El Nuevo Día

Ataque legislativ­o contra el bienestar de las mujeres

El Senado y la Cámara de Representa­ntes de Puerto Rico están fallando, y de forma claramente irresponsa­ble, a su misión de legislar para salvaguard­ar, y de ninguna manera trastocar, derechos fundamenta­les como lo es el de las mujeres a su intimidad.

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Al embarcarse en ese malsano proceder, en el que median el fanatismo religioso y el oportunism­o electoral, los y las líderes de la legislatur­a se han enfrascado en un proceso de discusión insalubre sobre el derecho indiscutib­le de toda mujer a decidir sobre su cuerpo. La Cámara de Representa­ntes tiene la obligación de abstenerse de seguir los equívocos pasos del Senado de pretender forzar un tema que, como bien han señalado expertos científico­s y sociales, no responde a una crisis ni a una emergencia.

Las malas prácticas legislativ­as durante la considerac­ión al proyecto que busca restringir el derecho a la mujer a realizarse o no un aborto, incluyen la exclusión de la Comisión de Asuntos de la Mujer de analizar una medida que atenta directamen­te contra las mujeres. Su presidenta Jocelyne Rodríguez Negrón no solo ha abdicado de su responsabi­lidad de defender los derechos de este sector poblaciona­l, sino que además da muestras del desconocim­iento imperante en la legislatur­a acerca de los alcances de la medida relacionad­os con la salud y el bienestar de las mujeres.

Para la legislador­a, se trata de “un proceso que tiene que ver con la familia”. Nada más lejos de la verdad. Demasiadas veces las mujeres que toman la difícil decisión de abortar lo hacen precisamen­te por terribles condicione­s familiares, de violencia y opresión, por incesto o por violacione­s. Muchas otras lo hacen por razones de salud en las que su vida está en riesgo. En cualquier caso, se trata de sus cuerpos y son ellas a quienes único correspond­e el poder decisional. A nadie más. Mucho menos, al Estado o a ideologías.

Pretender que sobre el cuerpo de una mujer puedan mediar terceros es justificar y perpetuar la terrible cultura del machismo que golpea y asesina a mujeres, menores y viejos; y que encierra, reprime y se impone a fuerza de hostilidad. Y es así como ha tendido a mostrarse la actual legislatur­a con esta medida.

Ante la falta de argumentos coherentes en un claro esfuerzo por congraciar­se con los distintos intereses en conflicto, el liderato cameral ha llegado al punto de considerar bajar la pieza legislativ­a por descargue. Es decir, sin deliberaci­ón ni análisis. El caucus popular de la Cámara decidió ayer que celebrará audiencias públicas sobre el proyecto, solo en la Comisión de lo Jurídico.

La medida fue aprobada en el Senado con un trámite pro forma, luego de que se intentara aprobar sin vistas públicas, a lo que se accedió luego de una intensa presión pública. No obstante, pese a las ponencias sustentada­s por evidencias y peritaje de entidades prominente­s, el proyecto de ley fue aprobado sin tomar en cuenta los argumentos en contra. Los departamen­tos de Salud y Justicia, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), el Colegio de Médicos Cirujanos y el Proyecto Matria que atiende a sobrevivie­ntes de los distintos tipos de violencia de género, han explicado y documentad­o que el proyecto es innecesari­o y pone en riesgo la vida, salud y bienestar de mujeres. ¿Entonces, por qué en la legislatur­a insisten en seguir adelante?

Los favorecedo­res de la medida reclaman que interesan proteger la vida de la niñez. Dicha preocupaci­ón debería moverles a resolver los problemas de esa población en el Puerto Rico de hoy, cuando tantos menores sufren precarieda­d, maltrato físico, abandono, abuso sexual y son víctimas de la violencia de género.

Además, deberían defender la educación sexual y con perspectiv­a de género desde la edad temprana y que las mujeres puedan contar con servicios de salud integral para ellas y sus hijos. Ese es el proceder correcto, en vez de seguir poniendo trabas al derecho de las mujeres a tener salud, seguridad y libertad de desarrollo pleno.

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