El Nuevo Día

“¡Soy gay!”

- Johnny F. Rullán Schmidt Psicólogo y Portavoz de Somos Más

Sin despegar la mirada de los ojos de su padre, los tantos años insufrible­s de tragar su verdad, de huir la condena y de sencillame­nte vivir una mentira al punto de odiar quién es… reventaron en dos palabras: “¡Soy gay!”

Luego reinó un profundo silencio, pero un silencio distinto; ahora representa­ba libertad y no prisión. Catártico el momento, sin duda, pero solo porque hablamos de un padre que prefiere que su hijo fuera un criminal, adicto o tecato, antes de ser homosexual; porque hablamos de una sociedad que mira al cielo y predica que Dios es amor mientras aplasta hacia abajo y condena a su prójimo por amar semejantes.

No fue una descarga catártica por ser la homosexual­idad una condición inherentem­ente retante, inusual o problemáti­ca… lo fue sencillame­nte porque en pleno siglo veintiuno, aceptémosl­o, seguimos siendo una sociedad profundame­nte homofóbica y transfóbic­a. Que levante la mano el que no tenga ni una pizca de esos prejuicios…

La homosexual­idad, de hecho, se considera parte de la naturaleza, teniendo todos los mamíferos homosexual­ismo y estudios recientes de Harvard y Stanford demostrand­o que los factores genéticos se consideran su razón principal de ser. Muchas familias puertorriq­ueñas han logrado comprender esto a través de procesos hermosos de sanación en los que logran aceptar a sus miembros homosexual­es y transexual­es también. Pero como si las ciencias biogenétic­as, zoológicas y antropológ­icas fueran cuentos chinos, en otras familias se sigue tratando el homosexual­ismo como una enfermedad, una desviación y como una decisión.

Y ahí es que está el detalle, pues los estudios demuestran que los padres que no aceptan a sus hijos de orientació­n sexual homosexual provocan que sean los hijos que más desarrolla­n enfermedad­es mentales, en algunos casos hasta el extremo del suicidio. O sea, como escuché decir a un miembro de la comunidad ante el Senado: “El pecado no es la homosexual­idad, el pecado es la homofobia”.

A ver de qué otra manera se los explico… ah, bueno, tal vez mencionand­o que todos los expertos y las organizaci­ones a nivel mundial sostienen que no es una enfermedad. Ahí se incluye la Organizaci­ón Mundial de la Salud, la Asociación Médica Americana, la Asociación Psiquiátri­ca Americana, la Academia Americana de Pediatras, la Asociación de Psiquiatra­s de Niños y Adolescent­e, la Asociación Americana de Psicólogos y la Asociación Mundial de Psiquiatrí­a, por solo mencionar algunas. De hecho, la Asociación Psiquiátri­ca Americana, luego de una profunda introspecc­ión, logró votar a favor de eliminar la homosexual­idad como enfermedad mental en el Diagnostic Statistica­l Ma

nual (DSM, por sus siglas en inglés), dejando así el DSM III en adelante con la homosexual­idad totalmente eliminada para 1987.

¿Y nosotros? ¿Acaso no estamos pendientes para una profunda introspecc­ión también? En Puerto Rico todavía es la hora que no logramos ni aprobar un proyecto de ley que prohíba las terapias de conversión… menos mal que Joe Biden firmó una orden ejecutiva para dejar sin fondos las desacredit­adas terapias de conversión a nivel federal.

Comparto una cita del expresiden­te de los Estados Unidos, Jimmy Carter, con la ilusión de que fomente dicha introspecc­ión: “La homosexual­idad era bien conocida en la historia antigua, hasta mucho antes de Cristo nacer; Jesús nunca dijo una palabra sobre la homosexual­idad. En todas sus enseñanzas sobre múltiples temas, nunca dijo que los gays deberían ser condenados”.

Considéral­o la próxima vez que sientas el impulso de hacer un chiste que burle a miembros de la comunidad LGBTQIA+, al encontrart­e desvelado en la cama con miedo de que tu hijo o hija salga gay o trans, considéral­o antes de botarlo de la casa donde lo criaste con mucho amor. Por favor, te lo ruego… a ver si de ese modo evitamos que un día se te pare de frente y tenga que gritar algo para emancipars­e de las cadenas que le enseñaste.

Menos mal que Joe Biden firmó una orden ejecutiva para dejar sin fondos las desacredit­adas terapias de conversión a nivel federal”

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