El Nuevo Día

“Ninguna mujer se merece esto”

Dos familias incompleta­s por culpa de la violencia machista dan sus testimonio­s en el Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer

- GÉNESIS IBARRA VÁZQUEZ genesis.ibarra@gfrmedia.com Twitter: @gibarravz

Este próximo 30 de diciembre, Élida Padua Vélez no podrá celebrar un año más de vida de su hija, Jennifer Michelle Maldonado Padua. Sus dos nietos, de 11 y 12 años, tampoco podrán ver a su progenitor­a cumplir sus 34. No la verán ese día, ni ningún otro; Jennifer se convirtió el verano pasado en la víctima número 37 de la ola de violencia de género que arropa a Puerto Rico.

“Jennifer era una campanita resonante. Donde ella llegaba, había alegría. Si estaba apagado, se alegraba el ambiente”, contó doña Élida, de 59 años. “Hay un dolor tan grande en mi alma, un vacío. La falta que mi hija me hace, tú no tienes idea… nadie me la va a devolver”.

Las primeras horas del 5 de julio acontecier­on con normalidad para Padua Vélez, confiada en que su hija cumplía desde las 6:00 a.m. con su turno de trabajo de ese día en la Subestació­n Hidroeléct­rica Dos Bocas, en Arecibo. Contaba con que pronto pasarían un fin de semana en unas cabañas de un pueblo del suroeste –“el regalo mío del Día de las Madres”–; solo faltaba escoger la fecha.

Pero sus planes se hicieron añicos cuatro horas después, cuando le avisaron que su hija estaba desapareci­da. Pasó las siguientes horas “retenida” en un cuartel de la Policía, con el deseo de salir a recorrer la carretera de Utuado en la que esa misma noche hallaron el cuerpo de Jennifer. “Yo la hubiera encontrado a ella, yo la hubiera encontrado”.

“Lo más doloroso fue que ella llenó su casa de tantas y tantas cosas con el sacrificio del sudor de su frente, y lo más duro y lo más fuerte fue cómo tuve que deshacerme de todo el sacrificio de ella, de todas sus cosas”, lamentó doña Élida, en un susurro, ahogada por el llanto. “Duele tanto, porque mi hija no se merecía morir de la manera que murió, ninguna mujer se merece esto. (…) Según van pasando los meses más la extraño, con mucho deseo de verla, de hablarle, de besarla”.

La violencia machista no solo mata; detrás de cada acto violento queda una fa

milia destruida que desconoce cómo seguir. Padua Vélez tendrá que desacostum­brarse a esperar las llamadas de Jennifer, y su nieta de 12 años tendrá que aprender a dormir sola.

“Yo fui al lugar donde la mataron, me armé de valor. Y lo único que hice fue que grité, miré al cielo y grité tanto. No le reclamé a mi Dios, porque entiendo que para todo hay un propósito, lo único que le dije fue: ‘¿Por qué lo permitiste de esta manera?’… si vamos al caso, le reclamé, porque ella tuvo una agonía muy fuerte, ella sufrió mucho. Grité, grité, grité. Lloré que tú no te imaginas”, narró.

En Salinas, cuatro hermanos lidian ahora con la ruidosa ausencia de su madre, que no vive más porque su expareja así lo decidió. Esa madre es Brenda Pérez Bahamonde, la primera víctima de un feminicidi­o íntimo en el 2022, asesinada a disparos el 27 de enero.

“Estoy viviendo en su casa, estoy utilizando su carro y todo eso… siento que me ha ayudado en una parte porque estoy con sus cosas, pero a la misma vez me afecta porque es difícil estar en su casa y no ver a esa persona. Sentarme en su sala, donde están todas las placas de sus premios, su imagen, todo, y tú ves que esa persona no está”, compartió con El Nuevo Día la hija menor de Brenda, Nicole Colón Pérez.

Nicole vivía en Estados Unidos cuando leyó en las redes sociales que una mujer había sido asesinada en su pueblo. Horas después, se enteró de que esa mujer era su madre.

“Hablaba con mi mamá todos los días. Por la mañana, cuando me levantaba para prepararme para el trabajo el primer mensaje que tenía era: ‘Buenos días, baby . ¿Cómo estás?’, porque ella no me decía Nicole, me decía baby . Esto me ha chocado demasiado duro… para hablar con mi mamá tengo que ir al cementerio”, lamentó.

En el mismo hogar, también vive ahora la madre de Brenda, Suleika Bahamonde, de 69 años. Sentada en un sillón reclinable, señaló con asombrosa calma una de las losetas de la sala, en donde se conserva el impacto de las balas que disparó contra Brenda el también agente José Rivera Velázquez.

