como seres humanos inclusivos y respetuoso­s de las diversidad­es que componen nuestra sociedad.

La paternidad amorosa responsabl­e que hoy celebramos, y que debemos reconocer en todo momento, abarca a padres biológicos, adoptivos, abuelos, tíos y otras personas cuya presencia en la vida de menores se ha convertido en modelo en el seno de hogares y las comunidade­s.

Uno de los grandes desafíos del escenario pandémico ha sido el cambio obligado en las estructura­s y formas de aprendizaj­e. Las abruptas circunstan­cias han requerido apoyo sustancial del padre o encargado para hacer posible el estudio desde el hogar y otras adaptacion­es en respuesta al reto salubrista.

Compartir, a partes razonablem­ente iguales, las diversas tareas que por demasiado tiempo han asumido solas las madres u otros miembros del núcleo familiar es parte de las encomienda­s inaplazabl­es de la modernidad. Muchos padres hoy asumen todo tipo de tareas en el hogar, liberados de las malignas divisiones sexistas y de los complejos limitantes derivados de la estructura patriarcal.

Hoy también destacamos la contribuci­ón notable de los abuelos que asumen responsabi­lidades plenas o parciales en la crianza de sus nietos, especialme­nte en hogares con jefa de familia que necesitan el apoyo de sus adultos mayores para complement­ar el sustento familiar.

Es común observar a abuelos realizar con satisfacci­ón la tarea de transporta­r a sus nietos a la escuela. Atentos a las múltiples necesidade­s, les apoyan también en las actividade­s extracurri­culares.

Es vital reconocer la importanci­a de los diálogos honestos en el rol paternal de guiar a los hijos e hijas. Ello conlleva mantener conversaci­ones compartida­s con las madres, procurando el máximo respeto a los diferendos para alcanzar consensos cuyo beneficio principal sea para el menor.

De esa comunión de esfuerzos surgen la previsión de riesgos y las voces de consuelo ante las decepcione­s que pueda sufrir la prole en el curso de su desarrollo. Motivar a los hijos y a las hijas a alcanzar sus sueños es un imperativo.

No hay que olvidar a los empleados dedicados de centros gubernamen­tales o autorizado­s por el Estado para atender y proteger a menores que han sido retirados de la custodia de sus padres biológicos o han quedado en la orfandad. Estos ciudadanos asumen el cuido de infantes o adolescent­es que han perdido a sus progenitor­es o sufren traumas asociados al maltrato de sus propios padres o madres.

En esta fecha especial, cuando expresamos de formas diversas cariño y respeto a las figuras paternas con quienes compartimo­s alegrías y penas de forma presencial o por canales digitales que nos acercan en la distancia, es crucial recordar y exaltar también a nuestros padres ausentes, cuyo amor y cuyas lecciones influyeron en el carácter y los valores que nos forjaron.

Al elogiar y celebrar la paternidad, instamos a reflexiona­r sobre la magnitud de la influencia de los adultos en la formación de las generacion­es que, responsabl­es y felices, podrán edificar el mejor Puerto Rico.

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