“El violín no murió; está vivo”
El gran maestro Eddie Marcano dará vida al instrumento acompañado de amigos músicos del virtuoso Gabriel Baeza Fernández, quien falleció hace seis años
Loida Fernández Rivera llevaba seis años sin escuchar violines. Todos le recordaban a su hijo, quien falleció a los 20 años, en 2016. Pero ahora, el instrumento, que desde los 13 años acompañó a su pequeño Gabriel, volvió a la vida y, con él, las memorias alegres que compartieron juntos.
“Al principio, (escucharlo) era triste porque me venía la imagen de él, pero después lo volví a escuchar, y, entonces, me dio un poco de alegría que el violín no murió; está vivo el sonido y puedo pensar en él más ahora y con más alegría”, expresó Fernández Rivera desde la Casa Aboy, en Miramar.
Su hijo, el virtuoso violinista Gabriel Baeza Fernández, decidió privarse de la vida hace seis años, en Nueva York. El lamentable suceso transformó completamente la vida de Fernández Rivera, quien no ha podido acercarse a la música desde ese entonces.
A pesar de lo difícil que ha sido el duelo durante los pasados años, Fernández Rivera ha encontrado fortaleza en su proyecto Gabriel’s Kitchen, mediante el cual alimenta, una vez a la semana, a estudiantes del Conservatorio de Música.
Para honrar la vida de su hijo y recaudar fondos para su iniciativa, un grupo de amigos músicos que conocieron a Baeza Fernández decidieron unirse para el concierto “Punto y coma para un violín”, que se celebrará, el 4 de diciembre, en la iglesia The Union Church de Punta Las Marías, en San Juan.
La maestra de música viene de una familia de artistas, así que tocar era parte de la tradición. Desde los 3 años, su hijo tomó clase del método Suzuki, filosofía de enseñanza en la que, desde temprana edad, los menores desarrollan el talento musical como si aprendieran una lengua materna.
“Escogió el violín. No lo quiso soltar más. Ese violín se lo compré cuando tenía 13 años. Él decía que era como su novia”, relató.
Luego del fallecimiento, el violín se encontró roto en un cuartel de la Policía de Nueva York. El instrumento sufrió daños, igual que todos los que experimentaron la dolorosa pérdida del joven músico.
“Me lo hicieron llegar. Cuando lo vi así, fue bien… bien triste para mí”, contó sobre el momento en que le llegaron las pertenencias de su hijo, quien, días después del incidente, se hubiera presentado en un prestigioso concierto en la Gran Manzana.
Fernández Rivera lo llevó a reparar a un lutier, profesional que fabrica y repara instrumentos musicales de cuerda. Miguel
Acevedo fue el encargado de traer a la vida “el violín de Gabriel”.
“Él había arreglado otros violines de mi hijo cuando era pequeñito. Desde que tenía 4 años, le arreglaba los arcos y le pedía que le tocara algo. Así que, cuando le llevé el violín, se conmovió grandemente”, compartió.
Arreglar el violín tardó alrededor de dos años. Cuando estuvo listo, Fernández Rivera fue a buscarlo junto a su hermana.
“Como yo no toco violín, pues se lo di a mi hermana para que lo tocara de vez en cuando, y no muriera el sonido”, dijo.
“SUENA A ÉL”
En un encuentro entre amistades, la tía de Baeza Fernández compartió el violín con el prestigioso violinista y director venezolano Eddie Marcano. Llevaba seis años sin ser tocado, pero, en un momento maravilloso, volvió a vibrar como lo hacía cuando su sobrino lo tocaba.
“Lo tocó, y me dijo: ‘Es que suena a él, suena a él’. Me mandó el vídeo para que viera como él (Marcano) lo tocó, porque no lo había escuchado. (...) No quise escuchar más violines. Estuve prácticamente casi seis años sin escucharlos hasta que escuché eso”, narró Fernández Rivera conmovida.
“Ese violín, cuando lo tocó el maestro, sonó a mi hijo. Llevaba oyendo ese violín por tantos años en mi casa, cuando él practicaba, que lo tengo grabado”, continuó.
El majestuoso talento de Baeza Fernández era reconocido a nivel internacional. A la edad de 11 años, fue admitido a la Escuela Preparatoria del Conservatorio de Música de Puerto Rico. Luego, a los 16 años, ya era estudiante universitario en la misma institución.
