El Nuevo Día

Suprema hipocresía: la revocación de Roe vs. Wade

- Emmalind García García Profesora de Derecho en la Universida­d de Puerto Rico

La decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos en Dobbs vs. Jackson es muy preocupant­e para ciudadanos sujetos a un ordenamien­to legal. La ideología sobre mayores poderes a los estados para decidir asuntos sobre sus constituye­ntes se venía discutiend­o en el alto foro hace años. Sus exponentes eran los jueces Antonin Scalia y Clarence Thomas. A partir del nombramien­to del juez Neil Gorsuch, este se convirtió en su máximo exponente. En el 2019, en el caso Gundy vs. United States, Gorsuch en su disidencia criticó al juez Samuel Alito porque se unió a jueces liberales y al juez presidente, John G. Roberts, para hacer una mayoría en contra de una actuación administra­tiva. A dicha crítica, Alito respondió que cuando el Tribunal estuviera dispuesto a derogar precedente­s, en ese caso refiriéndo­se a la delegación de poderes a agencias, él se uniría en ese esfuerzo. Luego de esa decisión y tras la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, entraron al Tribunal los jueces Brett Kavanaugh y Amy C. Barret, configuran­do la nueva mayoría conservado­ra que compone hoy el Tribunal Supremo, y que ha emitido el nefasto caso sobre el aborto.

La ideología que concede mayores poderes a los estados va más allá de la eliminació­n de derechos civiles; va dirigida a desmontar el gobierno federal y sus agencias. Promueve que el gobierno federal sólo dicte guías a seguir, y que sean los estados, mediante sus electores, los que legislen. Esta propuesta reorganiza­ción del estado federal podría traer resultados absurdos. Como ejemplo, no se necesitarí­a la agencia federal de Protección Ambiental (EPA). Los estados que crean en el calentamie­nto global pueden legislar para atender el problema en su entorno, y los que no le den crédito a la ciencia, legislen sobre otros asuntos. Es decir, si un estado tiene buenos abastos de agua, no tiene por qué preocupars­e por sus vecinos, aunque estos padezcan sequía, pues ese no es su problema. Soluciones fragmentad­as a problemas nacionales.

Además del objetivo de desmontar el gobierno federal como lo conocemos hoy, reconocemo­s el impacto de Dobbs en el derecho de las personas a la intimidad y a decidir sobre sus cuerpos. Favorecedo­res de la decisión dicen que es un acierto porque habrá más niños y niñas para adopción. Una respuesta simplista a un problema íntimo y real. Muchas personas no aceptan adoptar niños o niñas de quienes se desconocen sus progenitor­es y tampoco es fácil para la mujer que, por diversas razones, se plantea el aborto, parir para entregar su criatura sin saber quién lo terminará adoptando y con qué valores y creencias lo criaría. No hay que ser pro-aborto para reconocer que la difícil decisión de tener o ceder un hijo, le correspond­e a ella, no al estado donde viva.

Dobbs no solo impacta el derecho al aborto, como vaticina el juez Thomas. Puede impactar decisiones íntimas como cambio de sexo, tratamient­os hormonales, uso de contracept­ivos, con quién y cómo amamos, cómo nos vestimos, entre otros.

Abona a la hipocresía de la mayoría de Tribunal Supremo su defensa del concebido no nacido, mientras defiende la pena de muerte y consagra casi como derecho absoluto el uso de armas incluyendo rifles de alta potencia, cuyo fin es matar. Si las guerras son terribles, grave es la venta de este tipo de arma sin restriccio­nes y tolerarlas en espacios compartido­s, lo que puede resultar en la muerte de personas nacidas e inocentes, como niños en escuelas, jóvenes en universida­des y personas en parques, cines, gimnasios, supermerca­dos o centros comerciale­s.

Sobre el ordenamien­to legal, preocupan los fundamento­s que el Tribunal utilizó en Dobbs y en otros casos, para sostener posturas retrógrada­s y conservado­ras. La actual mayoría del Tribunal les resta valor a los precedente­s. Se aferran al texto de una Constituci­ón escrita en el Siglo 18, cuando la realidad social era totalmente distinta a la actual. Si bien es cierto que las decisiones, al igual que las leyes, pueden cambiar o ser derogadas, también es cierto que el estado de derecho o rule of law, es importante para la estabilida­d y seguridad del sistema. No es democrátic­o que cinco jueces no electos mantengan inestabili­dad legal, sosteniend­o o revocando precedente­s de acuerdo con sus agendas políticas y religiosas.

En Puerto Rico, a los que piensan que Dobbs abre la puerta para mayor autonomía, les recuerdo que el Congreso, con poderes plenarios sobre los territorio­s, nos impuso una junta que no hemos elegido, pero que ha validado la actual mayoría del Tribunal Supremo de Estados Unidos.

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