¿CÓMO SABER QUE LLEGÓ EL FIN DE LA PANDEMIA?
Todos los días, obsesivamente, reviso el reporte del Departamento de Salud, y cada vez me sorprende más el número de muertes, que promedian alrededor de siete diarias. La variante Ómicron se supone que sea más contagiosa, pero menos letal que la cepa anterior, la Delta, que mataba a 13 de cada 1,000 infectados. La Ómicron liquida a 9 de cada 1,000. ¿A qué se debe que ahora estén muriendo tantas personas por infección con una cepa que es menos virulenta?
Aunque proporcionalmente es menos letal, infecta más personas y, por tanto, en términos absolutos, mueren más. Lo primero que me llama la atención en el reporte del día en que escribo esta columna, es la edad avanzada de los difuntos. Por ejemplo, entre los diez muertos, siete eran mayores de 80 años y siete eran hombres. Sabemos que los hombres nos vacunamos menos frecuentemente que las mujeres.
Lo segundo que llama la atención es el número de vacunados que han muerto. Por ejemplo, un día cualquiera reportan que de los diez difuntos, ocho estaban vacunados. La conclusión “lógica”, especialmente para el que aborrece las vacunas, es que la vacunación promueve la muerte por COVID-19. Pero existe un problema con esa conclusión: hay muchísimos más vacunados que no vacunados y por tanto mucha más probabilidad de morir para los vacunados. Por ende, hay que calcular cuántos de cada 100,000 vacunados mueren, y entonces podremos comparar ese dato contra 100,000 no vacunados.
Hay otro detalle importante: ¿cómo definimos lo que es una persona vacunada? ¿Una persona con tres dosis de la vacuna se considera vacunada? La contestación es sí, pero solo parcialmente. Para una persona mayor de 50 años, no inmunocomprometida, ser considerada como completamente vacunada, necesita tener dos refuerzos (equivalente a cuatro dosis de Pfizer o Moderna) o tres dosis si tiene menos de 50 años. Los mayores de 50 que han recibido solo tres dosis, ahora se consideran como “sin vacunas al día”.
Hace tiempo que vengo insistiendo en que tres dosis no son suficientes porque ya han pasado nueve meses desde que se empezó a administrar la tercera dosis, y a los seis meses ya quedan pocos anticuerpos contra el virus. Usando esa nueva definición, el número de muertos por cada 100,000 completamente vacunados es de 1.35, lo cual, comparado con 12.94 en los “no vacunados” equivale a una mortalidad casi 10 veces menor para los completamente vacunados. En los que no cuentan con todas las dosis requeridas, ahora denominados “sin vacunas al día”, mueren 5.87 por cada 100,000, o justo la mitad que los no vacunados. Es importante señalar que en este momento solo 30% de la población puertorriqueña está completamente vacunada. Estos datos subrayan la importancia de la vacunación, especialmente con la cuarta dosis.
Pero el daño producido por el COVID-19 va más allá de la muerte. Las hospitalizaciones también suelen ser devastadoras para el paciente, al igual que para sus familiares, ya que no se les permite estar juntos. El golpe a la economía y a la educación es mayor que el mismo daño producido por las muertes y hospitalizaciones. ¿Qué mejor prueba que el número de personas que se colgaron en las reválidas de leyes y de medicina? Los expertos nos aseguran que el mayor daño del COVID-19 ha sido el causado a los niños, que se han tenido que ausentar demasiado tiempo del salón de clases.
¿Y cuándo terminará esta pandemia? ¿Terminará antes que la guerra de Ucrania? Usualmente una pandemia termina cuando el virus infecta suficientes personas y produce lo que llamamos inmunidad de rebaño. Esto ocurre cuando alcanzamos inmunidad en la gran mayoría de la población, ya sea por infección natural o por vacunación, pero el porcentaje de inmunidad necesario depende del virus. El COVID-19 ha burlado este concepto debido a su extraordinaria capacidad de mutar. Cada vez que aparece una cepa o una subvariante nueva, esta parece ser menos susceptible a nuestro sistema inmune. Entonces, ¿cómo controlaremos el COVID-19? Sigo siendo fiel creyente en que la solución es la vacuna, pero debe ser una vacuna más efectiva que la que tenemos en este momento. No es aceptable que nuestros cerebros no puedan dominar un virus descerebrado. Hay mucha esperanza en unas nuevas vacunas en desarrollo, que prometen ser muy superiores a las actuales.
