Diluvios y sequías: el viacrucis puertorriqueño
El paso del huracán Fiona depositó entre 16 y 25 pulgadas en el suroeste de Puerto Rico y aproximadamente 16 pulgadas en el resto de la isla. Sin embargo, en mayo, junio y julio sufrimos una sequía que provocó racionamiento de agua en municipios al este. Además, San Juan estuvo bien cerca de un racionamiento en julio. Estos eventos meteorológicos extremos constituyen una de las manifestaciones del cambio climático.
La pregunta es ¿cómo aprovechamos ese torrente de agua que llegará de repente? La otra es ¿cómo minimizamos el daño de este tsunami de agua?
Una de las estrategias para enfrentar las sequías es almacenar el agua durante lluvias torrenciales para tenerla disponible cuando ocurran sequías. Una alternativa es dragar los embalses para que se pueda almacenar la máxima cantidad de agua en cada embalse. Es de todos conocido que ciertos embalses estratégicos han perdido más de la mitad de su capacidad de almacenaje. Carraízo está sedimentado en un 50%. El embalse Dos Bocas ha perdido al menos un 60% de su capacidad debido a la sedimentación. La Autoridad de Acueductos y Alcantarillados comenzará el dragado de Carraízo en enero de 2023. Necesitamos que la Autoridad de Energía Eléctrica realice lo propio en el embalse Dos Bocas.
Una segunda alternativa consiste en la construcción de charcas para atrapar agua de lluvia en terrenos agrícolas. El agua entonces percola a los acuíferos, reabasteciendo lo que podemos catalogar como embalses naturales subterráneos. El Servicio Federal de Conservación de Recursos Naturales tiene fondos disponibles para construir estas charcas.
Una tercera alternativa es la construcción de aljibes en toda nueva construcción de vivienda unifamiliar. Además, donde sea viable, debemos requerir la cosecha de agua de lluvia en los centros comerciales, escuelas y parques de edificios. Esta alternativa no solo permite el aprovechamiento del agua posteriormente, sino también reduce en parte la escorrentía que contribuye a las inundaciones repentinas. Como ha indicado el arquitecto Abruña, nuestros techos, colectivamente, constituyen el embalse más grande de Puerto Rico.
En cuanto a inundaciones repentinas es necesario tomar otras medidas. Tradicionalmente, el asunto de las inundaciones se ha atendido con canalizaciones, diques y embalses para el control de inundaciones como el embalse Portugués y el embalses Cerrillos. Sin embargo, los acontecimientos muestran que debemos cambiar de estrategia y utilizar infraestructura verde. Como primera medida debemos reponer los 144 millones de árboles destruidos por el huracán María. Solo se han sembrado en cinco años alrededor de 350,000 árboles. Esta pérdida masiva de árboles propicia las inundaciones repentinas y el arrastre de sedimento a los embalses, que a su vez, reduce la capacidad de almacenamiento de agua.
Otras alternativas verdes que se pueden considerar es la construcción de humedales y áreas verdes en puntos estratégicos para amortiguar la escorrentía de lluvias intensas.
Obviamente, ayudaría evitar la construcción de nuevas viviendas e infraestructura en áreas susceptibles a inundaciones. Aquella infraestructura existente en áreas susceptible a inundación debe reubicarse de forma planificada. La vivienda privada existente en áreas susceptibles a inundación le cobija una protección constitucional y no se pueden reubicar sin una justa compensación. Por lo tanto, no es factible económicamente para el gobierno la expropiación de estas casas. Quizás se puedan implantar medidas in situ para reducir el impacto de las inundaciones sobre estas viviendas.
Aumentará la frecuencia de episodios de mucha agua y los episodios de poca agua. Podemos y debemos evitar el impacto de estas manifestaciones del cambio climático.