Que le hablen en blanco y negro a la gente con diversidad neurológica
“¿Qué haces mirando el televisor, si sabes que no hay luz?”, le pregunté a mi hijo adolescente con autismo uno de los más de diez días que pasamos sin servicios básicos en casa tras Fiona. “El gobierno dijo el lunes que hoy viene la luz y la estoy esperando”, me contestó dándome a entender que no se movería de allí hasta ver encendida la bombillita roja de su aparato favorito. Quien no viva con una persona con diversidad neurológica podría haberse reído por la ocurrencia, pero esa respuesta, transfigurada en bofetada de realidad, me sentó entonces a mí para escribir esta columna tan necesaria.
Y es que no es hasta que te toca convivir en casa con la diversidad neurológica que te golpea el problema profundo de las comunicaciones públicas oficiales, sobre todo durante emergencias. Pero ya es hora que deje de ser así. La población neurodivergente (sea que tenga autismo, déficit de atención, dislexia, dispraxia, por decir algunos) está en un crecimiento tal aquí que no puede pasarse por alto. Tan solo la gente con autismo se calcula en sobre 30 mil, y contando. Que conste: no se trata solo de niños y niñas escolares, sino también de adultos que toman las decisiones de sus hogares y de sus vidas. Son esposos y esposas, tíos, papás, mamás y hasta cuidadores de sus viejos cuando ya no hay otro remedio.
Entender las cosas de forma literal es algo que comparten en su mayoría. Todo es o blanco o negro. Ni las hipérboles, refranes o sentido figurado los entienden como tal; las “metas agresivas”, las “altas posibilidades”, los “seguramente” se graban en sus cerebros como hechos fehacientes con fecha y hora establecida que ellos y ellas van a esperar.
Entonces, de repente con Fiona les llega -una vez más- un huracán de comunicaciones públicas en conferencias de prensa y transmisiones en vivo. Han sido cientos los posts vía redes sociales de cuentas oficiales (sobre todo las municipales) en las que cualquier funcionario, sobre todo los electos, se manejan como cualquier influencer o como superhéroe de película. Y eso, a sus followers neurodivergentes les fascina porque es gente que cree de todo corazón. Los likes llueven. Pero cuando la promesa se incumple, y la luz y el agua no llegan, y hay carencia de diésel y gasolina, ese público sufre y teme por partida doble.
Muchos de estos adultos habrían optado por no prepararse bien creyendo en las promesas de una recuperación tipo Flash; los más jóvenes habrían mantenido cierta calma para luego, cuando lo esperado no sucedió, caer en una ansiedad y desesperación tal que al día de hoy afecta su funcionalidad y la de sus familias.
Falta de sueño, de apetito, llantos y comportamientos descontrolados cancelaron la poca estabilidad que tal vez lograron algunos tras dos años y medio de pandemia. Para sanar un poco esas heridas no merecidas en esta población tan frágil hace falta mucho más que un par de terapias, o ayudas gubernamentales. Ojo a los creadores de contenido: que las comunicaciones públicas tengan como norte orientar, informar y exhortar a la preparación, sin metáforas ni floretes innecesarios. Con eso, ni siquiera hace falta pedir solidaridad. Total, que en blanco y negro lo entendemos mejor todos. El entretenimiento, por favor, déjenselo a las sagas de superhéroes que veremos cuando todos tengamos luz.
Ojo a los creadores de contenido: que las comunicaciones públicas tengan como norte informar, sin metáforas ni floretes innecesarios”