Retrato del discrimen en el rechazo al beso gay de Lightyear
Vivimos una insensata dicotomía social. En el mes de orgullo LGBTTQIA+, cuando alzamos la voz por los derechos y armonizamos esa estima por pertenecer y apoyar, surge una reacción adversa ante la “osadía” de Disney, al poner una demostración de afecto entre una pareja de madres en la película animada Lightyear. Hay desprecio y boicot para eliminar esa “nefasta escena” que tiene la posibilidad de infectar una generación con ideas y comportamientos repudiados por la heteronormativa conservadora y fundamentalista. ¡Aseveración absurda, considerando la hipersexualidad y violencia exacerbada que invaden los cines o plataformas de streaming! No se boicotean porque la razón domina indicando que el cine es arte, un medio para ejercitar la libertad de expresión que tenemos por derecho humano y constitucional.
El repudio inunda internet, prensa y televisión. Pero ¿qué ocurre cuando estas reacciones son confrontadas por personas LGBTTQIA+ al intentar alquilar, comprar una vivienda o hasta en sus núcleos familiares? Pueden quedar sin hogar.
En esta comunidad aumenta el riesgo de quedar sin techo dado el discrimen, estigma social y rechazo familiar. Les deniegan préstamos, les cobran alquileres más caros, arrendadores les sacan de sus viviendas y a jóvenes les botan de sus hogares al expresar su identidad de género u orientación sexual. Aumentan los daños y traumas en salud física y mental, los cuales son retos de las personas sin hogar en general.
La National Coalition for the Homeless explica que las personas sin hogar queer tienen dificultad para encontrar albergues donde les traten con respeto. En la calle, están expuestas a más violencia, abuso y explotación en comparación con pares heterosexuales. La población transgénero está en mayor riesgo de abuso físico por la falta de aceptación, inclusive en lugares establecidos para su protección (ej. albergues, viviendas transitorias).
En Puerto Rico, jóvenes LGBTTQIA+ sufren las consecuencias de mentalidades encuadradas de generaciones previas. Existe un alza en jóvenes sin hogar, que persisten en seguir sus metas aún sin apoyo familiar, buscando trabajo y continuando estudios; sin poder cubrir sus gastos, incluyendo hospedaje, por lo cual recurren a dormir en la playa, autos o en el sofá de quien les permita pasar la noche. Desayunan y se bañan en organizaciones para luego llegar a la universidad o trabajo. La sociedad no piensa en las consecuencias del rechazo a un beso de menos de cinco segundos en una película, el desprecio a una expresión de afecto en una sociedad cargada de odio solapado.
Ese repudio resulta en el desgarre emocional al presenciar vidas marginalizadas por un fanatismo ciego y desalmado. Debemos practicar el amor al prójimo que es incondicional, si realmente fuésemos una sociedad de orden, inclusiva y universal. Para provocar transformaciones sociales, las acciones ciudadanas deben guiarse por la razón, la empatía y la compasión. Sacar la palabra gay de la comunicación con niños (ej. estado de Florida), eliminar una escena afectiva en una película de muñequitos o echar de su núcleo familiar a su hijo/a/e no aporta nada positivo a nuestra evolución como país.
Eliminar una escena afectiva en una película o echar de su núcleo familiar a su hijo/a/e no aporta nada positivo a nuestro país”