Debutó como solista con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico con tan solo 14 años. Su carrera lo llevó a interpretar piezas en lugares como República Dominicana, Estados Unidos, Europa y Asia.
Justo un año antes de fallecer, en mayo de 2015, el joven expresó en una entrevista con este diario: “En Puerto Rico, se me dieron muy buenas oportunidades y siempre estuve guiado por muy buenos maestros”.
El violinista y director de orquesta Karlo
Flores recordó con mucho cariño a su estudiante cuando colaboraba en el Conservatorio con el grupo juvenil, dirigido por Marcano.
“Era una orquesta de un alto nivel. Gabriel era el principal violín, el concertino. Ahí, empezamos a tener una conexión porque era un estudiante muy talentoso y tenía una habilidad excepcional”, comentó.
Mientras Flores estudiaba una maestría en dirección de orquesta, en Maryland, Baeza Fernández estudiaba en Bard College, en Nueva York, donde había sido becado. Expresó que compartían muchos planes y así fue que creció su amistad.
“Una de las partituras que vamos a utilizar (en el concierto de diciembre) es de Gabriel”, dijo Flores.
Explicó que el concierto será un espacio para honrar la memoria de un violinista que fue y sigue siendo referente para muchos estudiantes y músicos en el país.
“La vida de Gabriel nos enseñó muchas cosas. Nos da la alegría de la música, y podemos utilizar este proyecto para darles esperanza a todas las personas que están atravesando por momentos difíciles”, dijo el maestro Flores.
“Mi hijo lo admiraba mucho a él (Flores) y al maestro Marcano”, expresó, por su parte, Fernández Rivera.
Además, insistió en que no podía negarse a la idea de los maestros Flores y Marcano de revivir el violín de su único hijo en un concierto.
GABRIEL’S KITCHEN
La madre de Baeza Fernández contó sobre los inicios de su iniciativa con estudiantes puertorriqueños e internacionales del Conservatorio.
Desde 2019, decidió proveer almuerzos, una vez a la semana, junto a su esposo,
Marc Miller.
“Vinimos aquí (Casa Aboy) y pedimos permiso para repartir. Empezó con cuatro estudiantes. Voy por 16, pero he atendido a 20 en algunas ocasiones”, dijo.
Los menús son confeccionados pensando en lo que le gustaba al violinista. Durante la pandemia de COVID-19, también repartieron compras de comida.
Abundó en que el servicio le ha ayudado a sanar y extender la esencia de su hijo.
“Empecé a ver que ellos venían y se quedaban. Con el tiempo, me dicen sus preocupaciones y puedo hablar con ellos. Eso fue lo que me hizo en realidad revivir”, sentenció.
PUNTO Y COMA
El concierto en beneficio de Gabriel’s Kitchen tiene un título especial: “Punto y coma para un violín”.
Ese signo de puntuación, que significa continuidad, ha sido símbolo de esperanza para sobrevivientes de suicidio que han encontrado una nueva oportunidad.
“Personas que han pasado por depresiones fuertes, en vez de poner un punto (.) en su vida, como yo lo había puesto, pues deciden poner un punto y coma (;). No es que no pasó; pasó, pero tengo que seguir. Lo mismo le pasó al violín. Después de haber ido a Europa, Asia y a tantos países, y tener tanta gloria exterior, acabó en una esquina roto. Pero yo decidí que no se iba acabar, sino que iba a seguir”, explicó.
El sonido de su hijo no ha muerto, sigue impregnado en su instrumento, que guardará por siempre las memorias de quienes le conocieron y conocerán a través de las cuerdas de su violín.
Si usted necesita ayuda emocional o está pasando por un mal momento, puede comunicarse a la Línea PAS las 24 horas del día al 9-8-8 o al 1-800-981-0023.
“Ese violín, cuando lo tocó el maestro, sonó a mi hijo. Llevaba oyendo ese violín por tantos años en mi casa, cuando él practicaba, que lo tengo grabado. (...) Lo volví a escuchar, y me dio un poco de alegría que el violín no murió” LOIDA FERNÁNDEZ RIVERA MADRE DEL VIOLINISTA GABRIEL BAEZA
“La vida de Gabriel nos enseñó muchas cosas. Nos da la alegría de la música, y podemos utilizar este proyecto para darles esperanza a todas las personas que están atravesando por momentos difíciles” KARLO FLORES DIRECTOR DE ORQUESTA