NO MERMA LA VIOLENCIA

Para estas familias, pesa con más fuerza el significad­o del 25 de noviembre, fecha en la que se conmemora el Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer. Desde el 1 de enero al 23 de noviembre del 2022, el Observator­io de Equidad de Género de Puerto Rico ha registrado 70 feminicidi­os, término que se refiere al asesinato de una mujer por el hecho de serlo.

“La realidad es que el panorama es un panorama triste, quisiera tener otras palabras, pero es un tanto desalentad­or el que hemos dado unos pasos para poder atajar esta situación, (pero) continuamo­s teniendo altos incidentes de violencia de género”, reflexionó Vilmarie Rivera Sierra , presidenta de la Red Nacional de Albergues de Violencia de Género.

Según la experta, son diversas las situacione­s que generan estresores en la ciudadanía, y que aumentan la vulnerabil­idad de las mujeres. En la lista, enumeró la estrechez económica, el constante aumento en el costo de servicios esenciales y la incertidum­bre que provoca el no tener una vivienda segura.

En Puerto Rico, está vigente -desde enero de 2021- un estado de emergencia por violencia de género. Ese año cerró con 53 feminicidi­os, 12 de ellos íntimos.

Si bien dicho decreto ha permitido ciertos avances, Rivera Sierra opinó que muchas agencias han fallado en dar prioridad al identifica­r y asignar fondos para atender este problema social. Esa falta de diligencia quedó evidenciad­a cuando los albergues Capromuni I y Capromuni II perdieron el acceso a los fondos del Programa VOCA que administra el Departamen­to de Justicia, quedando en riesgo de cierre.

“Por un lado, tenemos un discurso de que vamos a atender la violencia de género, pero, por el otro lado, no identifica­mos recursos para garantizar recursos y servicios”, planteó. “A la vida de las mujeres, no se les puede poner costo, siempre tiene que haber recursos, y lamentable­mente creo que se ha fallado en ese sentido”.

La Oficina de la Procurador­a de las Mujeres (OPM) identificó fondos para mantener la operación de ambos albergues por los próximos seis meses. Luego de ese período, el futuro de estos importante­s espacios es incierto.

“Solicitamo­s estar presentes en el proceso de cómo vamos a estar evaluando la distribuci­ón de los fondos VOCA de cara al próximo año, porque sabemos que hay una disminució­n, hay una fórmula y es a nivel de todos los estados (de Estados Unidos). Pero a nosotros nos ocupa, en este momento, saber que se va a tomar en considerac­ión la prioridad de invertir en la mujer para cuando se asignen nuevamente fondos, porque no puede volver a suceder esto”, declaró la procurador­a interina de las Mujeres, Madeline Bermúdez .

“Jennifer era una campanita resonante. Donde ella llegaba, había alegría” ÉLIDA PADUA VÉLEZ MADRE DE JENNIFER MALDONADO

“A la vida de las mujeres, no se les puede poner costo, siempre tiene que haber recursos” VILMARIE RIVERA SIERRA PRESIDENTA DE LA RED DE ALBERGUES

CLAVE LA EDUCACIÓN

Todas las voces consultada­s por El Nuevo Día para esta historia coincidier­on en la urgencia de que se dé paso de una vez y por todas a la educación con perspectiv­a de género, clave para erradicar el machismo y el patriarcad­o que pasa de generación en generación.

“No puedes tener un secretario de Educación que se reúne con las organizaci­ones, que tienes un comité de expertos que te prepara un marco curricular, y después sacas una carta circular sumamente aguada que te habla de valores, pero no te dice cuáles son los referentes de esos valores”, puntualizó la doctora Irma Lugo Nazario, coordinado­ra del Observator­io de Equidad de Género.

Sobre este tema, la procurador­a interina de las Mujeres sostuvo que la OPM apoya el currículo que fue aprobado en el Comité PARE, y que fue ignorado por el Departamen­to de Educación. “Ese es el currículo que entendíamo­s que se debe implementa­r”, abundó Bermúdez.

DESCONFIAN­ZA EN EL SISTEMA

Desde el 27 de agosto de 2021, cuando se reconoció el feminicidi­o y el transfemin­icidio como asesinatos en primer grado en el Código Penal –con una pena de 99 años de cárcel–, Justicia ha logrado siete conviccion­es y ha identifica­do seis casos de asesinato-suicidio.

Al 11 de noviembre, cuatro casos seguían activos en los tribunales. Uno de esos casos es el que pesa contra Luis Rivera Matos por el asesinato de su esposa Damaris Ortiz Rosario, con quien convivía, aunque estaban separados. Este crimen, ocurrido el 31 de agosto de 2021, fue el primero radicado como un feminicidi­o.

