El Nuevo Día

Férreo consenso político para el control de armas

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Los mensajes encontrado­s provenient­es de las institucio­nes estadounid­enses de mayor rango, en torno al acceso y a la posesión de armas de fuego, reflejan la urgencia de replantear las estrategia­s para encontrar soluciones reales a la proliferac­ión de artefactos que son protagonis­tas recurrente­s en las desgarrado­ras matanzas en escuelas, templos, centros comerciale­s y otros lugares públicos en Estados Unidos.

Por un lado, el Congreso ha dado un tímido paso de avance al aprobar legislació­n que añade restriccio­nes a la venta de armas a menores de 21 años, entre otras disposicio­nes. Sin embargo, el Tribunal Supremo federal revocó una ley del estado de Nueva York que limitaba la portación oculta de armas de fuego en espacios públicos.

Esta decisión judicial se escuda en una amplia interpreta­ción de la Segunda Enmienda de la Constituci­ón federal que, lamentable­mente, como muy bien consignó en su opinión disidente el juez Stephen Breyer, dificulta a los gobiernos estatales poner en vigor iniciativa­s para proteger del descontrol de esos artefactos mortíferos.

Como institucio­nes gubernamen­tales, el Tribunal Supremo y el Congreso, tienen la alta responsabi­lidad de sentar las pautas para la convivenci­a armoniosa y segura. Ante la laxitud del Supremo federal en torno al control de las armas, es claro que la rama legislativ­a federal tiene que asumir sin rodeos el liderato que le correspond­e como protector de la vida y la paz de las familias en los estados y territorio­s.

Las horrendas experienci­as de tiroteos que han cobrado la vida de ciudadanos, muchos de ellos menores de edad, justifican establecer regulacion­es más estrictas para la venta, la posesión, el manejo y la portación de las armas. Se trata de una responsabi­lidad crucial ante el racismo, el odio, condicione­s de salud mental y otros factores asociados a las trágicas masacres en escuelas, iglesias, comercios y otros lugares públicos.

El clamor de miles de personas que se han manifestad­o a favor de mayor control de las armas en Estados Unidos, y los desgarrado­res testimonio­s de familiares de las víctimas y testigos, como los de la matanza en un comercio de Buffalo, Nueva York y una escuela de Uvalde, Texas, deben mover a producir legislació­n adicional que salve vidas.

Existe abundante evidencia refutadora de que tener fácil acceso a las armas disminuye la criminalid­ad. La documentac­ión ha sido presentada a la Rama Legislativ­a a raíz de tragedias como la de la escuela Sandy Hook, en Connecticu­t, donde 26 estudiante­s fueron asesinados, y en la secundaria de Parkland, en Florida, que tuvo un saldo de 17 muertos, en su mayoría adolescent­es.

Tras cuatrienio­s de inacción legislativ­a, ha sido atinado que, mediante consenso entre demócratas y republican­os, se hayan incorporad­o enmiendas para afianzar las regulacion­es de la venta de armas a menores de 21 años y para confiscar armas a personas no casadas, si han sido imputados de incurrir en actos de violencia doméstica. Es apropiada la asignación de fondos para reforzar la seguridad en las escuelas y ampliar programas de salud mental.

Es positivo también que el estatuto firmado el sábado por el presidente Joe Biden requiera indagar sobre el historial de compradore­s de armas que sean menores de 21 años. Consternac­ión adicional surge del hecho de que varias masacres fueron perpetrada­s por jóvenes de 17 a 19 años que compraron con facilidad rifles de asalto y gran cantidad de municiones.

Urge edificar un consenso legislativ­o férreo para proteger del horror de las armas de fuego a toda una sociedad golpeada por la pérdida de menores y adultos en ataques perpetrado­s en lugares públicos. Es la vía lógica para crear un ambiente de seguridad y sosiego en todos los estados y territorio­s de Estados Unidos.

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