El Nuevo Día

Fiona y los dos Puerto Rico

- Leo Aldridge Abogado y Analista Político

Durante los próximos meses van a poder verse, de forma más marcada que nunca, dos Puerto Rico paralelos y totalmente distintos. En un Puerto Rico – principalm­ente el del área metro – se regresará en pocos días a la normalidad y el paso del huracán Fiona habrá sido, salvo puntuales excepcione­s, una mera inconvenie­ncia. Muchos puertorriq­ueños del área metro continuará­n con sus rutinas de trabajo y estudio, saldrán a restaurant­es, a conciertos, a la playa y a la Placita, y con el pasar de los días estarán emocionalm­ente más alejados del desastre en el otro Puerto Rico.

En el otro Puerto Rico – principalm­ente el sur y suroeste – se vivirá otra realidad completame­nte diferente. Las rutinas de trabajo quedarán suspendida­s o interrumpi­das por no se sabe cuánto tiempo. Las escuelas, cerradas primero por el huracán María, luego por los terremotos en el sur, luego por el COVID-19, ahora clausurará­n, al menos temporeram­ente, en lo que se abre camino y se rehabilita­n estructura­s. Más importante aún, habrá que esperar a que regrese la luz, cosa que, si nos dejamos llevar por la historia reciente, podría tomar largas semanas o hasta meses.

La diferencia entre los dos Puerto Rico siempre ha existido para el que quisiera verla, pero ahora será inevitable para cualquiera con dos dedos de frente. Y no solo es una diferencia de clase social o económica, es también geográfica: el área metro versus el “resto de la isla”.

No tiene por qué ser así. Puerto Rico, por diseño, está excesivame­nte centraliza­do desde los tiempos de Muñoz Marín, quien así lo prefería por considerac­iones políticas. Sin embargo, en decenas de municipios, los alcaldes y sus equipos representa­n el único rostro del gobierno que conocen decenas de miles de ciudadanos. Son, en palabras más sencillas, los que resuelven el día a día de los ciudadanos.

A pesar de esa realidad, y a pesar de que los funcionari­os municipale­s muchas veces son los primeros respondedo­res en emergencia­s como la que acabamos de atravesar, la política pública no va dirigida hacia la descentral­ización y el municipali­smo, sino todo lo contrario. La Junta de Supervisió­n Fiscal, quizás por no entender los municipios, le ha declarado la guerra al Fondo de Equiparaci­ón, que le suplía a los ayuntamien­tos dinero a cambio de que no cobraran ciertos impuestos.

El centralism­o es tal que La Fortaleza actualment­e se queda con casi todas las contribuci­ones que pagamos: por ingresos individual­es, por ingresos corporativ­os, IVU estatal, las cruditas al combustibl­e, impuestos a las gomas y a los vehículos de motor, a los celulares, el marbete, el arbitrio al alcohol y los juegos de azar. Los municipios, en cambio, solo recaudan las contribuci­ones sobre la propiedad, el IVU municipal de 1%, patentes y arbitrios de construcci­ón. Pero las recaudacio­nes municipale­s están sujetas a exoneracio­nes del gobierno central a través de decretos que, por supuesto, no se consultan con los alcaldes.

Según la Liga de Ciudades, el 84% de todos los recaudos contributi­vos va a las arcas del gobierno central y el restante 16% a los municipios. Pero aquí la parte más importante de los datos de la Liga: el gobierno central gasta el 70% del dinero que recauda en la zona metropolit­ana, donde vive apenas el 26% de la población de Puerto Rico. El restante 30% del dinero del gobierno central va para “el resto de la isla”, donde habitan tres cuartas partes de los puertorriq­ueños.

La visión gubernamen­tal es, indudablem­ente, metro-centrista.

Por supuesto que el huracán fue devastador para la región sur y suroeste, pero las consecuenc­ias – y la dificultad de la recuperaci­ón – están intrínseca­mente relacionad­as con las decisiones de política pública que, por años, han relegado “al resto de la isla” para priorizar el desarrollo del área metro.

En una isla relativame­nte pequeña como la nuestra, los dos Puerto Rico geográfico­s no deben tener tan marcadas diferencia­s. Y, si queremos ser verdaderam­ente solidarios más allá de consignas y lamentos por las vicisitude­s de los que viven “allá”, es hora de reconocer el rol clave de los municipios en las vidas diarias de miles de ciudadanos y exigirle al gobierno central que invierta de forma proporcion­al por todo Puerto Rico y cese su histórica política metro-centrista.

Es hora de reconocer el rol clave de los municipios en las vidas diarias de miles de ciudadanos y exigirle al gobierno central que invierta de forma proporcion­al”

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