El Nuevo Día

Solidarida­d y activismo desde la diáspora

- Arlene Dávila Escritora, Profesora en New York University y Fundadora de The Latinx Project

En el quinto aniversari­o del huracán María, una vez más la comunidad puertorriq­ueña en la diáspora está en duelo y acción. No solo porque Fiona vuelve a exponer la fragilidad de la pobre infraestru­ctura boricua, recordándo­nos de una supuesta recuperaci­ón que nunca vino, sino porque la diáspora siempre está presente, sufriendo y activa en la lucha por Puerto Rico -- aún cuando muchas veces se nos olvida y rechaza.

En este aniversari­o tan triste para nuestras comunidade­s es importante recordar la apertura y la unión tan necesarias entre los puertorriq­ueños del archipiéla­go y la diáspora que se vivieron después de María. Entonces abandonamo­s las diferencia­s entre “los de la isla” y de la diáspora y pudimos sufrir y actuar como lo que somos: un mismo pueblo.

Y vimos a nuestras familias y amigos refugiarse en nuestras comunidade­s a través de los Estados Unidos. Sin números de acciones y eventos de recaudació­n de fondos, y cabildeo político que advertía y amenazaba a políticos estadounid­enses sobre el poder de nuestro voto en la diáspora para que actúen por Puerto Rico en nombre de todos los puertorriq­ueños en el archipiéla­go sin voz ni voto.

Y vivimos meses con un gran nudo en el estómago y con los corazones en las manos ante el sufrimient­o colectivo de ver a nuestra comunidad ignorada y explotada por políticos, rogando por la ayuda que nos prometiero­n y nos merecemos.

Ese es el mismo nudo que vivimos hoy con el huracán Fiona - y el mismo nudo que nos aprieta cada vez que vemos las injusticia­s en que vive nuestra gente- sufriendo apagones y desplazami­entos. Esa es la misma agonía que sufrimos al ver a nuestro pueblo huir a Estados Unidos porque la vida en Puerto Rico se hace imposible.

Por eso se nos rompe el corazón cuando escuchamos el argumento de que solo los que vivieron el huracán en carne propia merecen sufrir o representa­r esta tragedia. Como si María hubiese afectado únicamente a los que viven en el archipiéla­go – y no a los puertorriq­ueños en la diáspora que perdieron seres queridos o se quedaron endeudados ayudando a sus familias y amigos. Como si no se hubieran mudado miles de puertorriq­ueños a la diáspora después de María – como si de veras se pudiese demarcar qué puertorriq­ueños fueron afectados y quiénes quedaron ilesos y sin problemas.

¿No sería mejor trazar una línea en términos de clase y privilegio? ¿No es hora de reconocer que los más afectados son siempre los mismos? ¿Los de menos recursos, los más pobres y los excluidos, tanto si están en el archipiéla­go como en la diáspora? Teniendo en cuenta que los ricos en Puerto Rico están protegidos por sus generadore­s de electricid­ad individual­es, y que no experiment­aron cambios en sus vidas como tantas familias pobres en la diáspora que abrieron sus casas y sus bolsillos para ayudar a familiares y amigos.

Recordemos que vivir en el archipiéla­go no garantiza solidarida­d-- como bien lo demuestran los beneficiar­ios de las leyes 20 y 22 que se refugian en sus mansiones o huyen a sus casas en los Estados Unidos cuando aprietan los desastres.

Los demás vivimos traumatiza­dos, con los ojos abiertos a la realidad de que somos una colonia y de que si no trabajamos juntos -exigiendo que a Puerto Rico se le escuche y se respete- no vamos a ningún lado.

Esta es la lección que nos enseñan los artistas de la diáspora durante la exhibición “Recogiendo los Pedazos” organizada por el artista Adrián Viajero Román en una galería colectiva de Loisaida que abrió en días recientes. La exhibición, que sirve de celebració­n y recaudació­n de fondos, nos motiva a reflexiona­r sobre todas las vidas afectadas por el huracán, incluyendo a las personas que sufren depresión, trauma, pobreza, y migración forzada, sin distinguir que vivan en el archipiéla­go o en la diáspora. Más que nada, este evento nos recuerda lo fuertes que somos unidos y sirve como una celebració­n de lo mucho que nos une: el amor por lo que Puerto Rico representa, y la esperanza de un futuro mejor para todos.

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