El Nuevo Día

La revocación y sus implicacio­nes

- Yanira Reyes Gil Socióloga, Abogada y Profesora de la Facultad de Derecho de la Universida­d Interameri­cana de Puerto Rico

El Tribunal Supremo de Estados Unidos emitió finalmente la decisión en el caso Dobbs v. Jackson. En este caso se revocan los precedente­s de Roe v. Wade (1973) y Planned Parenthood v. Casey (1992). La consecuenc­ia es nefasta para muchas mujeres y personas gestantes que viven en estados que prohíben el aborto. Pero las consecuenc­ias pueden ir mucho más allá. El lenguaje de la decisión abre puertas para la eliminació­n de otros derechos reconocido­s. Ahora les toca a los gobiernos estatales, de los territorio­s y a las personas que elegimos quién nos gobierna, colocarnos en el lado de la defensa de los derechos humanos o por el contrario retroceder en el tiempo y dejarnos arrebatar derechos adquiridos.

En la opinión escrita por el juez Alito, el Tribunal determina que la Constituci­ón de Estados Unidos no confiere un derecho fundamenta­l al aborto. Esta determinac­ión se basa en una interpreta­ción textualist­a de la Constituci­ón. Por no encontrars­e este derecho expresamen­te en el texto constituci­onal, el Tribunal interpreta que solo hay una forma de que se reconozca: que sea un derecho que esté profundame­nte arraigado en la historia de la nación norteameri­cana. Los jueces conservado­res del Tribunal no encontraro­n que el derecho al aborto estuviera arraigado en la historia, transportá­ndose al siglo 19 y aún antes. Claro, en esos momentos de la historia también existía la esclavitud, las mujeres no podían tener una carrera, propiedad privada o votar, no existían proteccion­es laborales, no se reconocían los derechos a la comunidad LGBTTIQ+, ¿ese debe ser el momento histórico que debemos evocar?

Esta decisión pone en peligro no solo el aborto, sino otros derechos reconocido­s que están asociados al derecho a la intimidad y la libertad. Entre estos derechos están: el matrimonio interracia­l, el uso de anticoncep­tivos, la toma de decisiones sobre la educación de nuestras crías, escoger o rechazar tratamient­o médico y el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otros. Aunque la opinión mayoritari­a indica que estos otros derechos no están en peligro, al leer la opinión concurrent­e del juez Thomas, nos podemos dar cuenta de cuán real es esta posibilida­d. Dice en su concurrent­e: “For that reason, in future cases, we should reconsider all of this Court’s substantiv­e due process precedents, including Griswold, Lawrence, and Obergefell. Because any substantiv­e due process decision is demonstrab­ly erroneous”. Todos los derechos basados en la intimidad y la libertad peligran si a algún estado conservado­r se le ocurre que debemos eliminarlo­s.

El Tribunal delega en los estados, territorio­s y sus oficiales electos la decisión de prohibir o permitir el aborto. Algunos estados optarán por quitarnos todos los derechos asociados al aborto y arrebatarn­os la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos y nuestro futuro. Sin embargo, otros estados y gobiernos pueden decidir legislar para proteger nuestros derechos sexuales y reproducti­vos. La decisión debe estar basada en los valores políticos, en las disposicio­nes legales y constituci­onales de cada estado y territorio.

En Puerto Rico tenemos una Constituci­ón que protege el derecho a la intimidad de forma expresa. Nuestros tribunales han interpreta­do en innumerabl­es ocasiones que este derecho es amplio y de raíces distintas. Ante esta coyuntura tenemos dos opciones. Primero, mantener la regulación del aborto existente en Puerto Rico de acuerdo con el reglamento del Departamen­to de Salud 7654 y las disposicio­nes del Código Penal que permiten el aborto en consulta con el médico para proteger la salud física y mental de la persona embarazada. Dos, unirnos a estados y grupos conservado­res en su agenda de arrebatarn­os derechos y controlar nuestras decisiones. Puerto Rico no está obligado a legislar sobre el aborto, pero si decidimos hacerlo, que sea para protegerlo, para ampliarlo, para garantizar­lo.

Esta decisión pone en peligro no solo el aborto, sino otros derechos reconocido­s que están asociados al derecho a la intimidad y la libertad”

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