Enrique Garcerán y mi historia junto a un maestro de la cocina
Tras la culminación de mis labores en Milano Ristorante Italiano, en Villalba, provocado por el huracán María, el chef Eliezer Pérez me recomendó ante Misla Group y fue ahí donde comencé mi experiencia gastronómica/hotelera bajo la tutela de David Talavera y Abel Misla. Poco tiempo después llegó a Puerto Rico un joven español llamado Enrique Garcerán González, contratado por Misla para un nuevo proyecto gastronómico en el Hotel Meliá en Ponce, llamado Baleares.
Fue un joven lleno de sueños y metas quien llevó a otro nivel la gastronomía ponceña, con su significativo estilo, presentación y sazón. Un ser de fuerte carácter, pero servicial; directo, pero carismático; alguien quien se preocupaba y trabajaba por y con su equipo de trabajo dando mérito a quien mérito merecía.
Tuve la dicha de compartir grandes y significativos momentos con él. Fue un 12 de febrero de 2018 cuando nos conocimos por primera vez y en donde me confió sus recetas y platos especiales para el día de San Valentín. Luego de esa fecha, recuerdo haberle agradecido por la oportunidad y confianza que me brindó, a lo que él respondió que aceptaba las gracias, pero que no iba a ninguna parte porque me quedaría con él.
Recuerdo su llamada para pedirme oficialmente que colaborara con él en el nuevo restaurante Baleares. Ese día me encontraba sumergido en profundo dolor tras la pérdida de un exalumno de mi faceta como director coral y de forma jovial y sentida me dijo: “tranquilo flaco, sabes que estoy aquí para lo que necesites”. Se conmovió con mi dolor y me brindó su amistad sin apenas conocerme. Nos reunimos para hablar del proyecto y ahí comenzó una gran historia.
Me eligió entre todos los que pudo elegir para que lo acompañara al evento internacional Saborea PR, con el fin de darme a conocer y comenzar una nueva era gastronómica en mi vida. Allí se selló la amistad en forma de alianza para crear grandes cosas en la cocina.
Fue divertido estar en medio de la operación con él. Siempre tenía algo que decir, desde cambios de nombre al equipo de trabajo, hasta típicas palabras españolas, pero siempre profesional. Eso sí, el turno comenzaba y culminaba con la música de Fernando Costa.
Esa primera navidad en Baleares fue icónica. Ahí viví mi primera despedida de año trabajando, pero con una familia extendida con él y un gran equipo.
Su deceso repentino nos deja el corazón destrozado y sin aliento a todos los que colaboramos con él. Algo simplemente difícil de creer. Me enorgullece haber sido parte de su parte de su equipo fundador de Baleares, y aunque siempre se lo dejé saber en vida, hoy, tras su repentino vuelo, le doy las gracias por haber confiado en mí y haberme brindado su respeto y amistad.
Hasta luego, Tío, colega, amigo y hermano.
Carlos M. Santiago, San Juan