Municipios y huracanes: el proveedor desaparece, la necesidad no
Doña Marta se levanta temprano en la mañana. Prepara el café y un desayuno liviano, para dos. Lo pone en una bandeja, respira profundo y lo lleva al cuarto. Allí, su esposo de toda la vida, Don Chú, le espera, dormido, pero allí. Entra, sonríe y despierta, con mucho cariño, a su querido Chú.
Miguel sale del turno de la noche de la fábrica. Se va directo para su casa, allí le esperan sus hijas y su esposa, quien desde que la pandemia comenzó no ha tenido estabilidad laboral. Luna, la hija mayor del matrimonio tiene que entregar un trabajo mañana. Miguel, su papá, es quien único sabe trabajar con la impresora.
Carla y Tomás sufren la repentina muerte de su tío abuelo Lázaro. Son los últimos que quedan en Puerto Rico de su familia, todos los demás ya se fueron. Lázaro no tenía un plan ante su muerte, menos sus sobrinos.
Estas tres historias ficticias son parte de la realidad que día a día se atienden en los municipios. Doña Marta necesita que el Municipio le pague un ama de llaves para acompañar a Don Chú unas horas a la semana. Esas horas las utiliza para ir al banco, para hacer compras, para trabajar en su patio, y en ocasiones, para cerrar los ojos por unos minutos. Miguel, al llegar a su casa, se encontrará con que le cortaron la electricidad. El ingreso de sus dos empleos no es suficiente para mantener a la familia a flote, y menos con los aumentos de LUMA. Será el municipio el que le apoye con el pago de la luz. Carla y Tomás van a necesitar que el municipio les apoye con el entierro de Don Lázaro, a quien cuidaron en sus últimos días, pero quienes no cuentan con los fondos necesarios en este momento. Si el municipio no estuviese, ¿quién les apoyaría?
Añádanle a eso el impacto de una tormenta que se convirtió en el devastador huracán Fiona, y las historias, y las realidades, se vuelven aún más duras. En un país en el que impera una visión metro-centrista, impuesta por el gobierno central y por la Junta de Control Fiscal, los municipios son cada vez más esenciales, a pesar de estar cada vez más debilitados. Si bien ha habido esfuerzos y conversaciones recientes para atender la gran crisis por la que estos atraviesan, muchas veces por decisiones impuestas por el mismo gobierno que ahora busca las efímeras soluciones, estas no propenden a los cambios sistémicos que hay que hacer. Al final del día se trata de un asunto de grandes inequidades, y esto, dicho de un país con una de las tasas más altas de inequidad en el mundo, es mucho decir.
Recordemos que al final del próximo año fiscal habrá 43 municipios fiscalmente inviables, esto gracias a las decisiones unilaterales y mal informadas de la Junta de Control Fiscal y la eliminación del Fondo de Equiparación, “el mal llamado subsidio”. En esos 43 municipios vive una tercera parte de la población, con índices de pobreza que superan en 7 puntos los del país, y con necesidades que solo se acrecientan ante la visión del gobierno central, quien gobierna el país pensando, principalmente, en “la zona metro”.
Las conversaciones que se están llevando a cabo entre alcaldes y el gobierno central son importantes, pero hace falta más. Sobre todo, luego de un huracán, que, con categoría de 1, y no de 4 o 5 como Hugo y María, causó estragos en un país que ya no aguanta más. ¿Qué falta? Que el gobierno central, y la Junta, entiendan, de una vez y por todas, que solo fortaleciendo a los municipios se fortalece a Puerto Rico. Mientras tanto, Doña Marta y Don Chú, Miguel, su esposa y sus hijas, y los sobrinos de Don Lázaro, seguirán contando con el apoyo de los municipios, los entes de gobierno más cercanos a ellos y a sus comunidades. Estas necesidades, que son muchas y continuas, vale recalcar que no surgen solamente con los vientos huracanados... los vientos lo que hacen es ponerlas en vitrina para que las podamos ver. Porque al final, si bien el proveedor puede desaparecer, la necesidad no.
“Solo fortaleciendo a los municipios se fortalece a Puerto Rico”