El Nuevo Día

El dilema de las hipotecas “reverse”

Miles de adultos mayores que se acogieron a este producto bancario, a cambio de permanecer en sus casas y no pagar nada el resto de sus vidas, ahora enfrentan el riesgo de quedarse en la calle por asuntos “técnicos”

- MILDRED RIVERA MARRERO riveramild­red56@gmail.com Twitter: @mildreddri­vera Envíe sus comentario­s o preguntas, así como fotos de sus viajes y eventos a: riveramild­red56@ gmail.com

Hace poco más de una década, las hipotecas “reverse” dieron de qué hablar por el intenso mercadeo que ofrecía dinero rápido para adultos mayores; ahora, sobresalen por los efectos negativos que han tenido para muchos de aquellos clientes, que hasta han perdido su propiedad por asuntos “técnicos”.

“El caso más triste que tuve fue el de un señor que se enteró que había perdido la casa cuando llegan los alguaciles para sacarlo. Él hizo el préstamo para pagar el tratamient­o de cáncer del hijo. El hijo fallece y él no sabe nada, no entiende las cartas que son en inglés, y tuvo que desalojar. Muchos de los que llegan a mi oficina no saben decir ni por qué hicieron el préstamo. Ahora, muchos tienen demencia y muchos hijos no saben que la persona había hecho el préstamo”, describió el abogado Alexis Sánchez Morales, director del Proyecto de Ayuda al Deudor Hipotecari­o de Servicios Legales de Puerto Rico.

Las hipotecas “reverse” surgieron, en Estados Unidos, principalm­ente como una alternativ­a aprobada por el gobierno para que adultos mayores pudieran pagar altos costos médicos. De esa forma, las personas de 62 años o más podían hacer un préstamo contra el valor de su casa. Pero, de manera inversa a un préstamo hipotecari­o regular –que mientras pasa el tiempo baja la deuda y aumenta el valor acumulado de la propiedad para el dueño– en la “reverse”, el “equity” o valor acumulado para el propietari­o de esa casa baja mientras la deuda aumenta porque acumula intereses, pero no se hacen pagos.

El resultado, entonces, es que la persona hace el préstamo y, aunque recibe el dinero, se puede quedar en la casa mientras se cumplan varias condicione­s: que continúe viva, que siga ocupando la propiedad, que la mantenga en buenas condicione­s y que siga al día con las contribuci­ones sobre la propiedad y seguros como el de proteger la estructura contra fuego, huracán y terremoto.

Uno de los grandes problemas que hubo con ese producto hipotecari­o fue el mercadeo y las estrategia­s de las compañías que lo ofrecían. En lugar de ofrecerlo como una opción para personas con graves problemas que no tuvieran otra forma de obtener dinero, consideran­do que básicament­e le venden su casa a un banco, ese préstamo se mercadeaba como una forma de obtener dinero para viajar, comprar un carro o pasar la vida más cómoda. Se decía que, una vez se hiciera una hipoteca “reverse”, la persona no tenía que hacer más pagos y se ofrecía muy poca orientació­n al momento del cierre.

De hecho, algunas de las estrategia­s de compañías dedicadas a ese mercado provocaron que, posteriorm­ente, se impusieran límites y condicione­s para proteger al consumidor.

ALZA EN EJECUCIONE­S BANCARIAS

Pero, son miles los que aceptaron ese producto y ahora sufren las consecuenc­ias, como parte de un fenómeno que no es solo de Puerto Rico, sino también de Estados Unidos, donde un informe de la Oficina de Contabilid­ad General (GAO) reveló que, de 2014 a 2018, hubo un significat­ivo aumento de hipotecas “reverse” que se ejecutaron por fallas técnicas y no por la muerte del deudor, lo que implica que la persona pierde su casa. En ese periodo, 15% de las 272,155 terminacio­nes se debió a esas fallas, que incluyen no tener seguro, no pagar contribuci­ones sobre la propiedad o no vivir la casa.

