El mecánico que hace “milagritos”
El artesano José Pollock Dávila es pionero en la confección de figuras con motivos taínos y de exvotos en metal, lo cual le ha distinguido en el mundo artesanal
El conocimiento y la destreza para diseñar, moldear, construir y montar piezas de motores como si fueran rompecabezas funcionales permitieron que José Pollock Dávila se desarrollara como artesano y hoy, a sus 85 años, no solo continúa elaborando piezas, sino que tiene nuevos proyectos en agenda.
Comenzó haciendo figuras de metal con motivos taínos y se destacó como el único que hacía exvotos o milagritos, en una época en que poco se valoraban esos íconos de la cultura popular a nivel del consumidor general. Actualmente, continúa ofreciendo sus pequeñas piezas hechas en una mezcla que contiene estaño, plata y otros metales ( pewter ), con las cuales sigue desarrollando nuevas propuestas, como una cruz en la que integra piezas metálicas con motivos religiosos, y su interés por hacer sus piezas en plata.
Su espíritu aventurero e innovador lo motivó a ingresar en la Guardia Nacional (GN) desde joven, alentado por un hermano que estaba en la Fuerza Aérea, y a aceptar la oferta de capacitarse como mecánico de aviación, luego que un conocido de su papá lo encontrara en el área de mecánica de la GN y notara su habilidad para hacer trabajo manual.
“Yo estudiaba hasta las dos o tres de la mañana y nunca salí del área donde estaba porque el miedo era que fracasara. Estudiaba tanto que mis notas eran más altas que las de los americanos”, dice, tras recordar los retos que enfrentó para seguir el ritmo de las clases.
Luego de regresar y lograr una plaza como mecánico de aviación en la GN, fueron muchas las veces que regresó a tomar cursos de esa disciplina.
“Cogí hasta una clase de Física. Si tú sabes física, tú puedes hacer de todo”, señala. Menciona que esa educación le ha servido de base para aprender otros oficios que le han ayudado a hacer proyectos de construcción de dos edificios y la infraestructura de agua y luz, así como un sistema solar y la construcción de una puerta de acero, entre muchas otras
cosas. “He aprendido un chispito de muchas cosas” dice. Una de esas cosas fue la troquelería, lo que le capacitó para diseñar, construir, modificar y reparar piezas y herramientas y, junto con esa labor, aprendió a manejar diferentes metales.
Sus conocimientos y habilidades fueron observados por Walter Murray Chiesa, uno de los más importantes defensores, promotores y custodios del arte popular de Puerto Rico, quien dirigió el Programa de Artes Populares del Instituto de Cultura Puertorriqueña de 1963 a 1973. Realizó su trabajo cultural, de apoyo y documentación de los artesanos y su arte hasta su fallecimiento.
“Esto es culpa de Murray Chiesa”, declara Pollock Dávila cuando le pregunta cómo empezó su camino en la artesanía. Lo dice con mucha seriedad, pero la frecuencia con que destaca las aportaciones y el trabajo del promotor cultural demuestra su afecto por quien consideró su amigo.
Cuenta que Murray Chiesa le pidió hacer figuras en metal con motivos taínos, como parte de un plan para dar a conocer y preservar dicha herencia. “En aquella época eso no se conocía ni se apreciaba, nadie me lo compraba porque no lo conocían”, recuerda sobre sus inicios.
A eso, le siguieron los exvotos o milagritos, figuras en miniatura de extremidades, otras partes del cuerpo y de animales que los devotos utilizaban para pedir milagros a Dios, los santos y vírgenes.
“Yo le decía ( a Murray Chiesa): ‘ Pero, ¿para qué voy a hacer una cosa tan fea? Eso nadie se lo va a poner, ¿qué van a hacer con eso?’”, menciona Pollock Dávila sobre la petición para que comenzara a hacer los exvotos, figuras que lo continúan destacando en el mundo artesanal.
Su amistad con Murray Chiesa lo llevó a conocer más sobre nuestra herencia cultural y a realizar otro tipo de trabajo, como placas de reconocimiento para tropas y líderes del movimiento Scout para niños.
Pero también lo motivó a viajar a otros países, como México, donde fue referido por su mentor para que conociera la cultura y expresiones artísticas. Desde entonces, ha aprovechado sus múltiples viajes para conocer las manifestaciones culturales y artesanales y aprender diferentes trabajos y técnicas.
Uno de esos viajes fue a Estados Unidos, donde Pollock Dávila aprendió técnicas para trabajar el vidrio en la famosa empresa Corning International, donde tomó cursos de escultura en cristal con una artista australiana. De hecho, uno de sus planes es viajar a ese continente.
También, aprendió a pulir piedras con indios en Oklahoma y a elaborar prendas con quien fuera uno de los jefes de diseño de la empresa Avon. “Tengo una suerte… Ese viejito diseñaba, enchapaba, había hecho prendas en Nueva York, no sé cuántas cosas más hacía. Ese fue el que me enseñó a usar (el metal) pewter ”, con el cual elabora sus exvotos, nacimientos y otras piezas.
Recuerda, además, que el también reconocido gestor cultural Teodoro Vidal le pidió que hiciera coronas para unos santos tallados que donaría a los museos Smithsonian. Pollock Dávila le pidió una pieza de ejemplo porque nunca había hecho un trabajo similar. Cuenta que, para hacer esas pequeñas piezas, utilizó equipos como un microscopio y un micrómetro (que ayuda a medir con extrema precisión el tamaño de un objeto). Hizo una corona en pewter , pero don Teodoro le dijo que debían ser en plata, material que nunca había trabajado.
“Haciendo favores aprendo mucho y yo lo agradezco. Todo lo que sé alguien me lo enseñó”, afirma el artesano sobre su trayectoria, en la que también ha sido autodidacta. El más reciente ejemplo son unas cruces de madera que compró y transformó usando sus piezas de metal de motivos religiosos. Cuando quiso comprar más cruces, el vendedor le dijo que ya no haría más. “Me compré la maquinaria para trabajar la madera y empecé a hacerlas. Hice como tres hasta que aprendí y mira…”, enfatiza, y señala las piezas que muestra en su mesa en la Feria de Artesanías de Plaza las Américas.
De hecho, por la experiencia de trabajo colaborativo que tiene es que hace críticas y ofrece consejos a otros artesanos para que mejoren sus productos o su forma de trabajar e, incluso, les regala piezas para que las incorporen en sus trabajos.
“Yo lo hago para que (esas figuras taínas o religiosas de nuestra cultura) se comercialicen y la gente las conozca más. Ya dejé la pelea que tenía para venderlas”, dice mientras muestra unas figuras que le regaló a otra artesana, quien las convirtió en piezas de joyería.
“Yo he vivido a plenitud. No le he hecho daño a nadie y ayudo al que puedo. De cuerpo a veces estoy flojo, pero el cerebro cada vez tiene más conocimiento”, declara el bayamonés, al tiempo que recalca que se aprende haciendo y que cada día se puede aprender algo nuevo.