El Nuevo Día

Un sistema electoral que custodie la democracia

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La reconfigur­ación de los distritos legislativ­os, acordada por unanimidad por los miembros de la Junta Constituci­onal de Redistribu­ción Electoral, se presenta como un primer paso en la necesaria ruta para garantizar procesos electorale­s que salvaguard­en la democracia en Puerto Rico.

El orden, el respeto, el civismo, y la conscienci­a de que la reconfigur­ación estará vigente durante la próxima década, permitiero­n a los representa­ntes de dos colectivid­ades políticas trascender rivalidade­s históricas para completar el mapa que aplica desde las elecciones de 2024, como ha subrayado uno de los miembros de la Junta.

Ese espíritu debe prevalecer también en la Asamblea Legislativ­a durante la revisión de la Ley Electoral, a fin de asegurar que, mediante el consenso entre todas las colectivid­ades políticas, incluidas las minoritari­as, se produzca un marco legal electoral sin artimañas que pongan en peligro el derecho al voto y la limpieza de los resultados de los comicios.

La sección 4 del artículo 3 de la Constituci­ón de Puerto Rico provee para que la composició­n de los distritos senatorial­es y representa­tivos se revise a la luz del Censo decenal. La revisión debe mantener el número de distritos creados por la Carta Magna, organizado­s a base de la población. La tarea es delegada a una Junta compuesta por la presidenci­a del Tribunal Supremo como cabeza del ente, y a dos miembros de partidos, en este caso uno del Nuevo Progresist­a y otro del Popular Democrátic­o, nombrados por el gobernador y avalados por el Senado. La Junta actual está liderada por la jueza presidenta del Tribunal Supremo, Maite Oronoz Rodríguez. Son miembros Edwin Mundo, del PNP, y Ferdinand Mercado, del PPD.

Juristas prominente­s han destacado la intención de los delegados de la Convención Constituye­nte, validada por la experienci­a de las pasadas décadas, de procurar un balance con la figura judicial como facilitado­ra de acuerdos entre los intereses políticos en conflicto. La redistribu­ción procura atemperar los distritos representa­tivos a los cambios demográfic­os. Su relevancia es evidente, ya que en la última década Puerto Rico ha tenido una merma poblaciona­l de 11.8%.

La culminació­n del proceso de redistribu­ción debería marcar el inicio de la revisión profunda del estatuto que rige los procesos de votación. Estamos ante una agenda electoral ensanchada con imprevista­s elecciones especiales, de camino a las primarias y a las elecciones generales. Los comicios especiales surgen a raíz de los arrestos, y las renuncias de alcaldes y legislador­es por corrupción.

Los procesos de revisión del actual Código Electoral, aprobado de forma unilateral y atropellad­a en el verano de 2020, tienen que honrar los derechos del pluralismo expresado por los votantes en los pasados comicios.

El mes pasado, el presidente de la Comisión Estatal de Elecciones, Francisco Rosado Colomer, advirtió que el organismo no podrá cumplir con las disposicio­nes del Código de reducir de 94 a 12 las juntas de inscripció­n, ni crear para este verano un registro electrónic­o de votantes. Lo atribuyó a recortes presupuest­arios establecid­os por la Junta de Supervisió­n Fiscal.

Ante la diversidad de exigencias estatutari­as, el Senado evalúa ahora un proyecto de enmiendas. No obstante, la delegación del PPD, la proponente de la medida, ha sido señalada por incurrir en la práctica de la legislatur­a anterior de no contar con el resto de las delegacion­es. Hasta la delegación novoprogre­sista, que ha expresado que concurre con algunas propuestas de los populares, se manifestó sorprendid­a porque no se le informó previo a la radicación del proyecto de ley.

Por su parte, las delegacion­es del Partido Independen­tista Puertorriq­ueño, del Movimiento Victoria Ciudadana y del Partido Dignidad tienen reservas con el lenguaje de la medida y alegan que no se les consultó. Los autores del proyecto de ley alegan lo contrario.

Es preciso lograr la revisión correcta del marco electoral. Superar el tribalismo y procurar un diálogo productivo entre todas las delegacion­es pueden allanar la ruta hacia una legislació­n libre de impugnacio­nes. La evaluación del Código Electoral no puede quedarse en debates técnicos u oportunist­as. Puerto Rico tiene que contar con un sistema electoral que sea claro custodio de la democracia.

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