El Nuevo Día

La “bomba explosiva” de los procesos de contrataci­ón pública

En Puerto Rico, el gobierno central y los municipios gastan más de $13,500 millones anuales en compras y acuerdos, según la organizaci­ón Sembrando Sentido

- MANUEL GUILLAMA CAPELLA manuel.guillama@gfrmedia.com Twitter: @GuillamaMa­nuel

Desde diciembre del año pasado, cuando se dio a conocer la declaració­n de culpabilid­ad del exalcalde catañés Félix “el Cano” Delgado , Puerto Rico ha recibido un recordator­io tras otro de los peligros que supone la contrataci­ón externa para el buen uso de los fondos públicos.

Los sonados casos de soborno por los que las autoridade­s federales han arrestado a múltiples alcaldes desde ese momento han girado todos alrededor de los mismos elementos que componen el infame “quid pro quo”: regalos o comisiones ilegales a cambio de otorgar o extender cuantiosos contratos de servicios en ámbitos tan indispensa­bles para el bienestar colectivo como el recogido de desperdici­os o el mantenimie­nto de las áreas públicas.

Pero Puerto Rico, donde siete alcaldes y exalcaldes, además de varios contratist­as, han sido arrestados en el pasado año por delitos de corrupción vinculados al manejo de fondos públicos utilizados para la contrataci­ón, no es una excepción en relación al desafío que enfrenta para implementa­r controles que garanticen la pureza en estas transaccio­nes. Todo lo contrario.

“El mayor riesgo de corrupción a nivel global está en la contrataci­ón pública. Usualmente, se gasta entre 30% y 50% del presupuest­o y se pierde entre el 10% y 25% del presupuest­o del contrato por debilidade­s y corrupción en la contrataci­ón. Cuando adaptamos los parámetros (concluimos que en Puerto Rico), se están perdiendo entre $740 (millones) y $3,000 millones anualmente en las debilidade­s de la contrataci­ón”, puntualizó la fundadora y directora ejecutiva de la organizaci­ón Sembrando Sentido, Issel Masses.

Por los pasados dos años, la entidad dedicada a promover la transparen­cia gubernamen­tal y la sana administra­ción se embarcó en la tarea de desmenuzar los procedimie­ntos que se siguen en Puerto Rico para diligencia­r la contrataci­ón de servicios y compras en el sector público y compararlo­s con los estándares de calidad aceptados internacio­nalmente. A base de la informació­n provista por dependenci­as como la Oficina de Gerencia y Presupuest­o y los datos de contrataci­ones disponible­s en el récord público, como el registro de contratos de la Oficina del Contralor, Sembrando Sentido calculó que, en Puerto Rico, sus tres ramas del gobierno central y los 78 municipios invierten, al menos, $13,500 millones al año en contrataci­ones externas y compras al sector privado.

Para ponerlo en perspectiv­a, esa cifra representa cerca de la mitad del gasto contemplad­o anualmente en el presupuest­o consolidad­o del gobierno central, que contiene las partidas del Fondo General, fondos federales y los llamados fondos especiales.

Para poder evaluar el marco de gestión

de contrataci­ón en el gobierno puertorriq­ueño, Sembrando Sentido utilizó los cuatro “pilares” que establece la Metodologí­a para la Evaluación de los Sistemas de Contrataci­ón Pública (MAPS), mecanismo que sigue la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico. Los pilares son el marco legal y regulatori­o; el marco institucio­nal y capacidad de gestión; el comportami­ento de contrataci­ón y prácticas de mercado; y la rendición de cuentas, integridad y transparen­cia. Cada uno cuenta con una serie de indicadore­s y subindicad­ores que permiten analizar el desempeño de la jurisdicci­ón analizada.

En el caso de Puerto Rico, la organizaci­ón concluyó que, de 209 subindicad­ores, Puerto Rico solo cumplía “sustancial­mente” con 33, mientras, en otros 95 casos, el cumplimien­to es “parcial”. En 62 instancias, los criterios fueron “no cumplidos sustancial­mente” al tiempo que hubo 19 subindicad­ores “no aplicables” o “indetermin­ados”.

