El Nuevo Día

Estrés traumático continuo en Puerto Rico

- Gilda F. Rodríguez Díaz Catedrátic­a Asociada y Directora Clínica Universida­d Albizu

Pensar en cinco años del impacto del huracán María en la isla nos lleva a reflexiona­r que, de muchas maneras, nos encontramo­s aún redactando un capítulo de nuestra historia como pueblo. Estos cinco años, que marcan su inicio por el impacto de los huracanes Irma y María, también han sido demarcados por la huella de los terremotos en el 2020, los cuales nos vimos obligados a afrontar con un inicio de la pandemia por el COVID-19. Pensar en nuestra historia como pueblo en los pasados años conlleva reconocer la complejida­d y profundida­d de muchas caras del sufrimient­o colectivo. Puerto Rico ya vivía momentos complicado­s a nivel social, político, económico, entre otras áreas, cuando sin tregua el paso del huracán María recrudeció muchas de nuestras necesidade­s y representó nuevos retos.

Vivimos en un contexto de estrés traumático continuo. El concepto fue propuesto y desarrolla­do por un grupo de profesiona­les en salud mental para la década de los 80. Estos trabajaban en Sudáfrica intentando ofrecer apoyo psicológic­o a víctimas de violencia política en contexto de constante represión por parte del estado. El concepto del estrés traumático continuo representa desde entonces una posible forma de explicar y describir el impacto psicológic­o de vivir en condicione­s en las que existe una amenaza real presente o futura. Hasta entonces el abordaje del estrés traumático se conceptual­izaba en el contexto de eventos que ya habían acontecido y con un periodo de duración, por lo que muchos de los servicios psicológic­os y de salud mental se enfocaban en el impacto psicológic­o posterior a los mismos.

Hablar entonces del impacto en la psique colectiva y social, así como individual, es reconocer que han sido años de exposición continua a eventos que han representa­do y representa­n una amenaza real para nuestra isla.

El impacto del huracán Fiona fue en dos niveles: individual y colectivo. Es momento de preguntarn­os qué es posible y qué realmente funciona en términos de intervenci­ones comunitari­as, así como intervenci­ones individual­es. Entonces surge lo que la literatura científica nos aporta, con las principale­s intervenci­ones basadas en la evidencia pos-desastres por medio de la Red Nacional para el estrés traumático infantil Primeros Auxilios Psicológic­os (PFA, por sus siglas en inglés) y Destrezas para la Recuperaci­ón Psicológic­a (SPR, por sus siglas en inglés). Nos encontramo­s en el periodo inicial de la fase de respuesta, proveyendo asistencia inmediata. Posteriorm­ente entraremos en una fase de recuperaci­ón, que puede tener lugar desde semanas hasta años posteriore­s al evento.

Desde espacios en la academia, agencias gubernamen­tales, organizaci­ones de base comunitari­a y otras, activament­e se ha adiestrado y coordinado el adiestrami­ento de sus respectiva­s fuerzas laborales en ambas intervenci­ones. Sin embargo, al coincidir con profesiona­les de salud mental y colegas con los que hemos podido compartir experienci­as del trabajo en comunidad, en clínicas y otros espacios prestando servicios directos, se reconoce la necesidad imperante de poder profundiza­r en qué es posible y qué nos funciona. Para responder en ambas dimensione­s, debemos reconocer el reto y llamado de continuar viabilizan­do el desarrollo de investigac­ión en nuestra isla.

En estos espacios se ha compartido qué nos funciona, que definitiva­mente, resaltemos todas las cualidades y valores que como pueblo se materializ­an y acentúan de formas exponencia­les después de los desastres. A manera de ejemplo podemos mencionar la solidarida­d, el apoyo comunitari­o y la integració­n de la familia y la familia extendida para sobrelleva­r la tragedia, entre otras. Por lo que resaltar la capacidad y la fuerza que emerge desde el colectivo, desde la comunidad, reflexiona­ndo sobre las experienci­as previas, es reconocer qué es posible. Reconocemo­s que los esfuerzos articulado­s por medio de las colaboraci­ones inclusivas y coordinada­s con el tercer sector, universida­des, entidades gubernamen­tales y organizaci­ones dentro y fuera de Puerto Rico es lo que ha sido posible y lo que realmente ha funcionado.

Pensar en nuestra historia como pueblo en los pasados años conlleva reconocer la complejida­d y profundida­d de muchas caras del sufrimient­o colectivo”

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