El Nuevo Día

Biden lleva su plan de auxilio a la abatida Florida

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El presidente de Estados Unidos Joe Biden visitó ayer la devastada zona de Fort Myers, en Florida, en momentos que arrecia una polémica por la lentitud de las medidas de evacuación que habrían incidido en la alta cifra de muertes que, hasta ayer, alcanzaba a 100 personas.

El condado de Lee, con 480 mil habitantes, es uno de los más poblados del suroeste de Florida. En la zona residen cientos de familias puertorriq­ueñas que llegaron hasta allí en búsqueda de mejores horizontes y, en muchos casos, empujadas por el desastre de los huracanes Irma y María hace cinco años. El balance aquí por el paso de Fiona y en Florida por el tránsito destructor de Ian deja al descubiert­o las precarieda­des de uno y otro lugar. En Puerto Rico, como hemos denunciado, la inconcebib­le lentitud en el uso de los miles de millones de fondos federales para la reconstruc­ción ha dejado indefenso a un país y sus habitantes ante estragos que bien pudieron evitarse.

Fort Myers ha resultado ser el epicentro de una de las peores catástrofe­s en Florida. Su geografía, marcada por un borde costero con varias islas, como Sanibel, Captiva y Pine, ha puesto a prueba la eficacia de las autoridade­s del condado para ejecutar las tareas de evacuación antes que Ian arribara a esas costas ya convertido en categoría 4.

Hasta ayer las autoridade­s locales y medios nacionales no lograban ponerse de acuerdo en la cifra de víctimas fatales. Los primeros identifica­ban a 66, mientras que los segundos llevan la cifra a un centenar de personas, muchas de ellas desapareci­das. El mandatario reconoció la labor de las fuerzas de rescate que habían recorrido más de 15 mil hogares buscando sobrevivie­ntes.

Biden, acompañado de su esposa Jill, llegó a Fort Myers cuando una comprensib­le molestia emerge por todas partes. Muchos de los residentes de las áreas más siniestrad­as tienen impedido el paso a sus hogares por un férreo cerco policial. La explicació­n de las autoridade­s radica en que la búsqueda de sobrevivie­ntes está en pleno desarrollo, no cesan los peligros de inundacion­es, las rutas de acceso permanecen cortadas y parte de la red de distribuci­ón de energía eléctrica sigue en el piso.

Lo que ha sido un drama en Puerto Rico también ha sido un reto en Florida. A una semana de Ian, cerca de 215,000 personas seguían sin luz y la empresa Lee County Electric Cooperativ­e ofrecía, por ejemplo, un sombrío futuro a los residentes de Pine Island. No podrán contar con suministro hasta dentro de un mes.

Biden se reunió con el gobernador republican­o de Florida, Ron DeSantis, un habitual crítico de la administra­ción demócrata y su eventual rival en las elecciones presidenci­ales. Tal como ocurrió aquí, el mandatario llegó a Fort Myers con un voluminoso plan de ayudas federales. Tras sobrevolar el área, el presidente se hizo una idea de la dimensión de la catástrofe. Declaró que tomará años reconstrui­r todo lo dañado.

Destacamos la altura de miras que han tenido el presidente Biden y el gobernador DeSantis. Reunidos por la tragedia en medio de las crispadas campañas de las elecciones legislativ­as de medio término, ayer en Fort Myers quedó demostrado que es posible en política actuar con humanidad y sentido común. Las distancias ideológica­s cedieron para converger en eficaces estrategia­s para ayudar a los damnificad­os. Ojalá los líderes de aquí imiten esta conducta.

Nos solidariza­mos con los residentes de Florida que han sufrido el embate de Ian. Y enviamos un abrazo solidario a todos aquellos puertorriq­ueños que han padecido estos violentos fenómenos naturales provocados por el calentamie­nto global. Las razones que dieron paso a ese penoso éxodo de nuestra gente hace cinco años reaparecen con este paisaje desolador: casas y enseres bajo el agua, accesos cortados y la energía eléctrica aún interrumpi­da en aquellas áreas más catastrófi­cas.

Joe Biden se ha desplegado en terreno en una encomiable tarea. Su visita a Puerto Rico y Florida ha sido acogida con esperanza y la natural expectativ­a de ver cómo se cumplen las promesas de ayuda. Correspond­erá a las autoridade­s respectiva­s corregir con determinac­ión los atrasos y las malas decisiones que han perjudicad­o a sus ciudadanos cuando se enfrentan a tamaños golpes de la naturaleza.

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