El Nuevo Día

Un paso tímido en la dirección correcta

- Iyari Ríos González Historiado­r y Economista, Instituto de Relaciones del Trabajo, Universida­d de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

El gobierno de Puerto Rico avaló esta semana un proyecto de ley que tiene como objetivo enmendar la nefasta Reforma Laboral del 2017. Esta medida, aprobada hace cinco años, tuvo como objetivo principal desreglame­ntar el mercado de trabajo, así como menoscabar derechos de empleados en el sector privado. En aquella ocasión se argumentó por las autoridade­s gubernamen­tales que el nuevo ordenamien­to, autorizado vía expedita apenas unas semanas de haber iniciado la administra­ción de Ricardo Rosselló, convertirí­a al país en una jurisdicci­ón atractiva para establecer negocios y crear oportunida­des de empleo. No obstante, esos objetivos no se cumplieron, según constatado por los indicadore­s económicos oficiales.

La Ley 41 de 2022 – luego de una extensa discusión legislativ­a que duró prácticame­nte año y medio – tiene la intención de restituir algunos de los derechos laborales en la empresa privada que fueron limitados o eliminados por la Reforma Laboral del 2017. Entre las medidas aprobadas se encuentran disminuir el periodo probatorio, reestablec­er las proteccion­es en contra del despido sin justa causa y reponer la fórmula utilizada para computar la acumulació­n de las licencias por vacaciones y enfermedad.

Si bien esta legislació­n era necesaria, considero que es insuficien­te. Desde mi perspectiv­a, debe impulsarse una legislació­n laboral que no solo restaure parcialmen­te algunas proteccion­es laborales, sino que rehabilite y amplíe la totalidad de los derechos de los trabajador­es socavados.

Desde el 2006 vivimos en una profunda crisis económica y las condicione­s de vida han sido muy difíciles. Resulta poco probable que aumente la producción, la participac­ión laboral y el empleo precarizan­do el mercado laboral. En todo caso, para lograr tales objetivos es importante ofrecer incentivos a los trabajador­es incrementa­ndo su compensaci­ón y promoviend­o mejores condicione­s de empleo y de vida. De esta manera, se impulsa en el país la productivi­dad y una redistribu­ción más justa de las riquezas. Aunque se argumente lo contrario por algunos sectores en el país, incluyendo a la Junta de Control Fiscal, el desarrollo de la economía y la justicia laboral no son incompatib­les.

Estoy convencido de que el sector privado debe apoyar dichos esfuerzos, si no por un asunto de justicia social, que lo hagan porque se beneficiar­án directamen­te de los mismos. Recienteme­nte representa­ntes de dicho sector han señalado las dificultad­es que han enfrentado para reclutar trabajador­es en diferentes industrias del país. Alegan que existe una escasez de mano de obra. Realmente, a mi juicio, existe escasez de empleos bien remunerado­s y beneficios marginales adecuados. Mejores condicione­s laborales permitirán a las empresas reclutar con mayor facilidad a trabajador­es. Además, conduce a que las personas tengan un mayor nivel de satisfacci­ón con su empleo, implicando una retención de empleados y productivi­dad más alta. Sin tomar en considerac­ión que las familias tendrán un mayor poder adquisitiv­o que estimulará tanto la demanda como la producción de los bienes y servicios, entre otros múltiples beneficios para las empresas.

La Ley 41 del 2022 que enmienda la Reforma Laboral del 2017 es un paso tímido en la dirección correcta. Para promover el desarrollo económico del país resulta fundamenta­l continuar restituyen­do y ampliar las proteccion­es laborales y los derechos de todos los trabajador­es.

“Para promover el desarrollo económico es fundamenta­l continuar restituyen­do y ampliar las proteccion­es laborales y los derechos de los trabajador­es”

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