“¡Soy gay!”
Sin despegar la mirada de los ojos de su padre, los tantos años insufribles de tragar su verdad, de huir la condena y de sencillamente vivir una mentira al punto de odiar quién es… reventaron en dos palabras: “¡Soy gay!”
Luego reinó un profundo silencio, pero un silencio distinto; ahora representaba libertad y no prisión. Catártico el momento, sin duda, pero solo porque hablamos de un padre que prefiere que su hijo fuera un criminal, adicto o tecato, antes de ser homosexual; porque hablamos de una sociedad que mira al cielo y predica que Dios es amor mientras aplasta hacia abajo y condena a su prójimo por amar semejantes.
No fue una descarga catártica por ser la homosexualidad una condición inherentemente retante, inusual o problemática… lo fue sencillamente porque en pleno siglo veintiuno, aceptémoslo, seguimos siendo una sociedad profundamente homofóbica y transfóbica. Que levante la mano el que no tenga ni una pizca de esos prejuicios…
La homosexualidad, de hecho, se considera parte de la naturaleza, teniendo todos los mamíferos homosexualismo y estudios recientes de Harvard y Stanford demostrando que los factores genéticos se consideran su razón principal de ser. Muchas familias puertorriqueñas han logrado comprender esto a través de procesos hermosos de sanación en los que logran aceptar a sus miembros homosexuales y transexuales también. Pero como si las ciencias biogenéticas, zoológicas y antropológicas fueran cuentos chinos, en otras familias se sigue tratando el homosexualismo como una enfermedad, una desviación y como una decisión.
Y ahí es que está el detalle, pues los estudios demuestran que los padres que no aceptan a sus hijos de orientación sexual homosexual provocan que sean los hijos que más desarrollan enfermedades mentales, en algunos casos hasta el extremo del suicidio. O sea, como escuché decir a un miembro de la comunidad ante el Senado: “El pecado no es la homosexualidad, el pecado es la homofobia”.
A ver de qué otra manera se los explico… ah, bueno, tal vez mencionando que todos los expertos y las organizaciones a nivel mundial sostienen que no es una enfermedad. Ahí se incluye la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Médica Americana, la Asociación Psiquiátrica Americana, la Academia Americana de Pediatras, la Asociación de Psiquiatras de Niños y Adolescente, la Asociación Americana de Psicólogos y la Asociación Mundial de Psiquiatría, por solo mencionar algunas. De hecho, la Asociación Psiquiátrica Americana, luego de una profunda introspección, logró votar a favor de eliminar la homosexualidad como enfermedad mental en el Diagnostic Statistical Ma
nual (DSM, por sus siglas en inglés), dejando así el DSM III en adelante con la homosexualidad totalmente eliminada para 1987.
¿Y nosotros? ¿Acaso no estamos pendientes para una profunda introspección también? En Puerto Rico todavía es la hora que no logramos ni aprobar un proyecto de ley que prohíba las terapias de conversión… menos mal que Joe Biden firmó una orden ejecutiva para dejar sin fondos las desacreditadas terapias de conversión a nivel federal.
Comparto una cita del expresidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, con la ilusión de que fomente dicha introspección: “La homosexualidad era bien conocida en la historia antigua, hasta mucho antes de Cristo nacer; Jesús nunca dijo una palabra sobre la homosexualidad. En todas sus enseñanzas sobre múltiples temas, nunca dijo que los gays deberían ser condenados”.
Considéralo la próxima vez que sientas el impulso de hacer un chiste que burle a miembros de la comunidad LGBTQIA+, al encontrarte desvelado en la cama con miedo de que tu hijo o hija salga gay o trans, considéralo antes de botarlo de la casa donde lo criaste con mucho amor. Por favor, te lo ruego… a ver si de ese modo evitamos que un día se te pare de frente y tenga que gritar algo para emanciparse de las cadenas que le enseñaste.
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Menos mal que Joe Biden firmó una orden ejecutiva para dejar sin fondos las desacreditadas terapias de conversión a nivel federal”