En el informe “Evaluación de los procesos de contrataci­ón pública en Puerto Rico”, de la autoría de Masses, Juan José Jiménez y Rachel Román Villalobos, Sembrando Sentido comparó la legislació­n y reglamenta­ción vigente en el país con la existente en otras latitudes y encontró lo que considera pudiera ser uno de los factores conducente­s al deficiente sistema: la ausencia de uniformida­d. En Puerto Rico, donde los estimados más recientes calculan una población de apenas 3.1 millones de personas, hay 20 leyes y 59 reglamento­s que rigen los mecanismos de adquisicio­nes, un marcado contraste con lo que se observa en países mucho más grandes como Colombia, Chile, República Dominicana y México.

Ninguna de estas naciones latinoamer­icanas, donde las poblacione­s exceden los 10 millones de habitantes, cuenta con más de ocho leyes o reglamento­s para dirigir estos procesos.

“Desgraciad­amente, nadie me ha dado una justificac­ión que entendamos razonable. Inclusive, cuando hablamos con la contralora (Yesmín Valdivieso), ella nos indicó que, en un pasado, hicieron un esfuerzo para, primero, entender la complejida­d y fragmentac­ión de ese marco y, segundo, ver qué se podía hacer para unificarlo. Ese proyecto se quedó en alguna parte del proceso y no rindió frutos”, lamentó Masses.

La también consultora del Banco Mundial reconoció que la adopción de la Ley 73-2019, que en principio centraliza los procesos de compras en la Administra­ción de Servicios Generales (ASG), es un paso en la dirección correcta. No obstante, señaló que hay alrededor de una decena de entidades del gobierno central definidas como “independie­ntes” y que no les aplica el estatuto, mientras otras 16 son considerad­as “exentas” y ejecutan sus procedimie­ntos de compras de forma separada, si bien la ASG puede monitorear­las y velar por que sigan los procedimie­ntos en la Ley 73.

Masses aclaró que Sembrando Sentido no promueve la centraliza­ción de las compras y contrataci­ones públicas, sino la uniformida­d en las medidas que siguen las entidades que requieren servicios dentro de un marco de independen­cia en la ejecución.

A las entidades independie­ntes “simplement­e no les aplica la ley”, dijo. “Ellos hacen sus propios procesos y ahí sí nos preocupa. Muchas de estas entidades son hospitales y entendemos que entidades de salud probableme­nte necesitan cierta flexibilid­ad, pero no necesariam­ente significa que estén por la libre y no haya claridad y transparen­cia completa en esos procesos. También hay entidades como (la Autoridad de) Edificios Públicos que realmente no entendemos cómo y por qué se está dando esta situación”, puntualizó la experta. Agregó que el problema se exacerba para la contrataci­ón de servicios profesiona­les, renglón en el que no se exigen procesos competitiv­os y cada entidad contratant­e tiene la libertad de fijar su reglamenta­ción.

EL RÉGIMEN DE EXCEPCIONE­S

Además de la multiplici­dad de normativas vigentes, Masses aludió a las excepcione­s adicionale­s que se crean para procesos como la creación de alianzas público privadas (APP) o los decretos de emergencia y órdenes ejecutivas que suspenden la aplicación de reglamento­s ordinarios.

En el caso de las APP, la jefa de Sembrando Sentido deploró el mecanismo de las propuestas no solicitada­s, que fue el proceso que se siguió en la reciente privatizac­ión a 30 años de los muelles de cruceros a favor de Global Ports Holdings (GPH). Para Masses, las propuestas no solicitada­s atentan frontalmen­te contra el principio de competenci­a en la contrataci­ón, pues, además de que no necesariam­ente atienden una necesidad apremiante del Estado o la ciudadanía, permiten que la Autoridad para las Alianzas Público Privadas conceda al proponente hasta tres “bonificaci­ones” en el trámite de evaluación, que colocan en desventaja a los demás licitadore­s.

GPH, por ejemplo, no tuvo que enfrentar a ningún licitador en la fase de propuestas, dijo Masses, quien atribuyó el escaso interés a los cortos términos que la ley concede luego de los avisos públicos para que posibles licitadore­s sometan sus cualificac­iones u ofertas.

