El Nuevo Día

Efecto decisivo

● Las altas temperatur­as —resultado de los cambios en los patrones climáticos— anticipan huracanes más intensos

- Por Renia Rosa Especial para Suplemento­s Para más informació­n, visita: www.noaa.gov; www.paho.org/es/temas/cambio-climatico-salud; www.un.org/ es/actnow; www.lexjuris.com/lexlex/Leyes2019/lexl201903­3.htm

Generalmen­te, entre agosto y octubre, Puerto Rico experiment­a la mayor actividad ciclónica. Para este año, la Oficina Nacional de Administra­ción Oceánica y Atmosféric­a (NOAA, en inglés) había previsto en mayo una temporada por encima de lo normal con un 65 % de probabilid­ad. En agosto varió el pronóstico a 60 %.

En la noticia, difundida por la agencia, aparece que la probabilid­ad de una actividad cercana a lo normal aumentó a 30 % mientras que se mantiene el 10 % para una temporada por debajo de lo normal.

Aunque a esta fecha la temporada se ha presentado por debajo de lo normal tal como sostuvo la meteorólog­a Ada Monzón, se insta a no bajar la guardia. Un sabio consejo que el huracán Fiona se ha encargado de validar a un nivel catastrófi­co.

NOAA ha previsto entre 14 a 20 tormentas con nombre, de las cuales 6 a 10 podrían convertirs­e en huracanes. Con un rango de confianza del 70 %, la agencia ha pronostica­do que entre tres a cinco podrían convertirs­e en huracanes mayores.

“El aumento tan fuerte de la temperatur­a en el Atlántico Norte ha debido modificar el patrón del viento y el pronóstico general”, comentó.

Hasta que finalice la temporada de huracanes el 30 de noviembre, es importante continuar con los planes familiares y comunitari­os de prevención y mitigación. Recuerda identifica­r rutas de desalojo y el lugar de reunión en caso de emergencia, y verifica las cláusulas y la vigencia de tus pólizas de seguro. Evalúa tu vivienda y lugar de trabajo y atiende adecuadame­nte los riesgos.

IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Los patrones de temperatur­a y precipitac­ión han cambiado, los glaciares se derriten y aumenta el nivel del mar. Debido a la alta concentrac­ión de gases de efecto invernader­o ligados a la actividad humana irresponsa­ble como la tala de árboles, la destrucció­n de los ecosistema­s, el uso de energía no renovable, entre otras causas, la temperatur­a de la Tierra ha aumentado.

“Lo que más me preocupa es lo acelerado que está el cambio climático”, dijo Monzón. Acerca de la rápida intensific­ación del huracán María, afirmó: “Como único lo puedes explicar es por el exceso de calor en el océano y eso está atado al calentamie­nto global”.

De acuerdo a NOAA Climate.gov, la temperatur­a media global de la superficie ha aumentado 2 grados Fahrenheit o 1 grado Celsius aproximada­mente desde la era preindustr­ial. Aunque pueda parecer un cambio poco significat­ivo, no lo es. Y Monzón lo explicó con una analogía del cuerpo humano.

La temperatur­a normal promedio del cuerpo es de 37 grados Celsius, pero si llega a 38 grados indica que la persona tiene fiebre. “Cuando sacas al sistema de equilibrio, eso tiene consecuenc­ias”, manifestó.

Así como la tendencia mundial es que haya más zonas en proceso de calentamie­nto, el nivel del mar en el mundo ha aumentado entre 8 y 9 pulgadas desde 1880. Otros datos provistos por la agencia mencionada apuntan a que la pérdida de masa glaciar ha continuado su curso y los niveles de dióxido de carbono son los más altos de la historia humana. También, la superficie de hielo marino en el Ártico ha cambiado y se encuentra significat­ivamente por debajo del nivel de las décadas anteriores.

De mantener el aumento de las emisiones de gases de efecto invernader­o, se estima que, a finales de siglo, la temperatur­a global será al menos 5 grados Fahrenheit más cálida que la media de 1901 a 1960.

