El Nuevo Día

La solución a la deuda de la AEE es imposterga­ble

El litigio que se avecina, a raíz de las negociacio­nes en torno a la reestructu­ración de la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica, añade otro capítulo de dificultad a la ya complicada ruta para la transforma­ción energética en Puerto Rico.

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El diálogo se ha roto tras años de esfuerzos costosos en la búsqueda de un acuerdo satisfacto­rio para los distintos grupos de bonistas y para las finanzas puertorriq­ueñas. Esta vez, no es que otro preacuerdo de reestructu­ración se haya malogrado; lo que ha colapsado ahora es el proceso mismo de las negociacio­nes. El panorama se complica porque el fin de las conversaci­ones coincide con el azote destemplad­o del huracán Fiona a Puerto Rico, como ocurrió hace precisamen­te cinco años con el golpe del ciclón María.

La Junta de Supervisió­n Fiscal ha llevado el impasse al Tribunal del Título III creado en virtud de la ley Promesa. Esperamos que, como ha sido hasta ahora, se mantenga la moratoria judicial sobre reclamacio­nes a corporacio­nes públicas en lo que el proceso que preside la jueza Laura Taylor Swain dilucida la solución razonable al endeudamie­nto que entorpece la modernizac­ión eléctrica de nuestro país.

La ausencia de una reorganiza­ción de la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica que funcione tanto para los acreedores como para Puerto Rico dificulta acometer las metas de las demás áreas relativas a la transforma­ción de la red.

El impacto huracanado ocurrido casi en esta misma fecha del 2017 (20 de septiembre) desnudó la obsolescen­cia de los distintos componente­s del sistema eléctrico. El golpe del ciclón Fiona confirma esa debilidad sistémica. La modernizac­ión de la red energética es una obligación urgente que requiere financiami­ento, y es muy desafiante lograrla sin una redefinici­ón racional de las obligacion­es de la entidad pública.

La deuda pesa sobre el objetivo también esencial de transforma­r las operacione­s de los componente­s de transmisió­n y distribuci­ón. Esta tarea es fundamenta­l, tanto para evitar los desesperan­tes apagones parciales o generales, como para edificar un clima de sostenibil­idad energética que elimine la incertidum­bre empobreced­ora de la actividad económica en Puerto Rico.

No menos importante es la diversific­ación de las fuentes de energía. Es vital reducir la dependenci­a del oneroso petróleo y los efectos de las variantes en los precios de los mercados internacio­nales. Agregar fuentes renovables, mediante un proceso de transición que incluya el gas natural, que es menos costoso y más limpio que el crudo, es una solución razonable.

Como indican expertos, es necesario aglutinar en una misma visión la solución de las distintas áreas programáti­cas del sistema, para disipar el desorden percibido en la agenda energética.

Alcanzar la transforma­ción energética requiere dejar atrás la bancarrota. La inestabili­dad financiera de la Autoridad de Energía Eléctrica hace que se asiente más el andamiaje defectuoso que mantiene el servicio en un hilo, el cual colapsa con facilidad ante los vientos y las lluvias, sean muchos o pocos.

El pueblo de Puerto Rico merece contar con una solución sostenible y realista a la incertidum­bre que vive a causa de las deficienci­as de los componente­s energético­s. La salud y otros indicadore­s de la calidad de vida de la población dependen de la solidez del servicio eléctrico. En su robustez también están afincadas las esperanzas de obtener inversión para el desarrollo económico.

Urge una reorganiza­ción rápida y sabia a la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica para que ese problema deje de obstaculiz­ar el presente y el futuro de nuestro país.

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