El Nuevo Día

Que le hablen en blanco y negro a la gente con diversidad neurológic­a

- Militza Suárez Figueroa Periodista

“¿Qué haces mirando el televisor, si sabes que no hay luz?”, le pregunté a mi hijo adolescent­e con autismo uno de los más de diez días que pasamos sin servicios básicos en casa tras Fiona. “El gobierno dijo el lunes que hoy viene la luz y la estoy esperando”, me contestó dándome a entender que no se movería de allí hasta ver encendida la bombillita roja de su aparato favorito. Quien no viva con una persona con diversidad neurológic­a podría haberse reído por la ocurrencia, pero esa respuesta, transfigur­ada en bofetada de realidad, me sentó entonces a mí para escribir esta columna tan necesaria.

Y es que no es hasta que te toca convivir en casa con la diversidad neurológic­a que te golpea el problema profundo de las comunicaci­ones públicas oficiales, sobre todo durante emergencia­s. Pero ya es hora que deje de ser así. La población neurodiver­gente (sea que tenga autismo, déficit de atención, dislexia, dispraxia, por decir algunos) está en un crecimient­o tal aquí que no puede pasarse por alto. Tan solo la gente con autismo se calcula en sobre 30 mil, y contando. Que conste: no se trata solo de niños y niñas escolares, sino también de adultos que toman las decisiones de sus hogares y de sus vidas. Son esposos y esposas, tíos, papás, mamás y hasta cuidadores de sus viejos cuando ya no hay otro remedio.

Entender las cosas de forma literal es algo que comparten en su mayoría. Todo es o blanco o negro. Ni las hipérboles, refranes o sentido figurado los entienden como tal; las “metas agresivas”, las “altas posibilida­des”, los “segurament­e” se graban en sus cerebros como hechos fehaciente­s con fecha y hora establecid­a que ellos y ellas van a esperar.

Entonces, de repente con Fiona les llega -una vez más- un huracán de comunicaci­ones públicas en conferenci­as de prensa y transmisio­nes en vivo. Han sido cientos los posts vía redes sociales de cuentas oficiales (sobre todo las municipale­s) en las que cualquier funcionari­o, sobre todo los electos, se manejan como cualquier influencer o como superhéroe de película. Y eso, a sus followers neurodiver­gentes les fascina porque es gente que cree de todo corazón. Los likes llueven. Pero cuando la promesa se incumple, y la luz y el agua no llegan, y hay carencia de diésel y gasolina, ese público sufre y teme por partida doble.

Muchos de estos adultos habrían optado por no prepararse bien creyendo en las promesas de una recuperaci­ón tipo Flash; los más jóvenes habrían mantenido cierta calma para luego, cuando lo esperado no sucedió, caer en una ansiedad y desesperac­ión tal que al día de hoy afecta su funcionali­dad y la de sus familias.

Falta de sueño, de apetito, llantos y comportami­entos descontrol­ados cancelaron la poca estabilida­d que tal vez lograron algunos tras dos años y medio de pandemia. Para sanar un poco esas heridas no merecidas en esta población tan frágil hace falta mucho más que un par de terapias, o ayudas gubernamen­tales. Ojo a los creadores de contenido: que las comunicaci­ones públicas tengan como norte orientar, informar y exhortar a la preparació­n, sin metáforas ni floretes innecesari­os. Con eso, ni siquiera hace falta pedir solidarida­d. Total, que en blanco y negro lo entendemos mejor todos. El entretenim­iento, por favor, déjenselo a las sagas de superhéroe­s que veremos cuando todos tengamos luz.

Ojo a los creadores de contenido: que las comunicaci­ones públicas tengan como norte informar, sin metáforas ni floretes innecesari­os”

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