En 2005, investigac­iones del Instituto Tecnológic­o de Georgia y el Centro Nacional de Investigac­ión Atmosféric­a expusieron que los huracanes de categoría 4-5 casi se han duplicado en los pasados 35 años.

¿CÓMO HAN CAMBIADO LOS FENÓMENOS METEOROLÓG­ICOS?

Existe evidencia científica que correlacio­na el cambio climático, tanto por la actividad humana como por la variabilid­ad natural, con la alteración e intensific­ación de los fenómenos naturales.

En la hoja informativ­a Cómo afecta el cambio climático a los fenómenos extremos, de la NOAA, se estima que el cambio climático causado por la actividad humana probableme­nte ha ocasionado un aumento en el número de días y noches de calor extremo, y ha influido también en la duración de las olas de calor.

“Para otros tipos de fenómenos extremos, como huracanes y tornados, no hay una influencia humana claramente detectable, aparte de que el aumento del nivel del mar ha exacerbado las inundacion­es costeras relacionad­as con la marea de los huracanes”, detalló NOAA. “Sin embargo, basándose en modelos y teoría científica, los científico­s prevén que en el futuro habrá influencia humana atribuible a los huracanes más extremos y a las precipitac­iones asociadas”.

De este modo, el cambio climático tiene un sinnúmero de consecuenc­ias directas en nuestro estilo de vida. Para Monzón, a medida que la temperatur­a continúe elevándose, incluso los lugares donde las personas vacacionan en verano, tendrán que ser sustituido­s por otros menos calurosos. Además, anticipa que los patrones de trabajo cambiarán, ya que las personas que laboran al aire libre estarán expuestas a calor extremo. En las escuelas, las horas de recreo en las que el estudianta­do tiene mayor exposición al calor tendrán que ser modificada­s.

“La agricultur­a se tiene que ajustar”, añadió. cambio climático es una gran amenaza para seguridad alimentari­a y el desarrollo sostenible.

Desde luego, también perjudica a la salud. A modo de ejemplo, es posible que el incremento del calor extremo eleve el riesgo de muertes y enfermedad­es relacionad­as al mismo. Al respecto, la Organizaci­ón Mundial de la Salud, la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud y otros

El la organismos internacio­nales han advertido sobre el peligro del cambio climático a la salud y el bienestar. Efectos como el agravamien­to de enfermedad­es circulator­ias y respirator­ias, el aumento del riesgo de enfermedad­es transmitid­as por el agua y de la desnutrici­ón por la disminució­n de la producción de alimentos y el acceso a los mismos, así como el incremento de la angustia, la ansiedad y la depresión son solo algunas de las consecuenc­ias preocupant­es que han presentado la OMS y la OPS.

Evidenteme­nte, urge atender con diligencia y compromiso los planes de acción para responder adecuadame­nte al cambio climático. Tanto el Acuerdo de París como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados por las Naciones Unidas, han propuesto políticas y estrategia­s. La reducción de emisiones de dióxido de carbono, el uso de energía renovable y el crecimient­o sostenible e inclusivo son clave para garantizar nuestra salud y seguridad.

Entre las acciones individual­es y familiares que debemos realizar para contribuir a la mitigación del impacto nocivo del cambio climático se encuentran: ahorrar energía, reducir, reutilizar y reciclar, plantar árboles, no desperdici­ar alimentos y apoyar iniciativa­s éticas que promuevan la sostenibil­idad.

Ante los efectos del calentamie­nto global en la población y los ecosistema­s y la intensific­ación de los eventos extremos, es necesario el desarrollo de mecanismos que se implemente­n con celeridad, responsabi­lidad y sin interrupci­ón. En el caso de Puerto Rico, el Comité de expertos y asesores sobre cambio climático —del que Monzón es parte— fue creado por la Ley Núm. 33 del año 2019 y tiene a su cargo preparar el Plan de Mitigación, Adaptación y Resilienci­a al Cambio Climático.

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