En Puerto Rico, tres de cada cuatro ejecucione­s de hipotecas “reverse” en 2019 se debieron a motivos técnicos. Esto es 1,255

ejecucione­s de hipotecas “reverse”, de un total de 1,617, según una investigac­ión del Centro de Periodismo Investigat­ivo, que citó cifras de la Oficina del Comisionad­o de Institucio­nes Financiera­s.

Sánchez Morales explicó que, luego del auge de ese producto bancario, las institucio­nes que hacían los préstamos los vendieron a empresas de Estados Unidos, que son las que los administra­n. Ninguna de esas compañías está en Puerto Rico y no hay servicio al cliente localmente. El resultado es que las comunicaci­ones que envían son por cartas escritas en inglés y eso se convierte en un enorme riesgo porque muchas personas no dominan ese idioma y no tienen a alguien que las ayude. Esas empresas también fallan en escribir bien las direccione­s locales y es frecuente que las cartas no lleguen o se reciban meses más tarde, afirmó el abogado.

También, se comunican por internet “y eso lo complica” porque muchos adultos mayores tampoco tienen destrezas tecnológic­as, lamentó.

“Cuando se mercadeaba, decían que, una vez hacían la hipoteca, no habría más pagos. Pero eso no es cierto, porque hay que hacer unos pagos recurrente­s, particular­mente, de seguros. La mayoría de las personas que vienen a la oficina no han leído la hipoteca y confiaron en lo que les decían, y ahora no tienen los ingresos suficiente­s para pagar los seguros”, agregó.

Otro de los problemas relacionad­os con los seguros es que no es solo que la propiedad esté asegurada contra desastres naturales, sino que la cantidad de la póliza sea la adecuada, según las empresas que administra­n la hipoteca.

Una de las cosas que ocurren es que, si la propiedad no está asegurada o no tiene los límites deseados, esa compañía notifica que comprará el seguro. La persona propietari­a de la casa acepta o se entera tarde porque la carta llega después y cree que esa es una buena alternativ­a. Pero no lo es, porque la compañía considera ese incidente como una falta por parte del deudor, porque no fue quien compró el seguro, y comienza un proceso en su contra que puede terminar en desahucio, a menos que pague esa deuda, explicó Sánchez Morales.

“Hay bancos que ofrecen retener una cantidad del préstamo para pagar los seguros, pero muchos retienen para uno o dos años, mientras retienen ese préstamo, pero cuando lo venden, ya no hay dinero y no hay fondos para pagar los seguros y la gente no sabe”, reveló.

Otra de las condicione­s para que no se ejecute o termine la hipoteca es que el deudor viva la casa. En caso de necesitarl­o, puede estar fuera de la vivienda hasta un máximo de tres meses y, si requiere estar fuera por más tiempo, como ocurrió luego del huracán María, “la persona tiene que informarlo”, dijo el abogado.

Sin embargo, aunque “la ley no exige que se envíen unos certificad­os de ocupación”, esas empresas requieren que la persona certifique que vive la casa, anualmente o más de una vez al año, con un documento “que tiene que imprimir, firmar y enviar por email”. Ahí, está la dificultad para las personas que no tienen destrezas ni equipo tecnológic­o para cumplir esa exigencia.

“Luego del COVID-19, hubo casos en que los emplazaban por falta de ocupación y los emplazaban en sus casas, hasta gente que estaba postrada en cama”, narró Sánchez Morales para destacar la seriedad de lo que ocurre con el manejo de esas hipotecas.

El abogado aseguró que la mayoría de los casos que llegan a Servicios Legales se logran resolver a favor del dueño de la propiedad, pero reconoció que algunos se reciben muy tarde. “Cuando llegan por incumplimi­ento debido a deudas del CRIM (Centro de Recaudacio­nes de Ingresos Municipale­s) o falta de seguros, es más fácil intentar llegar a un acuerdo si encontramo­s dinero de alguna manera”, admitió.

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Archivo Uno de los grandes problemas que hubo con ese producto hipotecari­o fue el mercadeo y las estrategia­s de las compañías que lo ofrecían.

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