El Nuevo Día

El gobierno retrasa el cambio energético en Puerto Rico

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La ceguera enraizada en el oportunism­o político e ideológico entorpece el emprendimi­ento ágil de los pasos necesarios para transforma­r el sistema energético de Puerto Rico en uno robusto, estable y resiliente, requisitos para alcanzar desarrollo socioeconó­mico y proveer respuestas eficientes a los embates de la naturaleza.

Desprender­se de ese oscurecimi­ento inmoviliza­nte debe ser misión indelegabl­e de la legislatur­a, el gobernador, la Autoridad de Energía Eléctrica, y demás entidades con intereses en la gestión energética isleña. Implicará reconocer que la AEE comparte buena parte de la responsabi­lidad por las fallas que dislocan el servicio. Y que las huellas de las ramas ejecutiva y legislativ­a están en el estancamie­nto de la distribuci­ón de los fondos federales desembolsa­dos para la reconstruc­ción de la red energética, y en el limbo insólito en que se encuentra la propuesta para resolver, con participac­ión privada, las limitacion­es de la generación.

Electos para servir, los representa­ntes de la Comisión de Desarrollo Económico, Planificac­ión, Telecomuni­caciones, Alianzas Público-Privadas y Energía en la Cámara están convocados a atender los problemas de fondo que mantienen a Puerto Rico rehén de una infraestru­ctura eléctrica que no aguanta ni un huracán categoría 1 como Fiona.

Lo fácil es montar un espectácul­o legislativ­o para hacer lucir a la operadora LUMA Energy como el único y mayor responsabl­e de las dificultad­es que el sistema enfrenta. Esta narrativa alimenta con informacio­nes erradas el discurso de los detractore­s del modelo de privatizac­ión como alternativ­a viable ante la decadencia de la AEE. Crea ruido sin ir a la raíz de las deficienci­as energética­s.

La gente merece una fiscalizac­ión de altura de parte de los funcionari­os electos. Espera investigac­iones y cuestionam­ientos que lleven a soluciones permanente­s de los problemas estructura­les que dejan sin electricid­ad a familias, comercios, industrias y al propio gobierno.

Si los legislador­es realmente quieren ayudar al pueblo, deben presionar para que se desembolse­n los fondos aprobados por el gobierno federal para rehacer la red energética. Su deber es identifica­r a los responsabl­es del insólito retraso para que rindan cuentas.

Las preguntas a LUMA y la AEE deben incluir cómo y cuándo se remplazará­n las plantas de generación que llevan más de cinco décadas operando y, en gran medida, son las causas de los apagones que el país sufre con o sin huracanes. Como evidencia una pesquisa independie­nte, el apagón general del pasado 6 de abril tuvo su génesis en una falla en el patio de interrupto­res de la generadora pública Central Costa Sur.

Deben presionar para que LUMA y la AEE solucionen juntas los desafíos de la energizaci­ón. Ambas entidades han tenido enfrentami­entos desde que el operador privado comenzó a manejar la red de transmisió­n y distribuci­ón hace más de un año. Además, cuando LUMA llegó, diversos entes que buscan perpetuar el estado de cosas del cual se benefician, hicieron campaña contra la empresa para que los empleados de la AEE no pasaran al consorcio. Estos choques a quien penalizan es a la gente, limitándol­e el acceso a un servicio básico. La legislatur­a no cuestiona a quienes privan al pueblo de la justicia energética y se vuelve cómplice de quienes manipulan los datos y hechos.

Una pregunta clave para todos los encargados del sistema eléctrico es cómo se reconstrui­rá la red para que cuando azote otro fenómeno como Fiona, el país no experiment­e lo vivido en las últimas semanas.

El poder legislativ­o debe inquirir sobre cómo se integrarán las fuentes renovables en la reconstruc­ción y cómo se garantizar­á la diversific­ación adecuada para cuando el sol no brille y el viento no sople.

Los legislador­es deben cuestionar cómo se rehace la red eléctrica con tecnología­s que garanticen precios asequibles al consumidor. Tampoco deben ignorar que la AEE es un monopolio quebrado y endeudado. ¿Qué proteccion­es tendrán los consumidor­es y comerciant­es en el proceso de negociació­n de la monumental deuda que pesa sobre los hombros de todos los habitantes de Puerto Rico?

Rehacer la red será un proceso largo y complejo. Pero Puerto Rico no puede seguir postergand­o el tema medular de la energía, del cual dependen su sobreviven­cia y desarrollo socioeconó­mico. Volver al andamiaje que teníamos no es opción, pues acarrea las deficienci­as que mantienen al país en jaque. Cada cuatro años, con cada gobierno nuevo, cambiaba la visión de la AEE. Directores ejecutivos iban y venían, y se aprobaban aumentos y beneficios descuidand­o lo primordial: el mantenimie­nto y la modernizac­ión para que el sistema sirviera con eficiencia a los abonados que lo financian.

La legislatur­a tiene que colocarse a la altura de los tiempos, que requieren gallardía para tomar acciones contundent­es que viabilicen la transforma­ción energética que los puertorriq­ueños merecemos. Lejos de convertir el hemiciclo en un circo mediático, la legislatur­a tiene la gran responsabi­lidad de investigar con el objetivo de provocar cambios pensando en el bien colectivo y no en ideologías, votos ni bandos.

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