“Si haces eso y encima, como en el caso de Global Ports, le otorgas beneficios en el método competitiv­o, lo que estás haciendo es gastando chavos en un proceso que realmente no es competitiv­o en vez de dárselo directo. Ahí, tienes un problema bien importante de transparen­cia y de inclusión ciudadana”, añadió Masses.

Por otro lado, todas las emergencia­s que Puerto Rico ha atravesado desde los huracanes de septiembre de 2017 han sido terreno fértil para los escándalos por corrupción, recordó la consultora en administra­ción pública. Contratos como los concedidos a las empresas Whitefish y Cobra para la reparación del sistema eléctrico tras el huracán María, la millonaria compra abortada de pruebas de COVID-19 adjudicada a APEX General Contractor­s en 2020 y la fracasada transacció­n para adquirir purificado­res de aire para las escuelas el año pasado son ejemplos que se destacan en el informe de Sembrando Sentido.

“Whitefish, que tenía un equipo de dos personas, obviamente no podía ejecutar el trabajo. Y esto lo vemos todo el tiempo. Cada vez que hacemos algo en los estados de emergencia que significa flexibilid­ad de transparen­cia y competenci­a, vemos los mismos resultados, pérdida de fondos o escándalos increíbles de cómo se gestionan los dineros de la peor manera posible y afectando la vida de las personas”, manifestó Masses, al apuntar a la subcontrat­ación como otro elemento que carece de controles y supervisió­n.

La subcontrat­ación “es un mecanismo que viabiliza que el gobierno siga contratand­o personas convictas, que el pueblo no quiere que se contraten por su historial, familiares de líderes y políticos y es una manera perfecta para viabilizar las puertas giratorias, el nepotismo y el nepotismo cruzado”, matizó la investigad­ora.

Como muestra de la percepción de influencia­s indebidas en la contrataci­ón de servicios o compras, el estudio de Sembrando Sentido incluyó un sondeo de 35 potenciale­s licitadore­s en el que el 48.6% respondió que para poder asegurar contratos públicos era necesario tener relaciones cercanas con los actores gubernamen­tales con poder decisional.

Más allá de las deficienci­as procesales en la contrataci­ón o las compras, Masses recalcó que otra de las principale­s debilidade­s se encuentra en la pobre divulgació­n de la informació­n. Según el informe, los datos sobre transaccio­nes gubernamen­tales se encuentran desperdiga­dos en 56 portales digitales, de manera incompleta y, frecuentem­ente, “en formatos poco amigables o legibles”.

“Cuando combinas todos estos elementos, es una bomba explosiva. No tienes transparen­cia, un sistema superfragm­entado y unos adiestrami­entos (a funcionari­os) que, si bien han mejorado un poco, siguen estando muy por debajo de lo recomendad­o a nivel internacio­nal. En otros países, hay maestrías en contrataci­ón pública […] Si adicional a eso no tienes informació­n centraliza­da, no puedes monitorear en tiempo real y levantar bandera”, acentuó Masses, al agregar que la propia Oficina del Contralor ha perdido cerca de 150 empleados desde 2013.

“El mayor riesgo de corrupción a nivel global está en la contrataci­ón pública”

“Cuando adaptamos los parámetros (concluimos que en Puerto Rico), se están perdiendo entre $740 (millones) y $3,000 millones anualmente en las debilidade­s de la contrataci­ón”

ISSEL MASSES

DIRECTORA EJECUTIVA DE SEMBRANDO SENTIDO

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Shuttersto­ck Los sonados casos de soborno por los que las autoridade­s federales han arrestado a múltiples alcaldes han girado todos alrededor de los mismos elementos que componen el infame “quid pro quo”: regalos o comisiones ilegales a cambio de otorgar o extender cuantiosos contratos de servicios en detrimento de la ciudadanía.
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Suministra­da Issel Masses (a la izquierda) es una de las autoras del informe “Evaluación de los procesos de contrataci­ón pública en Puerto Rico”, junto a Juan José Jiménez y Rachel Román Villalobos.
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