No existe una cifra establecida que dicte cuándo una pandemia termina y se convierte en endemia. Endemia significa que el virus continúa circulando dentro de la población, pero en tasas bajas, o mayormente en ciertas temporadas del año como ocurre con la influenza. En palabras sencillas, una enfermedad endémica tiene una presencia constante, estable, y predecible o esperada. Según la Dra. Megan Ranney, decana de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Brown, estaremos en una fase endémica cuando los casos, las hospitalizaciones y las muertes hayan alcanzado un nivel estable… pero recuerden que endémico no es lo mismo que inocuo. Endemia es mejor que pandemia, pero no significa que se ha resuelto el problema en su totalidad. Más allá de eso, no hay una definición estricta. En Puerto Rico ya estamos comenzando a ver una reducción en la incidencia del COVID-19 pero ¿cuán lejos estamos de alcanzar la categoría de endemia y declarar victoria?
Se ha propuesto que para juzgar si estamos en la etapa de endemia debemos considerar cinco datos objetivos. Primero, el número de casos nuevos se debe mantener por debajo de 200 por cada 100,000 habitantes. Ahora mismo en Puerto Rico estamos en 96 por cada 100,000. Durante enero pasado estuvimos tan alto como 310 por cada 100,000. Segundo, si vemos que las hospitalizaciones continúan disminuyendo o se mantienen estables, eso sugerirá endemicidad. En ese parámetro nos colgamos porque las hospitalizaciones no están estables y las cifras fluctúan mucho hacia arriba y hacia abajo. Tercero, en EE.UU. debería haber menos de 100 muertes por día, lo cual es equivalente a .027 por cada 100,000 habitantes. En Puerto Rico tenemos 0.17 muertes por cada 100,000, y en EE.UU. tienen 0.10, por tanto ambos nos colgamos también en este parámetro. En cuarto lugar, aunque suene algo repugnante, las aguas negras que fluyen a través de nuestros sistemas de alcantarillado pueden decirnos mucho sobre las enfermedades que podrían estar circulando en la comunidad, y el COVID-19 no es una excepción. El National Waste Water Surveillance System se ha utilizado con ese propósito y ha sido capaz de predecir cuándo va a ocurrir un alza en el número de casos de COVID-19, ya que el virus se detecta en la excreta antes de la persona tener síntomas. Este sistema se ha usado exitosamente en Estados Unidos y otros países. Hasta donde yo sé, en Puerto Rico no se ha implantado.
Finalmente, se deben monitorear los brotes en las escuelas y pueblos. Existen múltiples brotes en muchos pueblos de la isla. De nuevo nos colgamos en este renglón.
A las personas nacidas entre 1981 y 1996 les llamamos “millenials” y se caracterizan por estar profundamente preocupados por el estado del mundo, tratando de equilibrar los desafíos de su vida con sus deseos de impulsar el cambio social. ¿Se han preguntado ustedes cómo les llamaremos a los nacidos durante la pandemia? ¿Qué tal “coronials”? Están aprendiendo a hablar, pero por el momento lo que los caracteriza es su gran agudeza en identificar las caras de los enmascarados.
Me acabo de tropezar en un supermercado con un señor con mascarilla que me saludó efusivamente y no lo reconocí… Era mi hermano. Obviamente tengo mucho que aprender de los “coronials”.
No es aceptable que nuestros cerebros no puedan dominar un virus descerebrado. Hay mucha esperanza en unas nuevas vacunas en desarrollo, que prometen ser muy superiores a las actuales.