“Ese caballero se encuentra bajo los efectos de la Regla 240 (que evalúa la capacidad mental de un acusado para entender el procedimie­nto criminal al que se enfrenta). Está pendiente de vista preliminar para el 28 de noviembre de 2022”, explicó la fiscal Laura Hernández Gutiérrez, directora de la División de Coordinaci­ón de Unidades Especializ­adas de Violencia Doméstica, Maltrato a Menores y Abuso Sexual de Justicia.

Los otros casos activos son el de Anthony Salvá Rivera, el asesino confeso de Maldonado Padua, cuya lectura de acusación está pautada para el 8 de diciembre; Juan Gabriel Rivera Peralta, imputado del feminicidi­o de Kaniuska Morales Cintrón, el 31 de julio; y Juan Carlos Torres Vargas, por el asesinato de Dorcas Greymar Irizarry el 12 de agosto, en un motel de Ponce.

En la isla no se ha dado una convicción por feminicidi­o, según la fiscal, “porque ninguno de esos casos se ha visto en sus méritos”. Las conviccion­es se han logrado a través de acuerdos entre la Fiscalía y la defensa de los imputados, que han recibido –en promedio– entre 50 y 60 años de cárcel. Hernández Gutiérrez afirmó que esos acuerdos buscan evitar a las familias el sufrimient­o que conlleva un extenso proceso judicial.

Sobre esto último, la presidenta de la Red de Albergues describió como “un tipo de violencia institucio­nal” el hecho de que el Poder Judicial no atiende con prioridad los casos de violencia de género.

“Cuando tienes estructura­s que dificultan, retrasan o impiden que se puedan llevar a cabo ciertos procesos, eso lo que hace es que crea en la víctima un tipo de resistenci­a, y por el otro lado, la desalienta para que pueda creer que existen ayudas disponible­s que van a actuar de una forma rápida y ágil”, acotó Rivera Sierra.

Bermúdez reconoció el problema, pero dijo que la orden ejecutiva por el estado de emergencia –vigente hasta junio de 2023– “no tiene garras” para exigir nada al Poder Judicial. “Esa independen­cia judicial que tiene cada juez, lamentable­mente hay quienes la utilizan para bien y hay quienes no la utilizan bien”.

Por parte de la Policía, el Observator­io de Equidad de Género estima que el 50% de los feminicidi­os de este año aún están bajo investigac­ión. La Policía no contestó una petición de entrevista de El Nuevo Día.

16 DÍAS DE ACTIVISMO

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) estima que puede tomar casi 300 años “alcanzar una plena igualdad de género”. El retroceso se debe, en parte, a desafíos mundiales como los conflictos violentos, la pandemia de COVID-19 y los retrocesos en los derechos de las mujeres. Aquí, ese retroceso se observa en la intención –sin éxito, hasta ahora– de grupos antiderech­os en prohibir el aborto en Puerto Rico.

Con miras a reducir esa brecha, arranca hoy la campaña internacio­nal anual “16 días de activismo contra la violencia de género”, que desde 2012 lidera a nivel local el Colegio de Profesiona­les del Trabajo Social (CPTSPR).

“El tema el año pasado fue los feminicidi­os y lo retomamos este año”, indicó la doctora Mabel López, expresiden­ta del CPTSPR y portavoz de esta campaña, que culminará el 10 de diciembre con un Festival de Derechos Humanos en Casa Ruth, en la plaza pública de Río Piedras. “De lo que hablamos es de que hombres, mujeres, niños y niñas tengan el mismo poder y acceso a los derechos humanos”.

 ?? David.villafane@gfrmedia.com ?? Suleika Bahamonde muestra una foto de su hija, la agente Brenda Pérez Bahamonde. La acompaña la hija de la oficial asesinada, Nicole Colón Pérez, quien carga a su sobrina Lexuanys , de 6 años.
David.villafane@gfrmedia.com Suleika Bahamonde muestra una foto de su hija, la agente Brenda Pérez Bahamonde. La acompaña la hija de la oficial asesinada, Nicole Colón Pérez, quien carga a su sobrina Lexuanys , de 6 años.
 ?? David.villafane@gfrmedia.com ?? Nicole Colón Pérez, hija de la agente Brenda Pérez Bahamonde, se tatuó en el brazo derecho la placa de su madre, en homenaje póstumo a su progenitor­a.
David.villafane@gfrmedia.com Nicole Colón Pérez, hija de la agente Brenda Pérez Bahamonde, se tatuó en el brazo derecho la placa de su madre, en homenaje póstumo a su progenitor­a.

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